De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, el dengue, la fiebre amarilla y el chikungunya están entre los padecimientos que ponen en riesgo a la mitad de la población en el continente americano. Al no existir vacunas eficientes ni medicamentos para estas enfermedades las estrategias se han enfocado en el control de los mosquitos transmisores, tarea que se dificulta a causa de su adaptación a las áreas urbanas y su resistencia a los insecticidas.
Fidel de la Cruz Hernández Hernández, adscrito al Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), señaló que es relevante entender diversos aspectos de la biología de los mosquitos, ese es el caso del vuelo, función que les permite trasladarse, alimentarse y copular en el aire.
Y aunque se han desarrollado cepas de mosquitos machos con genes que afectan la capacidad de volar en sus hijas (solo las hembras pican y se alimentan de sangre), haciéndolas incapaces de reproducirse y de propagar agentes infecciosos, se sabe poco de la formación de los músculos de vuelo, lo cual limita la posibilidad de proponer otros métodos de control dirigidos a interferir este proceso.
En este sentido, el investigador encabezó un estudio para hacer una descripción general de la formación de los músculos indirectos de vuelo en el mosquito Aedes aegypti, que es el principal transmisor del dengue. Estos músculos están situados en el tórax y, a pesar de no estar unidos directamente a las alas, son los responsables de su movimiento.
Como parte de este trabajo, publicado en BMC Developmental Biology, se identificó que en la etapa larvaria existen grupos de células, ubicados en la región torácica, que migran y llegan al lugar adecuado para formar los músculos indirectos de vuelo.