A continuación una anécdota donde se plasma el estilo personal de gobernar de Don Lauro, mismo que le acompañó los seis años y cuya principal característica fue la inclusión sin prejuicios.
Una vez transcurrido el protocolo del “destape” (el 24 de septiembre de 1981), Don Lauro se aisló varias semanas de quienes integrábamos un reducido grupo de amigos suyos. Y no supimos de él hasta que nos volvió a convocar en el hotel Posada Jacarandas, sito en la avenida Cuauhtémoc de Cuernavaca, para definir parte de la campaña. La misma mecánica para conformar la Comisión de Prensa y Propaganda fue aplicada por Don Lauro para el resto de comisiones de campaña. El asunto, allá y entonces, impactó sobremanera a quienes se sentían agraciados con la postulación, sabedores de que “se la habían jugado” con el galeno de Xochitepec. Cuan equivocados estaban, aunque cabe subrayar que todos, absolutamente todos, recibieron una oportunidad de colaboración con el gobierno estatal. Ninguno quedó fuera. Y en más de una vez, el doctor Ortega les demostró su gratitud.
Cuando uno de sus colaboradores leyó el proyecto de la Comisión de Prensa y Propaganda, conteniendo los nombres de quienes, de alguna forma u otra, formaban parte de un círculo cercano a Don Lauro, éste sonrió sarcásticamente y, sin ningún empacho, expresó:
- ¿Es todo?
Nadie dijo nada. Ortega se paró de su sillón, tomó un plumón y comenzó a preguntar nombres de personas distinguidas, por diferentes motivos o méritos, entre la sociedad local.
Fue así como brotó el nombre del ingeniero Julio Mitre Goraieb, que en ese momento tenía un padecimiento renal y estaba dedicado a atender una camisería ubicada en la calle Guerrero de Cuernavaca. Mitre fue director de adquisiciones en la gestión del doctor Ortega y, debido a su compadrazgo con Antonio Riva Palacio López, presidente municipal de Cuernavaca en el trienio 1988-1991.
- ¡Excelente!- dijo Don Lauro al escuchar el nombre de Mitre, y agregó:
- Quiero más nombres, más y más.
Poco a poco se fue conformando la Comisión de Prensa y Propaganda con una visión mucho más amplia por parte del futuro gobernador. De escasos diez o doce nombres pasó a 40 o 50. Había de todo: de dulce, chile y manteca. Quienes se la habían “jugado” con Don Lauro estaban atónitos. Pero fue el mismísimo doctor Ortega el encargado de tranquilizarlos, con la siguiente explicación:
- Ustedes deben estar seguros de mi amistad. Quien me quiera seguir, adelante, pero no puedo estructurar mi gobierno con puros amigos, ni compadres, ni cuates. ¡Hay que abrir el gobierno! No quiero que se repita conmigo lo que le pasó a Bejarano. Además, a ninguno de ustedes les voy a permitir robar. Tómenlo o déjenlo. Ahora es el momento de decidir.
Abrir el gobierno. No cometer los mismos errores del gobernador saliente que, cabe recordar, una vez concluida su administración fue acusado de enriquecimiento inexplicable por la Procuraduría General de la República, ante lo cual se mantuvo prófugo durante varios años. Bejarano no reapareció en la vida pública morelense, sino hasta el periodo de cuatro años de Jorge Carrillo Olea (1994-1998).
Solía decir Don Lauro que “es necesario refrescar el gobierno” para evitar el desgaste. A Bejarano siempre se le cuestionó la importación de su gabinete, funcionarios públicos improvisados que, una vez terminado el sexenio 1976-1982, en su mayoría emigraron de Morelos convertidos en nuevos ricos.
El doctor Ortega realizó infinidad de cambios en su administración, siempre manteniendo un férreo control sobre todas las áreas, otorgando prioridad al manejo financiero. Al comienzo del gobierno él mismo supervisaba todos y cada uno de los cheques elaborados y expedidos por la Tesorería del Estado. Asimismo, decidió dejar en sus cargos a varios colaboradores de Bejarano, quienes paulatinamente fueron sustituidos.
Algunos teóricos sobre el reclutamiento de la clase política mexicana han analizado el concepto del personalismo, fenómeno que aún se presenta cuando un gobernante debe integrar su gabinete recurriendo al nombramiento de gente de confianza, allegados, etcétera, lo cual Don Lauro evitó en su gobierno. Libre de prejuicios, dio la oportunidad a algunos personajes importantes de partidos opositores al PRI, entre ellos el licenciado Francisco Xavier Aponte Robles, antiguo militante del Partido Acción Nacional, quien colaboró con Don Lauro los seis años.
Por otra parte, el mandatario abrió el gobierno a colegios de profesionales, cuya participación fue relevante para diseñar los cimientos del sistema que a la postre sería conocido como Comités de Planeación para el Desarrollo Municipal (Coplademun). El programa del doctor Ortega se denominó simplemente “Reuniones de Fortalecimiento Municipal”, a las cuales asistían todos los delegados federales radicados en Morelos y todos los funcionarios estatales, a fin de resolver los problemas planteados por las comunidades en el mismo sitio de las necesidades. Alguna vez nos comentó que esto se lo vio hacer al general Lázaro Cárdenas del Río, quien, efectivamente, así lo registró en su conocido diario. El “Tata Lázaro” se quedaba a dormir en las comunidades visitadas, tal como lo hizo Don Lauro en muchas ocasiones.