El Planeta 9, también conocido como Planeta X, es un objeto que se encuentra más allá de Neptuno, en una región difícilmente observable por los telescopios espaciales actuales, debido a la tenue luz del Sol que llega a la zona.
Entre las diferentes teorías que existen sobre su origen, son 3 las que más peso tienen por el momento: el denominado planeta, un objeto alienígena aún no identificado o un agujero negro primordial que modifica las órbitas de los demás.
La historia del Planeta 9, conocido también como Planeta X, contiene una cronología marcada por una guerra de hipótesis entre astrónomos y aficionados. Sin embargo, nadie ha sido capaz de verlo en ninguna observación, ya que se encuentra más allá de Neptuno, es decir, es un Objeto Transneptuniano (TNO), en una recóndita ubicación donde la luz del Sol es extramadamente tenue, lo cual dificulta su observación.
Todo comenzó en el siglo XIX, cuando Percival Lowell, un escritor y empresario que se obsesionó con la existencia de los marcianos, planteó que existía un noveno planeta en el Sistema Solar: el planeta X. Este tenía la capacidad de influir en las órbitas de Urano y Neptuno. Tal fue su empeño que, cuando murió a los 61 años tras numerosas crisis nerviosas, dejó en su testamento la friolera cifra de 1 millón de dólares para proseguir una búsqueda incansable.
Para su desgracia, tal caza del Planeta X acabó cuando el 18 de febrero de 1930, William Tombaugh, astrónomo de Estados Unidos, descubre Plutón, ante lo que la comunidad científica se vuelca en descartar la hipótesis de la existencia del Planeta 9.
Más adelante, con el avance de la tecnología y los telescopios espaciales, se llega a observar el Cinturón de Kuiper, una región donde existen numerosos objetos estelares –la mayoría no visualizados por la tecnología actual– del mismo tamaño de Plutón, como Eris, por ejemplo.
En 2006, tras este hallazgo, la Unión Astronómica Internacional votaría por cambiar el estatus de Plutón a planeta enano, llevando a Mike Brown, el responsable de este cambio, a ser bautizado como "el hombre que mató a Plutón".
Pero entonces vuelve a surgir la duda: si plutón no está interfiriendo en las órbitas de Urano y Neptuno, ¿qué objeto está conmocionando a los demás objetos estelares? En este preciso instante, comienza una búsqueda exhaustiva del Planeta 9.
La guerra astronómica en la búsqueda del Planeta 9
La verdadera batalla –dialética, por supuesto– en el ámbito astronómico, comenzó cuando los medios de comunicación se hicieron eco de un estudio de los astrónomos Chad Trujillo y Scott Sheppard, en el que se analizaban las órbitas de algunos TNOs.
El equipo llegó a la conclusión de que su perihelio –el punto de los objetos más cercano al Sol– estaba alineado de forma casi perfecta, algo verdaderamente extraño y que podría tener como causa el ya mencionado Planeta 9. Cabe destacar que su observación, en la actualidad, es realmente complicada por estar tan alejados del Sol.
En 2016, ese mismo, otros astrónomos, Mike Brown y Konstantin Batygin, publican otro estudio que se centra en calcular las órbitas de otros TNOs, comprobando que estas son coplanarias, es decir, todos los puntos se encuentran en el mismo plano. De nuevo, un fenómeno extraño que no sucede por casualidad, lo cual refuerza la teoría del Planeta 9.
Los astrónomos plantean que este objeto sería una supertierra, una Tierra masiva cuya órbita es muy elíptica, lo que modificaría las trayectorias de los demás TNOs. Algo parecido a lo que concluyeron el año pasado Malena Rice y Gregory Laughlin, de la Universidad Yale (Estados Unidos).
En una nueva investigación, mediante el método "desplazamiento y apilamiento", que resulta de cambiar las imágenes de un telescopio espacial a lo largo de las trayectorias orbitales para después apilarlas juntas y combinar su luz tenue –hay que recordar que en esta región inexplorada la luz del Sol es apenas inexistente–, descubrieron 17 objetos potenciales para ser el Planeta 9.
Y, según afirmaron, de existir tendría que tener una masa de 5 a 10 veces la de la Tierra y estaría de 14 a 27 veces más del Sol que Neptuno.
Aunque en febrero de este mismo año, un equipo liderado por Kevin Napler, astrónomo de la Universidad de Michigan (Estados Unidos), planteó que la hipótesis podría ser nula. Argumentaron que en todas las investigaciones había un sesgo de selección, un error estadístico que se produce al concluir mediante la observación de los TNOs en un momento determinado, lo cual puede conducir a falacias que pasan casi inadvertidas en los estudios científicos.
Sin embargo, no descartan su existencia en absoluto, sino que explican que no existe evidencia para descartar la hipótesis nula, algo matizadamente diferente. Pero, ¿y si existiera realmente el Planeta 9? ¿Sería un planeta o un objeto alienígena no observado?
¿Planeta, agujero negro u objeto alienígena?
Existen astrónomos que han ido más allá y han hipotetizado sobre la idiosincrasi del afamado Planeta 9. Hasta la fecha, existen 3 teorías que dominan su origen.
La primera hace referencia a que es un planeta, aunque se formó en el mismo lugar en el que ahora se oculta, aunque resulta improbable, debido a que el Sistema Solar se tendría que haber estirado tanto como el lugar donde se ubica.
La segunda hipótesis hace las delicias de las teorías más cercanas a las conspiraciones: el Planeta 9 es un objeto alienígena que fue robado de otra estrella diferente al Sol hace muchísimo tiempo, cuando el astro rey se encontraba aún en su lugar de nacimiento.
La última, y algo más plausible, es que corresponda a un agujero negro primordial, con una masa de hasta 10 veces la de la Tierra, lo que entraña un verdadero problema para su observación. En términos de telescopios, sería como intentar encontrar una hormiga observando desde un rascacielos.
Así, la tecnología tendría que avanzar mucho aún, ya que existirían 2 posibilidades para plantear su observación. En primer lugar, buscar rayos gamma que emiten diferentes objetos al quedar atrapados en un agujero negro; en segundo lugar, la creación de naves espaciales que viajen hasta dicha región y pasen tan cerca del agujero que sean atraídos por este, una hazaña verdaderamente prodigiosa para la ciencia.
Para llevar a cabo la hercúlea tarea, la Tierra tendría que disponer de un láse que diera impulso a las naves hasta un 20% la velocidad de la luz. Si la velocidad es inferior a esa franja, la nave no llegaría hasta dentro de cientos de años, por lo que el estudio sería uno de los más largos de la historia de la humanidad.
Dicho esto, por el momento lo único que se pueden conseguir sobre el Planeta 9 son teorías. En la mente del lector queda dilucidar a qué hace referencia este objeto que tiene intrigada a toda la comunidad astronómica.