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8 frases que ningún padre debería decir a su hijo

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A falta de otras estrategias, muchos padres optan por decir lo primero que se les viene a la cabeza: reaccionan a los comportamientos de sus hijos con una retahíla de frases típicas que han ido arraigándose con el paso de los años. No hay nada malo en eso, de hecho es muy comprensible. Pero, por desgracia, muchas de esas frases clichés están obsoletas y basadas en suposiciones erróneas acerca de la mentalidad de los niños. Otras frases simplemente son el resultado del estrés que provoca ser responsable de un pequeño humano. A continuación, se incluyen ocho frases muy comunes que debemos evitar:

"Ya se cansará". 

A veces, los niños tienen compulsiones inexplicables. Puede que sientan la necesidad irrefrenable de correr por casa desnudos, pegar grititos o decir groserías. Algunos padres reaccionan dejando que el niño haga lo que quiera por un tiempo para que "se canse". Desgraciadamente, esa idea está basada en un trágico malentendido del cerebro humano y el concepto de catarsis.

Lo cierto es que los niños no nacen con un deseo finito de correr desnudos por casa. La mente humana no funciona así. De modo que permitirles correr desnudos no agotará sus ganas de quitarse la ropa y echar a correr. De hecho, es posible que tenga el efecto contrario. Permitir a un niño "hacer algo hasta que se canse" alimentará sus ganas de seguir haciéndolo.

 La solución para evitar estos comportamientos problemáticos es practicar el comportamiento opuesto. Por ejemplo, podemos animar al niño a que corra por casa en ropa interior o en pijama. Otra opción es animarle a correr vestido porque "eso es lo que hacen los mayores". Hay que reforzar los comportamientos positivos, no los negativos.

"Eres malo". 

En los peores momentos, los padres pueden sentir que su hijo es una mala persona. Puede que sientan que su pequeño es vengativo y que se comporta mal para que los demás se rían. En esos momentos, cuando se está enojado, es probable que surja el deseo de preguntar a los hijos por qué se portan tan mal o incluso de decirles que son malos.

Sin embargo, esa agitación causada por el mal comportamiento de los niños se basa en una suposición errónea. Existen muchas razones por las que los niños se comportan mal; no tienen por qué ser personas llenas de odio y rencor. Decirle a un niño que es malo hará que interiorice el mensaje, lo que puede conducir a un comportamiento aún peor y dar lugar a distintos problemas psicológicos, como la depresión o la ansiedad.

Una táctica más adecuada en estos casos es decir que el comportamiento es negativo y tratar de reforzar el hecho de que el niño es una buena persona capaz de comportarse de forma correcta. Criticar el comportamiento en lugar de al niño nos permite conectar ese comportamiento con sus consecuencias, por ejemplo: "Tiraste el juguete, de modo que ahora no puedes jugar con él".

Es más, es incluso mejor resaltar los comportamientos positivos, dado que se producen muchas veces a lo largo del día, y enfatizarlo ayuda a que el niño vea qué es lo positivo.

"... o de lo contrario...". 

Esta frase es un puente entre un comportamiento y su consecuencia. A menudo tendemos a usarla cuando estamos enojados y denota una amenaza. Pero las amenazas son una manera poco eficiente y poco racional de criar a un niño.

En lugar de amenazarles con quitarles el juguete, debemos enfatizar las consecuencias naturales de las acciones de los niños. Existen algunas reglas al respecto: las consecuencias deben estar relacionadas de manera razonable con el comportamiento, deben ser inmediatas y han de explicarse con calma para que el niño consiga interiorizarlo. Además, es importante que cuando expliquemos las consecuencias les recordemos que seguimos queriéndoles.

"No seas tan tímido". 

Obligar a un niño a saludar a personas con las que no se siente cómodo puede derivar en un trastorno de ansiedad en el futuro. Y cuando esa exhortación paterna va acompañada de una orden de abrazar, dar la mano o dar un beso, parece que lo que estamos diciendo es que "no importan tus límites corporales cuando estás con personas con más autoridad que tú". Y con el reciente movimiento del #metoo ("yo también"), no es la mejor lección para un niño.

Algo que ayuda a los niños tímidos es la práctica, el apoyo y la preparación. Los niños tímidos se manejarán mejor si saben de antemano lo que va a pasar y han practicado los saludos, aunque sea chocar la mano con alguien en lugar de un apretón de manos o un abrazo. Esto también ayuda a gestionar las expectativas de un visitante.

"A tu recámara". 

A menudo se entiende esta táctica de disciplina como una respuesta a un comportamiento antisocial. De este modo, el niño tiene la oportunidad de reflexionar sobre su comportamiento, siempre y cuando se haga de manera calmada y considerada y se hable sobre lo ocurrido y sobre cómo se podían haber hecho mejor las cosas.

Sin embargo, conviene recordar que este tipo de castigos deben tratar de incrementar el comportamiento social. Así pues, mandar a un niño a su cuarto es lo último que un padre debería hacer. Nunca sabemos lo que el niño va a hacer ahí dentro. ¿Leer un libro? ¿Jugar a algo? Haga lo que haga, seguro que no está replanteándose su comportamiento. Es mejor mantenerlos cerca y tranquilos que mandarles lejos a pensar en privado.

"Por qué no puedes ser más como tu hermana". 

La rivalidad entre hermanos puede resultar muy perjudicial. De hecho, la violencia en el hogar familiar suele darse más entre hermanos que entre padres e hijos. Lo último que necesita una relación tensa es más competitividad y presión por parte de los padres.

En lugar de hacer comparaciones innecesarias, los padres deberían fomentar la cooperación entre hermanos. Es aconsejable proponer juegos no competitivos y cooperativos; y pedir a los niños que trabajen juntos para un mismo fin es mucho mejor que recalcar las debilidades del uno o del otro.

"Si de verdad me quisieras...".

Existe una delgada línea entre la culpa y la coacción. El sentimiento de culpa es necesario y es sano cuando impulsa a una persona a reparar un daño. La culpa requiere empatía, es decir, ser capaz de reconocer que las acciones de uno han conducido a que otra persona se sienta mal.

Los padres pueden usar la culpa a su favor señalando que los actos de un niño pueden afectar a los sentimientos de otra persona. Pero la táctica llega demasiado lejos si un padre amenaza o pone en entredicho el vínculo de amor con su hijo. Ese amor es lo que permite que el niño construya un sentimiento de seguridad que le permite explorar el mundo y sentir que siempre habrá un lugar seguro al que puede regresar.

Si le quitas al niño el pilar del amor estás arrebatándole el sentimiento de seguridad, lo que puede provocarle ansiedad y comportamientos aún peores. Es mucho más aconsejable recordar a los niños que siempre se les va a querer, independientemente de cómo actúen; también hay que recordarles que su comportamiento tiene consecuencias y que pueden hacer que otras personas se enojen, estén felices, se sientan orgullosos o tristes.

"Tú te lo buscaste".

Los estudios demuestran que educar a un niño con amenazas y violencia puede llevarles a ser adultos antisociales y violentos, en especial si esas amenazas se manifiestan de forma violenta.

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