Los cohetes chinos están que se salen. Literalmente. En el último año, han sido varias las ocasiones en las que algún fragmento de basura espacial procedente de estos vehículos se ha desorbitado y caído sobre la Tierra. Incluso hace poco pudimos ver desde España una hilera de bolas de fuego generadas por estos escombros. Hace poquísimo de eso, pero la Tierra se prepara de nuevo para recibir una nueva tanda de chatarra.
En esta ocasión se trata de fragmentos del cohete Long March 5B que se usó el 24 de julio para llevar nuevas piezas a la estación espacial Tiangong. Según las observaciones y los cálculos de Jonathan McDowell, un astrofísico del Centro Harvard-Smithsonian, la primera fase del cohete chino se dejó libremente en órbita después de realizar su trabajo. Por lo tanto, lo más probable es que se desorbite y caiga descontroladamente sobre la Tierra.
Esto es algo común, no pasa solo con cohetes chinos. El resultado suele ser que los fragmentos de basura espacial se queman al entrar en contacto con la atmósfera, reduciéndose a pedazos tan pequeños que sería muy raro que generen daños. Sin embargo, este caso podría ser algo más preocupante, ya que el cohete que se usó mide 53,6 metros y pesa 837.500 kilogramos. Por mucho que se descomponga, los fragmentos podrían seguir siendo grandes y suponer un riesgo.
El problema de dejar libre la basura espacial
Una vez que un cohete ha terminado su trabajo en el espacio, desde la Tierra se puede optar por dos opciones: devolverlo a casa de forma controlada o dejarlo libremente hasta que se acabe desorbitando y cayendo en cualquier punto.
La primera opción, como es lógico, es la más segura. Sin embargo, la segunda es infinitamente más barata. Por eso, tanto desde China como desde otros países se ha optado a menudo por dejar que su basura espacial se mueva libremente.
Al fin y al cabo, según se explicaba en un estudio sobre este tema publicado recientemente, resulta mucho más rentable pagar una indemnización en el improbable caso de que algún fragmento caiga a un humano. El problema es que, según ese mismo estudio, cada vez será algo menos improbable. De hecho, en menos de una década la probabilidad de que uno de estos desechos caiga sobre un humano será de un 10%. Es preocupantemente alta.
Por este motivo, algunas compañías privadas, como SpaceX, ya están desarrollando cohetes reciclables, que se devuelven de forma controlada a la Tierra e incluso pueden volver a usarse después. Además, estos cohetes se ponen a disposición de grandes agencias, como la NASA.
La compañía de Elon Musk tiene sus motivos para obrar de este modo. Por un lado, intentan compensar (difícilmente) toda la basura espacial que están liberando con sus constelaciones de satélites. Pero, por otro lado, buscan evitar que vuelvan a ocurrir situaciones como la que se dio en 2021, cuando un fragmento de uno de sus cohetes cayó sobre una granja de Washington.
En el caso de los cohetes chinos, en cambio, por ahora siguen actuando por el método tradicional: dejar que su basura espacial vuelva a la tierra sin control. El problema es que actualmente tienen una actividad muy intensa por la construcción de su Estación Espacial Tiangong. Eso supone el lanzamiento de muchos cohetes y, con él, muchos más desechos de vuelta a la Tierra.
Malas experiencias con los cohetes chinos
En 2020, los restos de un cohete chino Long March cayeron sobre una aldea de Costa de Marfil, dañando algunos edificios. Por suerte no hubo que lamentar daños personales, pero fue un aviso de lo que puede pasar cuando la basura espacial se descontrola.
Más tarde, en 2021, nuevos fragmentos de uno de sus cohetes cayeron en el océano, cerca de las Maldivas. Y recientemente los vimos atravesar el cielo español hasta perderse sobre el Mediterráneo.
Las quejas de otras agencias espaciales por esta incesante lluvia de escombros de cohetes chinos comienzan a ser muy abundantes. Tanto, que China salió hace un año a responder las críticas, asegurando que ellos no son los únicos que realizan reentradas sin controlar y que todas estas quejas son fruto de la envidia por su rápido progreso en tecnología espacial.
Sea cual sea el motivo, lo que está claro es que, con el aumento de la población mundial y la cantidad de basura espacial, devolver chatarra sin controlar a la Tierra es cada vez más peligroso. No importa si los fragmentos proceden de China o de la mismísima NASA. Es una situación peligrosa y habría que buscar soluciones antes de que haya que lamentar algo más que unas simples bolas de fuego rasgando el cielo.