Romper un huevo sobre el borde de un plato o golpeándolo de forma estratégica es bastante sencillo. Ni qué decir tiene lo fácil que es romperlo si se cae al suelo o le echamos algo encima por accidente. Todos lo hemos sufrido alguna vez transportando la compra. Pero si intentamos romperlo apretándolo con una mano la cosa cambia. Tanto que incluso se ha convertido en un reto viral en las redes sociales.
El proceso es sencillo. Tomas un huevo crudo con una mano y lo aprietas con todas tus fuerzas. Sin dar un golpe seco. Otra variante es apretarlo entre las dos palmas de las manos. De cualquier forma, difícilmente lograremos romperlo. Con lo frágil que parece.
Esto tiene una explicación, basada tanto en la forma como en los materiales del huevo. Al fin y al cabo, no deja de ser una estructura para proteger a un embrión en desarrollo. Debe ser resistente, para que este pueda crecer sin problema. Pero lo suficientemente frágil para que el pollito lo pueda romper desde dentro llegado el momento. Y esto es algo que la naturaleza ha logrado a la perfección, como bien demostró en 2017 el equipo del profesor Marc Andre Meyers, de la Universidad de California San Diego.
El reto viral de romper un huevo
El reto viral de romper un huevo con una mano está circulando últimamente por las redes sociales. Pero no es la primera vez que lo hace, pues es bastante habitual que de vez en cuando se ponga de moda.
Y es que, en realidad, hace muchos años que se sabe la dificultad que entraña. De hecho, en un artículo publicado en Phys, Meyers explicó que decidió llevar a cabo su estudio porque es un fenómeno que le llamaba poderosamente la atención cuando era un niño.
Con el tiempo, supo que en parte se debe a dos factores principales. Por un lado, a que los huevos de gallina describen una curva catenaria. Esta curva es la que se forma cuando tomamos una cadena o cuerda por sus dos extremos y la dejamos caer por su propio peso. Si la imaginamos al revés, tenemos la forma de muchos arcos usados en arquitectura. Por ejemplo, Antoni Gaudí fue muy dado a usar este arco en sus edificios. Y esto se debe precisamente a que es una curva muy resistente, porque distribuye homogéneamente el peso que soporta.
Por otro lado, si apretamos un huevo con las manos estamos aplicando una fuerza en una gran superficie. Todo lo que ocupan nuestras manos. La presión es igual a la fuerza dividida entre la superficie. Es decir, para una misma fuerza, la presión será mayor cuando más pequeña sea la superficie.
Y menor, cuanto mayor sea. Por lo tanto, si usamos toda la mano, estamos distribuyendo la fuerza en una gran superficie. De hecho, este es el motivo por el que es mejor andar sobre la nieve con raquetas o esquíes que con zapatos. Porque, al ser mayor la superficie, se hace menos presión y no nos hundimos.
Una vez que fue adulto y científico experto en materiales bioinspirados, Meyers sabía ya todo esto. Pero quería saber hasta qué punto puede resistir un huevo. Por eso, decidió indagar en busca de los motivos. Para ello, él y su equipo tomaron huevos de varias especies de aves, desde los pequeñitos de las codornices hasta otros mucho más grandes, de avestruces.
Todos se colocaron en un sistema electromecánico que los sometía a presión entre dos piezas de goma. El resultado era similar al que se produce cuando apretamos con las manos. Sabían que al someterlo a este esfuerzo, se generan unas tensiones, conocidas como tensiones de tracción, que se extienden radialmente por la cáscara, en vez de hacia dentro. ¿Pero hasta qué punto?
Pues bien, tras el experimento pudieron concluir que para romper el huevo se debe superar un punto crítico, equivalente a la resistencia a la tracción del carbonato cálcico, que es el material del que está compuesta la cáscara.
No son todos iguales
Otro dato interesante de este estudio es que no todos los huevos son igual de complicados de romper. La fuerza de la cáscara disminuye con el aumento del tamaño y, por lo tanto, del grosor, pero la fuerza requerida para romper el huevo aumenta porque la superficie es mayor.
Cabe destacar también, aunque no forme parte de este estudio, sino de otro publicado poco después, que no todos los huevos tienen la misma forma. En general, en todos se garantiza esa resistencia a la tracción. Pero con variaciones. Por ejemplo, hay huevos más redondeados y otros bastante más cónicos.
Esto se debe a que un huevo redondo puede rodar más fácilmente. Por eso, las aves que anidan en acantilados generalmente tienen otros más cónicos. También dependerá mucho del número de huevos que pone cada ave de una vez, puesto que la forma puede ir dirigida a optimizar el calor cuando se incuban.
Son muchos los factores que hacen que los huevos sean de una forma u otra. Pero, volviendo a los de gallina, saber qué los hace fuertes es importante para buscar medidas dirigidas a evitar todas esas roturas que se producen en la industria o los supermercados, tanto en su almacenamiento como en su transporte.
El truco final
Ya sabemos por qué es tan difícil romper un huevo. Solo queda una pequeña trampa para superar este reto viral: un anillo. Si llevamos un anillo, aunque la presión con las manos se extienda por el huevo, la del anillo, más concisa, sí que atravesará la cáscara, porque se hará en una superficie muy pequeña.
Eso sí, igualmente hay que hacer bastante fuerza y es posible que el contenido del huevo salte por los aires. Y no debemos olvidar que manipular un huevo crudo, tanto su cáscara como su interior, puede suponer un encuentro poco amable con bacterias Salmonella.
Por eso, aunque este reto viral pueda parecer simpático, lo mejor es no hacerlo. O, si finalmente te decides a ello, limpiar todo bien después. De poco sirve cuidar la seguridad alimentaria si luego nos dedicamos a jugar así con la comida.