Fue nota en su momento que aquí no tuvo resonancia y se entiende en los que cometen día a día esta agresión a la sociedad, pero no en los demás, incluidos legisladores que aprobaron la ley y los que están a punto o ya lo han hecho. ¿Qué senadores o diputados federales en funciones, renunciados o con licencia han tocado el importante tema? Suponemos que los cabilderos de estas publicaciones los han buscado, convencido, amedrentado o hecho trueque. Sin embargo, aunque la información fue boletinada por el Senado y encontró algún eco, la efervescencia electoral lo oculta, lamentablemente.
Proliferan en el país este tipo de ediciones, con pornografía, sangre, peligrosos delincuentes que al final no lo son. Tenemos presente una imagen que nunca se borrara en la portada de una de estas porquerías: el cuerpo de un hombre desnudo, con una franja gris editada que ocultaba parte de sus glúteos, evidentemente sin vida, con la cabeza: “¡Lo Violaron!”. Mayor satrapía no puede haber. Y nos encontramos con otra reciente con un sujeto con la espalda baja llena de sangre con un sugestivo título: “¡Le Picaron el Chiquito!”. O el caso registrado de un menor de tercer año de primaria en la Antonio Barona, que cuatro meses después de que asesinaron a su padre, un compañero de salón llevó el periódico y le mostró la fotografía de su progenitor sin vida.
Lo decimos, otras entidades sufren de estos ataques, y el morbo o la condición real de nuestro México además de lo barato, hacen que las consuman. En Quintana Roo existe uno de estos llamado “De a Peso”, que es nota roja extrema, exagerando los hechos y se festinan cuando hay muertos en balaceras o accidentes, echándole más tinta roja a la gráfica. En los autobuses y rutas es común su lectura. Igual que aquí, que hasta niños los tienen en las esquinas repartiéndolos y de vez en cuando echando una ojeada. El verdadero dueño es un cubano que algún tiempo radicó en Morelos, hacía aseos en cabarets y cuartitos en la vieja zona de tolerancia de Cuernavaca, se llama Armando, se fue al sureste, se casó con la hija de un rico concesionario puso hoteles de paso, casas de empeño y compró maquinaria para hacer un periódico que le manejan el yerno, desde donde protege sus otras actividades que aunque presuntamente lícitas, son inmorales. Ese cubano, amigo de un querido amigo del que escribe que se encuentra en malas condiciones de salud, se ha hecho cirugías no sabemos si para cambiar su rostro por uno más joven o tratar de confundir a sus demonios.
Otros optan por la lejanía, como que a miles de kilómetros generan menor daño y a ellos no les llegan los dolores de las víctimas, familiares y vecinos. En tanto, el negocio subsidiario de fracasos, sigue.
Hubo hace unos meses un diputado local que conoce la mayoría, subió a la tribuna local para tocar el tema, para buscar que se metan en una bolsa de plástico y estén fuera del alcance normal de un menor, que se expendieran cerrados. Los 29 legisladores restantes hicieron un vacío, ya por miedo o ya porque guían sus carreras en la lectura de esta clase de mugre. Morelos pudo ser el punto de quiebre. Ya se va a hacer, es un hecho, sólo que salga el decreto y a vigilar que sea como dictan las leyes. Pero algo que se ha gritado con insistencia, hoy encontró eco. Veremos hasta dónde. Hay que vivirlo para contarlo. Y nos sucedió en un lamentable suceso que nos tiene a la familia con dolor permanente. Apenas conoció la autoridad del tema, en este caso la procuraduría, y dos minutos y antes que llegara el Servicio Médico Forense (Semefo) ya estaba un fulano a bordo de una motocicleta, con su casaca roja queriendo entrar en la privada. Un amigo cercano, menos conmocionado que la familia recibió la instrucción: “Dile que se vaya, que respete”. Se fue. Aves de rapiña. Pero no ellos que se ganan la vida sino quienes los envían, voraces, inconscientes y sin compromiso social sus patrones.
¿Ya se acabó esto? Eso dijeron en el Senado. Estos medios de sangre, morbo y pornografía, mantienen publicaciones en decadencia, es imposible que lo vean como proyecto periodístico cuando es un mensajero de malas noticias y muerte, que victimizan al agredido, luego a la familia y terminan conmocionando a toda una colonia o vecindario. Tienen efecto devastador.
Evidencias sobran y las acumulan víctimas del Drácula que tenemos en Morelos. Sin duda es el que mayormente circula y su abuso genera incluso promociones cuando la gente intuye, siente, sabe que dicen mentiras o lo hacen con resentimiento y consigna. Instrumento mal empleado, estas publicaciones se han convertido en las oraciones de familias enteras que nunca quieren encontrarse ahí no mal descalificándolos sólo porque se conoce hasta los tuétanos a los dueños y hacedores y sabemos de sus graves fragilidades, sino en una portada con un ser querido por un accidente, atentado o lo que sea. Trabajan en contubernio con autoridades.
Buscan a procuradores y les piden estar junto a los peritos cuando los cuerpos sigan calientitos, si no encuentran respuesta van bajando niveles hasta que encuentran cómplices. Por eso llegan hasta antes que los propios policías o peritos del Semefo.
Hay que meterse en las páginas del Senado y de los diputados federales para saber en qué punto están de hacer algo, aunque sea un poquito, positivo a favor de la sociedad. De los diputados locales no hablamos: son demasiado rupestres para entender las grandes razones sociales.