Las variables económicas (el nivel de crecimiento de la economía, la inflación, la paridad del peso) definitivamente influyen en nuestros bolsillos, pero los pensamientos catastrofistas pueden anular nuestro deseo de ser más y eso es peor.
No debemos dar oportunidad la más mínima oportunidad a que cunda el desaliento. El desánimo es quizá el principal enemigo que enfrentamos en el 2012. Y con su participación entusiasta no nos dejaremos ganar. Al contrario.
En los últimos años como país y como estado hemos logrado considerables progresos, no tanto como quisiéramos, pero no hemos retrocedido.
Si dejamos que cundan los mensajes de desaliento, entonces sí que habremos perdido. Y no lo podemos permitir.
El año pasado nos dijeron lo mismo que en esta ocasión. Y el año anterior. Y el anterior.
Sin embargo, los que no nos dejamos llevar por los malos augurios (porque no eran pronósticos) logramos sacar adelante un año más nuestros proyectos.
Por supuesto, no digo que ignoren las estimaciones de lo que puede pasar, sino que esa información la usen favorablemente.
El 2012 es un año e retos pero es , sobre todo, un año de oportunidades.
Así es que, por favor, adelante.