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El día que los mototocos bajaron de Huautla


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“Judas, Judas, patas peludas, si tienes una hermana, me la saludas”.

Tlaquiltenango. El 2 de febrero, cuando fue el desfile de mojigangas, ellos estaban amontonados frente a la Escuela Otilio Montaño. Era la primera vez en más de un siglo que salían de su comunidad.

Se movían como montoncitos de peces nerviosos, juntos, de un lado a otro; algunos conocían la ciudad, desde luego, pero jamás habían estado allí como grupo.

Los camiones cañeros, autos y motocicletas no dejaban de pasar por esa avenida principal que conecta a Jojutla y a Tlaltizapán.

Los colectivos provenientes de comunidades de otros municipios como Zacualpan de Amilpas, Tlaltizapán o Alpuyeca, nunca los había visto.

Llevaban su atuendo y a los muchachos los acompañaban sus familiares. Habían llegado de la comunidad de Real de Minas de San Francisco Huautla.

Poco antes de comenzar el evento sacaron un estandarte con fondo negro, cuatro máscaras dibujadas y un rótulo: Mototocos de Huautla.

Los camiones mastodontes cargados de caña quemada tomaron por otra calle, dejando sobre la carretera varas aplastadas como armas de antiguos samuráis.

Detenido el tráfico, poco antes de las seis de la tarde, los personajes avanzaron por la avenida Morelos al frente de del desfile de mojigangas. Iban tres enmascarados, un hombre con vestido azul y máscara de “viejita”, dos personas disfrazadas de diablos, todos con varas largas en las manos y nueve muchachos con pantalones cortos de colores brillantes, huaraches, un sombrero forrados con papel de china y espejos redondos; en la espalda llevaban pañuelos estampados con la imagen de una virgen y un bastón forrado con papel de china. Uno de los chicos iba tocando una tarola.

Cuadras antes de los arcos en donde se iba a inaugurar la feria, los hombres enmascarados comenzaron a interactuar con las personas, los chicos les hacían señas y los enmascarados los corrían tratando de pegarles con las varas.

Después de la ceremonia oficial de inauguración de la feria de la Candelaria, los grupos se dispersaron.

 

Huautla

En un texto publicado en La Unión de Morelos, de septiembre de 2021 (https://launion.com.mx/blogs/turismo/noticias/189187-real-de-minas-de-san-francisco-huautla.html), Gerardo Gama Hernández escribe que Real de Minas de San Francisco Huautla se localiza dentro del municipio de Tlaquiltenango, en el corazón de la Reserva de la Biósfera de la Sierra de Huautla, área natural inscrita en el Programa La biósfera y el hombre de la UNESCO, entre paisajes naturales y cargado de una gran riqueza en biodiversidad.

Es un pueblo fundado cerca del año de 1570, al descubrirse yacimientos minerales principalmente de plata.

Después de cerrada la mina, el 30 de octubre de 1991, por parte de la empresa El Rosario S.A de C.V. el paisaje de la vida cotidiana de la gente de Huautla se transformó y pasó de ver caminar a gente con casco rumbo a la mina, a ver caminar a gente rumbo al campo a las labores de agricultura y ganadería; otros más emigraron a Estados Unidos; hoy en día la población de Huautla es cercana a los mil habitantes y muchos de ellos atienden sus propios negocios de abarrotes, carnicería, tortillería y panadería, entre otros.

 

Los mototocos

Miguel Ángel Mazón Díaz, representante del grupo, explicó que se trata de un grupo conformado por 15 personajes, todos varones, que acompañan la procesión de la crucifixión y muerte de Jesucristo en Semana Santa. Representan a los romanos e imponen el orden.

Está integrados por niños, jóvenes y adultos, no hay mujeres en el grupo.

Las máscaras están hechas a mano, labradas a navaja o a chuchillo, con palo de “cuauilote”, que representa al sumo sacerdote o a la Batea, que es la más grande, a Barrabás a Judas; las dos primeras tienen crines de caballo; y a la Linterna o Mototoca, la esposa del sumo sacerdote; también hay dos diablitos que intentan influir en los muchachos para que no cumplan con su objetivo.

Los mototocos usan unas varas flexibles, que representan los látigos de los romanos.

“Permanecemos la mayor parte del tiempo dentro de la iglesia, pero salimos a dar una vuelta a la calle e interactuamos con el pueblo, nos torean y los correteamos; nos dicen: ‘Mototoca, vieja loca’; ‘Batea tea la colita se le voltea’; ‘Mototoca loca locaaaaa’; ‘Judas, Judas, patas peludas, si tienes una hermana me la saludas’; ‘Barrabás come caca y no me das’; o nos arrojan agua y nosotros los correteamos, explicó.

