Nuevos modelos biomecánicos explican la evolución del canal de parto en humanos y sugiere que facilita nuestra posición erguida más que la locomoción bípeda.
Caderas estrechas y bebés con cabezas grandes
La biomecánica, encargada de aplicar los principios de mecánica al cuerpo humano, una vez más nos ayuda a resolver una de las grandes interrogantes sobre nuestra anatomía. Por mucho tiempo nos hemos cuestionado acerca de lo difícil que resulta el parto en humanos a diferencia de en otros primates.
El canal de parto o excavación pélvica es un túnel óseo orientado de forma oblicua, torcido en la entrada. Esta estructura fuerza a la rotación de la cabeza y hombros del bebé en casi 90°, de forma que encaja en la pelvis y se desliza exitosamente hacia el mundo exterior. Sin embargo, esto implica que las contracciones sean más fuertes y trae consigo un gran riesgo. Si el bebé se atasca, su vida y la de la madre estarían en peligro. De hecho, se cree que esto ocurre en hasta el 6% de todos los nacimientos en el mundo.
Especialistas han trabajado durante muchos años tratando de averiguar la razón e inevitablemente nos lleva a pensar que la función de la pelvis es la postura erguida. Desde el punto de vista evolutivo, por las ventajas del movimiento bípedo permanente, valían la pena los riesgos adicionales que conllevaba tener caderas estrechas y bebés con cabezas grandes.
Estabilidad
No obstante, en un nuevo estudio publicado en BMC Biology, investigadores utilizan modelos biomecánicos los cuales sugieren que la excavación pélvica no nos ayuda tanto a caminar como a ponernos de pie.
Imaginemos que esta zona es anatómicamente distinta. Si la entrada uterina hasta el canal fuera más profunda y ovalada, un bebé podría deslizarse sin inconvenientes, como lo hacen los bebés de otros primates. Para ellos esto no representaría un problema, pero para nosotros implicaría que la pelvis se incline mucho más, lo cual agregaría una curva más profunda a la parte inferior de la espalda.
Dicha curva adicional expondría la estabilidad de la columna vertebral y la desgastaría rápidamente. No solo eso, comprometería nuestra postura erguida. Según los investigadores, esta sería la razón por la que la entrada del canal de parto desarrolló una nueva forma.
«Argumentamos que el alargamiento transversal de la entrada pélvica ha evolucionado debido a los límites en el diámetro de adelante hacia atrás en humanos impuestos por el equilibrio de la postura erguida, más que por la eficiencia de la locomoción bípeda«, señala Philipp Mitteroecker.
Giros riesgosos
Los modelos realizados en el estudio sugieren que la salida del canal del parto tiene la forma precisa para soportar mejor el suelo pélvico. Incluso cuando para salir el bebé tiene que realizar dos giros: primero para sacar la cabeza y luego los hombros.
Si el canal de parto inferior tuviera una salida que fuera aún más ancha, los resultados indican que ayudaría aún más a la estabilidad del piso pélvico. No obstante, ocasionaría que el parto fuera demasiado riesgoso. Un giro adicional sería demasiado difícil para que la cabeza y los hombros del bebé se balancearan.
«Nuestros resultados proporcionan una explicación evolutiva novedosa sobre la forma retorcida del canal de parto humano», concluyen los autores.
El siguiente paso de este novedoso estudio es comparar nuestra anatomía con la de los neandertales. Sobre todo si consideramos que ellos también se paraban y caminaban erguidos pero tenían canales de parto más similares a los chimpancés.