Conforme avanzan todos los procesos políticos rumbo a los comicios presidenciales y gubernamentales de 2012, los grupúsculos sociales medianamente enterados sobre el acontecer público buscan a diario la información más aproximada a la realidad, a fin de tomar sus decisiones. Es decir: quisieran evitar a toda costa las equivocaciones y no “encender veladoras” donde no deben hacerlo. Obviamente, hay sujetos más interesados que otros en generar simpatías con el candidato de su preferencia, a fin de incrustarse en la ubre gubernamental, si es que sus “gallos” resultan triunfadores en el proceso electoral.
Es en tal contexto de la cotidianeidad morelense donde los grupos de interés o de presión son presas fáciles del rumor. Este fenómeno ha sido estudiado por la sociología moderna y merece ser objeto de nuestra atención conforme nos acercamos a los tiempos preelectorales, a los plazos en que todos los partidos políticos habrán de escoger a sus candidatos a cargos de elección popular, y finalmente al “banderazo de salida”, cuando escucharemos el grito de “¡arrancan!”.
Antes de referirme a un rumor específico esparcido en las recientes semanas es necesario entender este fenómeno de comunicación. Por lo tanto creo importante citar una definición sobre el rumor. He aquí una que resume las ideas de varios autores: información que se difunde rápidamente sin estar apoyada por los hechos.
Durante el régimen del gobernador Marco Antonio Adame Castillo, desde el primero de octubre de 2006 hasta hoy, se han presentado varias coyunturas para iniciar la mecánica del rumor, por ejemplo en torno a eventuales cambios en el gabinete formal o en el gabinete ampliado. Asimismo, siempre ha acompañado al mandatario el rumor de que “en breve” se incorporará al gabinete federal en calidad de secretario de Salud. El asunto, por ejemplo, cobró importancia cuando el gobernante morelense sirvió, en 2008, como puente de comunicación entre el presidente Felipe Calderón Hinojosa y grupos que se oponían a la reforma energética. Y lo mismo se repitió en la crisis de seguridad pública ocurrida en mayo de 2009, cuando fueron aprehendidos por autoridades federales varios mandos policíacos locales. Aquella problemática propició toda una gama de rumores, para nada confirmados, ni consumados en la realidad.
Debido a que los rumores nos seguirán acompañando es importante identificar cómo se enfrenta un rumor, si puede detectarse, la importancia sobre quién o quiénes lo originan, y si puede preverse o impedirse su circulación.
Los rumores se generan cuando existen: 1) Un hecho relevante o de mucho interés individual para la persona que lo propala; 2) Cuando no hay información oficial al respecto (abundan los casos de llegadas tarde a los procesos de la comunicación social); y 3) Cuando hay hechos de gran incertidumbre (como los temas vinculados a la seguridad pública, desde la debacle de Arturo Beltrán Leyva, en diciembre de 2009, hasta el hallazgo de cadáveres decapitados y ejecutados por el crimen organizado).
Empero, siempre que surgen hechos políticos importantes, como pudiera ser la presentación de un informe de gestión administrativa, arrecian los rumores sobre cambios en el gabinete del gobernante en turno. Y respecto al caso del gobernador Adame, los rumorólogos siempre incluyen su “pronta incorporación” al gabinete presidencial. Dícese, pues, que las visitas de los secretarios de Educación, Hacienda y Salud al gobernador de Morelos fueron para “darle la bienvenida”. Desde luego, la discreta gira de trabajo llevada a cabo el viernes de la semana pasada por José Angel Córdova Villalobos, secretario de Salud, volvió a agitar las aguas pues, se supone, el funcionario dejará el cargo en breve para irse a Guanajuato como candidato panista a la gubernatura, mientras Adame Castillo se convierte en su relevo.
Sin embargo, todo se enmarca dentro de un contexto especulativo. Los rumores, pues, son definitivamente un vacío de comunicación, sobre todo cuando impera un estado de incertidumbre. La cantidad de rumor varía según la importancia que le asignen los individuos, multiplicada por la ambigüedad de la prueba del mensaje. Los rumores, según determinados modelos psicológicos, se originan en las necesidades, los impulsos y los intereses del individuo y son producto de las emociones. En fin. Esperemos para ver y luego diremos.