Aunque se creía que eran solo algunos animales quienes vivían en los desiertos, la ciencia logró determinar que este ámbito está “vivo” y hasta respira vapor. Estos datos fueron publicados en la revista Journal of Geophysical Research: Earth Surface, gracias a la aplicación de una nueva tecnología.
Esta información es el resultado de más de 40 años de investigación en zonas inhóspitas y la recopilación a “escala milimétrica” de la cantidad exacta de humedad y densidad de la arena de estos espacios.
Estudiando desiertos
Liderado por Michel Louge, profesor de ingeniería mecánica y aeroespacial en la Facultad de Ingeniería, este proyecto que se extendió por décadas tenía por objetivo analizar los fluidos, los gases y las partículas sólidas que están presentes en una gran variedad de terrenos.
En ese sentido, los científicos detectaron que las dunas de arena crecen, se mueven y hasta respiran aire húmedo, ya que el vapor de agua penetra en el polvo y los granos extremadamente porosos que conforman este paisaje.
Denominado como “Transporte de vapor de agua a través de una superficie de arena árida: acoplamiento térmico no lineal, advección de poros impulsada por el viento, ondas subsuperficiales e intercambio con la capa límite atmosférica”, este análisis que fue publicado el 21 de marzo, buscó evaluar la materia con mayor sensibilidad, para lo cual, junto a sus alumnos, Louge desarrolló una nueva herramienta, similar a una sonda.
En 2000, el científico de la Escuela Sibley de Ingeniería Mecánica y Aeroespacial, Universidad de Cornell, Ithaca, (Estados Unidos) inició una colaboración con Ahmed Ould el-Moctar de la Universidad de Nantes, Francia, con quien utilizó estas herramientas para analizar la humedad en las dunas de arena y comprender cuál es el proceso mediante el cual las tierras agrícolas se convierten en desierto.
Una situación que, en medio del cambio climático, se posiciona como una de las dudas más importantes en todo el mundo.
“El futuro de la Tierra, si seguimos así, es un desierto”, dijo Louge.
Gracias a estas sondas que permiten realizar mediciones profundas y en detalle, los científicos pudieron evaluar a escala milimétrica la cantidad exacta de humedad y la densidad de la arena. El resultado fue asombroso.
La arena de estas zonas es muy porosa, con lo cual existe una ínfima cantidad de aire que se filtra por estos espacios.
“El viento fluye sobre la duna y, como resultado, crea desequilibrios en la presión local, lo que literalmente obliga al aire a entrar y salir de la arena. Entonces, la arena respira, como respira un organismo”, explicó Louge.
Esta presunta respiración permite que los microbios persistan en lo profundo de los desiertos, sin importar la temperatura a la que se encuentren las dunas.
Además, los científicos pudieron determinar que las superficies del desierto intercambian menos humedad con la atmósfera de lo estimado previamente, siendo que la evaporación del agua de los granos de arena consiste en una lenta reacción química.
“Podríamos haber publicado los datos hace 10 años para informar la precisión de nuestro enfoque, pero no fue satisfactorio hasta que entendimos lo que estaba pasando. En realidad, nadie había hecho algo así antes. Esta es la primera vez que se pueden medir niveles tan bajos de humedad”, afirmó Louge.