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¿Adiós al ícono del Art Decó en CDMX?


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Tal vez de manera inconsciente pero me había estado negando a visitar la zona del Parque México, a pesar de que solía ser mi lugar favorito para llevar a jugar a Robin, mi perro y fiel compañero.

Ayer por primera vez en dos semanas saqué mi bicicleta para intentar trasladarme desde la colonia Escandón hacia la Colonia Roma Norte donde tenía una cita con unos amigos. Tal vez por un estado de negación permanente, como un autómata, tomé la misma ruta que siempre he tomado, desde hace años, es decir, rodar por la ciclovía de la Avenida Nuevo León.

Al llegar a la calle de Sonora recordé que no iba a poder pasar pues el acceso hacia Álvaro Obregón sigue cerrado tras el derrumbe del edificio donde más víctimas mortales se registraron tras el sismo del pasado 19 de septiembre. 

Como todos, autos o motos, los ciclistas también debíamos desviarnos hacia la calle Sonora para buscar una ruta alterna para llegar a nuestro destino. El caos era tal que opté por bajar de la bicicleta y continuar a pie, pues no era seguro subir a la banqueta pues cada dos metros había que volver a bajar para caminar entre los autos porque había alguna cinta de precaución amarilla, naranja o roja.

Al llegar a la esquina de Sonora y Avenida México, del lado de la biblioteca del parque a la que muchas veces llevé a mi hijo a leer, un derrumbe nuevo había llenado nuevamente la calle de un silencio abrumador, con la banqueta llena de escombros y las cintas que dos días antes eran amarillas ahora eran rojas. Finalmente, los balcones de uno de los edificios habían cedido a la fuerza de la gravedad y se habían desplomado.

Continué caminando pero ya con la sensación en el pecho de que la pesadilla no había terminado. Al terminar el parque, en la otra esquina, vi que podía intentar volver a subir a la bici y recorrer con cuidado un tramo de Avenida México, para luego incorporarme a Popocatépetl y así poder cruzar insurgentes hacia mi destino. Entonces pasé frente al edificio Basurto y no pude evitar soltar unas cuantas lágrimas.

Referente innegable del Art Decó, este edificio diseñado por el arquitecto mexicano Francisco Serrano y que fuera construido entre 1940 y 1945, ahora estaba marcado con las temibles cintas rojas que indican que ya no es habitable.

¿Llorar por la muerte de un edificio es ridículo? No lo sé, para mí no lo es. No puedo imaginar cómo será el paisaje de las colonias Roma, Condesa o Hipódromo Condesa con esta clase de pérdidas de su patrimonio arquitectónico. 

Pero parece que no todo está perdido. Paloma Vera escribe en la revista especializada Arquine que los daños del Basurto no son estructurales y que ninguna autoridad lo ha catalogado así. Sin embargo, las cintas rojas, según la normatividad internacional, significa que hay un riesgo de colapso.

Con todo el corazón deseo que Paloma tenga razón y que el Basurto recupere la vida porque perder esta obra sería un daño del que difícilmente nos repondremos los amantes de la arquitectura capitalina.

 

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Elizabeth Palacios

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