Panóptico Rojo
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Siluetas infantiles: Siria

En este espacio hemos comentado acerca de los horrores de la guerra; de manera especial sobre lo que los conflictos armados representan para los niños. Desde la imagen representativa tomada por la fotoperiodista Nilufer Demir, en las primeras horas de la mañana, a la orilla del mar en la península turca de Bodrum, cuando observó el cuerpo sin vida de un niño en la playa. Tiempo después sabría el nombre del pequeño: Aylan Kurdi.

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"Estaba tirado en el suelo, sin vida, con sus pantalones cortos azules y su camiseta roja subida casi hasta la mitad del vientre. No podía hacer nada por él. Lo único que podía hacer era tratar de que su grito, el grito de su cuerpo tirado en el suelo, fuera escuchado", señaló Demir en una entrevista para el diario turco Hürriyet. Y agregó: "Entonces pensé que solo podría lograrlo presionando el disparador de la cámara. Y en ese momento tomé la fotografía”.

La fotografía captada por Nilufer Demir mostró al mundo, de una manera cruda y que golpea la sensibilidad, el drama de los refugiados que intentan llegar a Europa. Aylan Kurdi, de tres años de edad, se ahogó en altamar junto a otras 11 personas, incluidos su hermano de cinco años y su madre, en el naufragio de dos embarcaciones que tenían como destino una isla griega, desde la ciudad turca de Bodrum; hombres, mujeres y niños sirios a los que la desesperación llevó a que se lanzaran al mar, huyendo de la guerra.

En este mismo espacio y con el título “Siluetas en Gaza”, se comentó acerca de la tragedia que vivió una familia de pescadores palestinos, de apellido Bakr, cuando cuatro niños perdieron la vida: Ahed Atef y Zakaria Ahed, ambos de 10 años de edad, Mohamed Ramez, de 11 e Ismael Mohamed, de 9. Todos de apellido Bakr, todos alcanzados por proyectiles que les causaron múltiples heridas y quemaduras, mientras jugaban a la pelota y a las escondidas en la playa.

Ese miércoles trágico para la familia Bakr, los hechos fueron presenciados por decenas de periodistas extranjeros que se hospedaban en el hotel Al Deira y que incluso intentaron auxiliar a los pequeños.Cabe agregar que Israel se “autoinculpó” por la muerte de los cuatro niños y, cuando anunció su informe, precisó que la aviación de combate israelí confundió a los cuatro niños con milicianos de Hamás.

Amir Schiby, artista israelí, dedicó una obra a los cuatro niños Bakr, aunque recalcó que rinde homenaje  a todos los infantes cuyas vidas se ven amenazadas por las guerras; en la gráfica se observan cuatro sombras de niños, como si jugaran pelota en una playa: siluetas difusas sobre un fondo en el que predominan los tonos anaranjados y donde es posible distinguir el mar en calma, mientras que las siluetas transmiten acción, movimiento y vida. En el caso del pequeño Aylan Kurdi, también diferentes artistas -como el ilustrador de Ankara, Murat Sayin- han aportado su inspiración para que las circunstancias de su muerte no sean olvidadas por la comunidad internacional.

“A veces necesitamos una buena bofetada visual para abrir los ojos y ver la realidad que, aunque tan lejos de nosotros está, igual nos duele”, comentaba en una tarde de café una colaboradora con causas humanitarias. “No se puede decir que al mirar las pequeñas vidas cegadas, el corazón no se encuentra conmovido. ¿Pero cuántas veces decimos "si tuviera tanta plata, ayudaría a tanta gente?" o "si tuviera una gran casa, recogería a todos los niños de la calle? Siempre justificándonos en lo que no poseemos para no hacer las cosas que podemos hacer, con lo poco que sí poseemos”.

Otro caso que nos ha “golpeado visualmente” es el del pequeño Omran Daqneesh, de escasos cinco años de edad y quien ya tuvo que padecer los horrores de la guerra en Siria: milagrosamente logró sobrevivir a un bombardeo ruso sobre su casa, apenas el mes pasado. En un video difundido en diferentes medios, se observa al niño cuando se limpia la sangre del lado izquierdo de su rostro, mientras está sentado en una ambulancia a la espera de recibir atención médica.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia ha reportado que el conflicto en Siria afecta especialmente a los niños, haciendo hincapié en cifras y datos diversos:

-          Desplazados para huir de la guerra: 2.7 millones dentro de Siria y 2.3 millones como refugiados en los países vecinos; muchos de ellos han huido hasta siete veces para esquivar el horror de la guerra y sobrevivir.

-          Graves violaciones de los derechos de los niños: En 2016 las partes en conflicto reclutaron a 851 niños soldado (más del doble que el año anterior), 652 niños murieron y 647 fueron heridos.

-          Cortes de agua como táctica de guerra: En 2016 hubo 30 cortes deliberados de agua; en total, 8.2 millones de personas necesitan ayuda para acceder a agua potable y las familias tienen que gastar de media un cuarto de sus ingresos en comprar agua.

-          La pobreza obliga a las familias a tomar medidas desesperadas: El 85 por ciento de los sirios viven por debajo del umbral de la pobreza; como consecuencia, en Siria los niños y niñas tienen que trabajar en más del 75 por ciento de los hogares, y en algunos casos su sueldo es el único recurso para las familias.

-          Educación interrumpida: 2.3 millones de niños sirios (1.7 millones en Siria y más de 500 mil en los países vecinos) no pueden ir a la escuela: una de cada tres escuelas en Siria está destruida, dañada o utilizada como refugio, además de que en 2016 hubo 87 ataques a escuelas y profesores.

Blanca Aguilar Plata, coordinadora de la recopilación de ensayos que lleva por título “La violencia nuestra de cada día”, señala que dicha violencia en nuestro mundo actual es “como una niebla que empaña la vista y torna en gris todo lo que nos rodea. Invade nuestro entorno poco a poco, se filtra silenciosa en todos los rincones. Nadie sabe, o no quiere saber, de dónde viene, dónde se originó. Nos pesa enfrentar que su raíz está dentro del sujeto, del Yo abandonado a su suerte ante un mundo hostil, difícil de remontar, y sólo cuando estalla en grandes proporciones parece preocuparnos de verdad”.

“El horror puede vivirse o ser mostrado, pero no puede comunicarse jamás. La gente cree que el colmo de la guerra son los muertos y la sangre. Pero el horror es algo tan simple como la mirada de un niño”. Coincidimos con el sentimiento del escritor y anteriormente corresponsal de guerra, Arturo Pérez-Reverte.

 

 

 

 

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Margarita Rebollo

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