Pero mientras tanto, la Evaluación Universal ha "servido" para alinear fuerzas, convulsionar al magisterio (en Oaxaca, Chiapas, Michoacán), confirmar los prejuicios de los empresarios (Mexicanos Primero), y polarizar la política. Sólo la actitud responsable del SNTE y su dirigencia nacional han evitado que un examen académico para medir (en un porcentaje marginal) el desempeño de los profesores se convierta en un riesgo de gobernabilidad.
La falta de una planeación adecuada de la política educativa (cuatro titulares de la SEP en menos de un sexenio) ha llevado al país ha convertir una prueba académica en un prueba de fuerza. Falta poco para que México se divida en bandos, dependiendo de si se está a favor o en contra de una forma particular de evaluación educativa.
Mientras tanto, la política de evaluación se halla fragmentada --entre las responsabilidades del Instituto Nacional de Evaluación para la Educación (INEE), la propia SEP (Enlace), los estados de la Federación y la prueba PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Hasta ahora, a más de diez años de haber introducido las pruebas estandarizadas para la evaluación de alumnos, escuelas, y ahora maestros, no existe una política integral de preparación-evaluación-formación-calidad.
La SEP está paralizada en esta materia, ahora por falta de rumbo; antes por haber subordinado todos los programas de evaluación a la visión política de su titular en ese entonces, Josefina Vázquez Mota. Y el INEE apenas se encuentra en el proceso de asumir sus nuevas y mayores responsabilidades, ahora que ha sido dotado de mayor independencia de gestión y aspira a la plena autonomía.
En Panamá, la UNESCO reunió a especialistas en evaluación educativa y en formación de docentes. Interpretando la suma de reflexiones de expertos, representativos de los países latinoamericanos y del Caribe, no nos lleva considerar que en México se haya caminado por la ruta correcta. Al contrario, el desgaste en la imagen de los maestros, la politización del tema y la falta de elementos objetivos para definir qué sigue, no arroja un balance positivo.
Podríamos decir que, a pesar de los años transcurridos desde la primera evaluación estandarizada, todavía se requiere diseñar una política de Estado para convertir la evaluación de los maestros en un medio para mejorar la calidad de la educación.
Lo que también quedó claro en Panamá es que las evaluaciones que están sustraídas del proceso más amplio de formación de maestros, no permiten traducir los resultados de los exámenes en medidas concretas de mejora en la actividad docente. Otra vez, desde Chile y Brasil hasta Trinidad y Tobago y la República Dominicana, los casos prácticos así lo confirman. En México, en cambio, se ha hecho de la evaluación un fin en sí mismo con muy pobres resultados de política pública.
No sé si es excesivo decir que ¿todo lo que se pudo haber manejado mal en materia de política de evaluación se ha hecho en este último tramo del sexenio? Un instrumento eminentemente técnico y de carácter administrativo como la evaluación de los docentes (y antes, la de los alumnos a través de la prueba Enlace) se ha convertido en materia amarilla para los medios, y en un arma política para la movilización desde la izquierda (CNTE) y la derecha (Mexicanos Primero).
Todo lo que no debió haber sucedido jamás si hubiera prevalecido un criterio profesional y prudente en la SEP, ha ocurrido convirtiendo a la evaluación en un juego de fuerzas en vez de una herramienta útil para la política pública.
Por lo tanto, en términos de política de evaluación educativa, se debe volver a empezar. Los elementos ya están planteados: autonomía del INEE, Evaluación Universal, programas de formación de docentes, PISA, Enlace, experiencias internacionales exitosas.
Pero es necesario un plan de largo plazo, e integrado con metas claras para lograr elevar la calidad educativa. No se debe dejar que siga politizándose la evaluación educativa. Se tiene que redimensionar al ámbito técnico.
Y, como se concluyó en la reunión de la UNESCO, la calidad educativa depende de un enfoque integral, sistémico, donde la evaluación sea sólo un componente. Lo dijeron el Director de la Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe, Jorge Sequeira y Atilio Pizarro también de la OREALC/UNESCO: "La implementación de estándares para maestros, tendrían que ir acompañados de diferente tipo de apoyos y compromisos de diferentes actores sociales, políticos, económicos e institucionales".
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