Un equipo internacional de científicos ha descubierto un nuevo tipo de explosión estelar: la micronova. Como su propio nombre indica, es básicamente una nova pequeña. Las novas son el resultado de estrellas enanas blancas en las que se ha producido un explosivo proceso de fusión nuclear que enciende toda su superficie durante semanas. Si el proceso es especialmente luminoso se conoce como supernova. Y en el lado opuesto ahora están las micronovas.
En su caso esa explosión tan luminosa no se da en toda la superficie, sino solo en los polos magnéticos de la estrella. Además, no dura semanas, sino únicamente unas horas. Por eso, se cree que debe haber muchas micronovas en el universo, pero que hasta ahora no se habían podido observar por su corta duración.
De hecho, una muestra de su abundancia es que los autores del estudio que se acaba de publicar en Nature encontraron ni más ni menos que tres. Esto no habría sido posible sin la colaboración de dos grandes instrumentos: el Satélite de Encuesta de Exoplanetas en Tránsito (TESS) de la NASA y el x-shooter del Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral (ESO). La combinación de ambos ha ayudado a dar con estas tres y no es descartable que pronto encuentren muchas más. Pero veamos qué se sabe hasta el momento sobre las micronovas.
Los diferentes tamaños de la nova
En noviembre de 1572 el astrónomo danés Tycho Brahe acuñó por primera vez el término “nova” al observar en el cielo algo que, para él, era una nueva estrella recién instalada en el firmamento.
Era todo lo que podía saberse con las tecnologías de las que se disponía en esa época. Sin embargo, con el tiempo otros astrónomos comprobaron que, en realidad, no se trataba de una nueva estrella. Las novas se forman en sistemas binarios constituidos por al menos una enana blanca; es decir, una estrella muerta muy densa, con una masa cercana a la de nuestro Sol, pero tan pequeñas como la Tierra. En ese sistema la enana blanca tiende a robar material de su estrella compañera, generalmente hidrógeno. Cuando este cae sobre la superficie caliente de la enana blanca se produce un proceso de fusión entre átomos de hidrógeno, para dar lugar a átomos de helio. Es un fenómeno muy explosivo, que enciende toda la superficie de la estrella durante semanas.
Cuando Tycho Brahe observó una nova por primera vez pensó que era una nueva estrella, de ahí su nombre.
Ese encendido fue lo que vio Tycho Brahe. Para él una nueva luz en el cielo significaba una nueva estrella, pero en realidad ya llevaba muchísimo tiempo allí. Aun así, se mantuvo el nombre de nova y se añadió el de supernova para las explosiones más luminosas. De hecho, lo que vio el astrónomo danés fue lo que a día de hoy se conoce como una supernova.
En cuanto a las micronovas, su descubrimiento ha sido similar al de Tycho Brahe, pero con unas tecnologías bastante más avanzadas. Sus responsables estaban observando los datos astronómicos recogidos por TESS cuando detectaron un inusual destello de luz óptica que duró unas pocas horas. Decidieron seguir indagando y encontraron al menos dos más. Los dos primeros procedían de enanas blancas conocidas y una investigación más exhaustiva, esta vez con el instrumento x-shooter del VLT, mostró que el tercero también. Podrían ser novas, pero poseían algunas peculiaridades ajenas a este tipo de explosión. Y eso fue lo que les hizo darse cuenta de que estaban ante algo nuevo: la micronova.
Las características de la micronova
Las micronovas no pueden darse en cualquier enana blanca. Solo ocurren en aquellas con un fuerte campo magnético, que provoca que el material robado de sus estrellas compañeras se canalice hasta sus polos. Es ahí donde se producen las explosiones y los destellos, mucho menos duraderos.
La energía de esta explosión podría quemar 3,5 billones de pirámides de Giza en unas pocas horas.
Pero que no nos confunda el nombre. No se trata de una nova poco energética. El prefijo micro- se usa porque no se cubre toda la superficie de las estrellas y, además, el proceso es más corto. Sin embargo, son tan energéticas que, según explican los autores del estudio en un comunicado, podrían quemar 3,5 billones de pirámides de Giza en unas pocas horas. Resulta raro que hayan elegido este monumento en vez de los campos de fútbol o las piscinas olímpicas, pero no estamos aquí para juzgarles.
Lo que está claro es que el suyo ha sido un gran hallazgo, que añade un nuevo tipo de explosión a la lista desgranada de aquella nueva estrella que Tycho Brahe divisó en el firmamento. Todo está ahí. Para ver más solo necesitamos instrumentos capaces de llevarnos mucho más lejos que nuestros ojos.