Cada planeta del sistema solar tiene una apariencia diferente. Suficiente como para que de un simple vistazo seamos capaces de distinguirlos. Esta apariencia por supuesto viene determinada por la composición química y la estructura de su superficie o de su atmósfera. Puesto que esta es inevitablemente diferente para cada cuerpo del sistema solar, aunque pueda haber similitudes, tiene como consecuencia esa diferenciación visual de cada planeta. Hagamos un repaso del origen del color de cada uno de los ocho planetas de nuestro sistema solar.
Mercurio
Mercurio es el más pequeño de los planetas y el único sin una atmósfera perceptible, por su reducido tamaño pero también por su cercanía al Sol, que lo expone al viento solar. Su superficie es uniformemente gris, muy similar a la de la Luna. Sin embargo sus composiciones son diferentes. En la superficie de Mercurio predominan los óxidos de silicio, magnesio y hierro y se encuentran también grandes cantidades de sulfuros. En la Luna predominan los feldepatos, que tienen mayor presencia de aluminio o calcio. Todos estos minerales, como la mayoría de sólidos de origen geológico, tienen un aspecto grisáceo y aburrido, dando al planeta Mercurio su apariencia.
Venus
La superficie de Venus también es de color grisáceo, pero nos resulta invisible desde el espacio debido a la densa atmósfera que rodea al planeta. Venus es de aproximadamente el mismo tamaño que la Tierra, pero está rodeado por una atmósfera mucho más voluminosa que la nuestra, causante de presiones más de 90 veces la presión atmosférica sobre la superficie terrestre. Esta atmósfera tiene un color beige blanquecino bastante pálido y está compuesta principalmente de dióxido de carbono. Sin embargo su color no parece provenir de este gas, que es incoloro, sino de las nubes de ácido sulfúrico y otros compuestos que se forman en ella.
Tierra
Nuestro planeta es el más grande de los planetas rocosos y el único que alberga agua líquida sobre su superficie y, por supuesto, vida. Esto es de hecho lo que da a la Tierra su color, o amalgama de colores, característico. El azul de los océanos supone un 70 % de la superficie. Siendo el resto una combinación del verde de plantas y bosques, el marrón de la tierra y el blanco de glaciares y casquetes polares. Todo ello cubierto por una capa nubosa cambiante de color blanco. El color azulado de los océanos proviene de la absorción del agua de la luz con longitudes de onda más largas (luz roja o infrarroja), que deja pasar a la luz azul con mayor facilidad.
Marte
El planeta rojo debe su nombre al evidente motivo de que toda su superficie parece estar bañada en un tono rojizo o anaranjado. Tan presente está la coloración, que resulta rojo a simple vista desde la superficie de la Tierra y ya desde la antigüedad se conoce a este planeta por su color. Este color se debe a que toda la superficie está oxidada, como podría estarlo un trozo de hierro expuesto y desatendido. El poco oxígeno de la fina atmósfera marciana reacciona con el hierro de los minerales de la superficie para darle ese color. Sin embargo, si cavamos apenas unos centímetros bajo esta capa rojiza pronto encontramos minerales grisáceos.
Júpiter
El planeta más grande del sistema solar está formado principalmente de hidrógeno y helio, como el Sol, pero son otra vez los gases minoritarios los que dan a Júpiter su color, o colores, característico. Las capas altas de la atmósfera del gigante gaseoso, las que podemos ver desde la distancia, se diferencian en dos zonas con colores y composiciones diferentes. Por un lado tenemos los cinturones, que son más oscuros y por otro las “zonas”, más claras. En el caso de estas últimas estamos bastante seguros de que su color blanquecino se debe a una mayor concentración de cristales de amoniaco. Los cinturones suelen situarse por debajo de las zonas, a menor altura, y aunque desconocemos exactamente qué mecanismo les da su color marronáceo y rojizo, sí creemos que tiene que ver con la presencia de azufre, fósforo y carbono.
Saturno
La atmósfera del señor planetario de los anillos es considerablemente más aburrida que la de Júpiter, al no presentar apenas distinción en bandas ni estructuras perceptibles, como las tormentas que sí hemos observado en Júpiter, Urano y Neptuno. Su color amarillento tiene el mismo origen que las bandas claras de Júpiter: nubes de cristales de amoníaco. Bajo éstas pueden encontrarse también nubes de cristales de agua, aunque no son responsables del color observado. Sin embargo sí puede observarse cierta actividad, como las estructuras que se forman cerca de los polos, de forma hexagonal, o fugaces tormentas como la que cruzó el planeta en 2011.
Urano y Neptuno
Ambos gigantes helados presentan un tono azulado similar, aunque más claro para Urano que para Neptuno. En ambos casos la contribución principal a este color proviene del metano, el tercer gas más presente en la atmósfera de los dos planetas, tras el hidrógeno y el helio. Sin embargo este gas debería dar a estos planetas un tono cian, como el de Urano, por lo que se cree que otro gas debe estar contribuyendo a oscurecer el tono azul de Neptuno, aunque en la actualidad desconocemos cuál es.