También dijo que se conserva una máscara que rebasa los 100 años de antigüedad, es la de Barrabás, las demás de esos años fueron quemadas por un sacerdote que estaba en contra de los que nosotros hacemos, porque no es nada religioso. Las quiso quemar todas, sólo se pudo rescatar una.

Con el tiempo se hicieron otras de menor antigüedad, y ya en 2020 se mandaron a hacer unas réplicas, que se estrenaron en la pasada Semana Santa y que trajimos a Tlaquiltenango en el desfile de mojigangas por invitación del Ayuntamiento.

Nuestra familia resguarda la máscara de Barrabás y otras de menor antigüedad.  Cada año, antes de Semana Santa, rendimos cuentas sobre ellas, sobre su estado”.

El secretario del ayuntamiento de Tlaquiltenango, Ignacio Díaz Montes, dio cuenta de la existencia de estas máscaras, días antes del jueves 2 de febrero, que fue a Huautla a entrevistarse con quienes hacen esta representación para invitarlos a que participaran en el desfile de las mojigangas en el marco de la celebración de la Feria de la Candelaria 2023:

“Llegamos a la ayudantía municipal y llamaron a la familia que tiene el resguardo de las máscaras y al poco tiempo se presentaron; traían la máscara más antigua y otras de menor tiempo. Muy bellas, una reliquia, en muy buen estado”.

Díaz Montes también explicó que como parte del ritual de los motococos en semana Santa:

“Ruedan de manera individual o en pareja por las escaleras de la iglesia; abajo los espera gente con alcohol, para ayudarlos si requieren atención, algunos hasta se desmayan”.

 

Origen y significado

Miguel Ángel Mazón Díaz dijo desconocer el significado de la palabra mototoco, pero se sabe que tienen más de 100 años de tradición y que se origina con la fundación del pueblo, allá por 1570; “nuestros antepasados no nos pasaron la información completa de la existencia de la tradición y demás datos”, justificó.

El cronista Agur Arredondo explicó que, de acuerdo con el maestro Darío González Guerrero, mototoco en náhuatl debe significar “el que baila o danza junto a”. Tocotín es “bailador o danzante”.

Según el Diccionario náhuatl-español, basado en los diccionarios de Alonso de Molina con el náhuatl normalizado y el español modernizado, mototoquilizma significa el que no se quiere ir de casa, cuando el dueño de ella lo echa fuera (amo mototoquilizma).

En la página 56, Tomo duodécimo, de Relación historial de las misiones de indios chiquitos que en el Paraguay tienen los padres de la compañía de Jesús escrita por el P. J. Patricio Fernández. S. J., Colección de libros raros o curiosos que tratan de América, se lee a la letra:

“Con todo esto, para quitar este impedimento á la santa fe, se ha procurado que todos los indios aprendan la lengua de los Chiquitos, lo cual no se podrá hacer en adelante, porque si las naciones en cuya conversión se trabaja ahora, pasan del número de tres ó cuatro mil almas, será necesario hacer otra nueva Reducción y nos veremos obligados áV.I–66 acomodarnos á su lengua, para lo cual habrán los Misioneros de estudiar precisamente la lengua de los Mototocos, que usan los Zamucos, y la de los Guarayos que hablan en Guarany, fuera de la lengua de los Chiquitos”.

Sobre los mototocos, el investigador Armando Josué López Benítez, explicó en entrevista que en ellos se pueden observar elementos simbólicos comunes en las danzas y rituales del centro del país.

Se refieren al pedimento de lluvia: “las varas con las que los mototocos van golpeando el piso tienen el mismo significado que los látigos o chirriones de los tlacololeros o tecuanes”, son el rayo, invocan a las lluvias.

Sobre las máscaras, López Benítez dijo que son diablos y una de huehuenche, también comunes en las representaciones. Los huehuenches estaban presentes como símbolo de sabiduría y los diablos eran o son representaciones de la entidad que se adueña del lugar, que resguarda el agua.

“Nuestros abuelos fueron obligados a callar su lengua y aprender y hablar el español y poco a poco se fueron perdiendo estos elementos simbólicos de nuestro antiguo mundo, los conocimientos, los usos, las costumbres. Los chinelos, por ejemplo, ya no manifiestan un sentido agrícola”, precisó.

Barrabás.

Caña aplastada.

Judas.

La Linterna o Mototoca.

Sumo sacerdote o a la Batea.

Tres mototocos.

Mototocos en el centro de Tlaquiltenango.

 

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Máximo Cerdio

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