En la Luna, es fácil reconocer un cráter de impacto en su superficie. Sin atmósfera, estas marcas permanecen inalteradas durante mucho tiempo. En la Tierra, se borran por la acción de la intemperie, por lo que es un desafío reconocerlas. Ahora, una investigación publicada en Scientific Reports ha encontrado una manera de detectar y definir estos lugares.
Los meteoritos pueden alcanzar la atmósfera terrestre a una velocidad de 72 km/s. Al pasar, parte de ellos se vaporiza ya que chocan contra las moléculas de aire. Dependiendo de su tamaño, cuando golpea el suelo, la roca deja una marca: el cráter de impacto.
Todo este evento involucra mucha energía y una consecuencia de esto es la formación de plasma. Este es un tipo de gas calentado en el que los átomos se dividen en iones y electrones positivos. El proceso deja su huella en las rocas a través del magnetismo.
Muestras de roca recolectadas del impacto de Santa Fe. / Gunther Kletetschka et al.
El estudio
Gunther Kletetschka, geólogo de la Universidad de Alaska y autor principal del estudio, explicó que cuando ocurre un impacto, hay una tremenda velocidad involucrada. Esta energía cinética luego produce calor, vapor y plasma.
“Mucha gente entiende que hay calor, tal vez algo de fusión y evaporación, pero no piensan en el plasma”, agregó Kletetschka. El plasma es una parte clave del nuevo método para rastrear antiguos cráteres de impacto.
Los autores analizaron la estructura de impacto de Santa Fe, Nuevo México, estimada en 1.200 millones de años. Notaron que el plasma producido por el evento producía un efecto extraño con el magnetismo natural de las rocas, formando un área de impacto en la que los niveles de magnetización de las rocas eran 10 veces menores que las medidas normales.
La magnetización natural de las rocas es bastante pequeña, alrededor del 1% al 2% de su masa, algo que no es capaz de atraer un imán. Sin embargo, se puede medir fácilmente con equipo geológico.
Normalmente, el nivel de magnetismo en las rocas vuelve a su estado natural casi inmediatamente después de un impacto. Pero los investigadores notaron que, en el cráter de Santa Fe, el magnetismo nunca regresó a su estado original.
Huellas
El plasma habría creado un escudo magnético, que mantuvo a las partículas magnéticas en su estado «empujado» por impacto, lo que llevó a su organización aleatoria. Como resultado, la intensidad magnética de las rocas se redujo a menos del 0,1%, hasta 10 veces menos que los niveles naturales.
“Nuestros datos no solo aclaran cómo un proceso de impacto permite una reducción de la paleointensidad magnética, sino que también inspiran una nueva dirección de esfuerzo para estudiar los sitios de impacto, utilizando la reducción de la paleointensidad como un nuevo proxy de impacto”, escriben en su trabajo.
Este descubrimiento es importante porque permitirá a los científicos tener otra herramienta cuando se trata de encontrar sitios de impacto. Incluso aquellos que no tienen los signos normales de impacto, como conos rotos o cráteres.