Cada año agosto trae consigo la lluvia de estrellas de las Perseidas, una de las lluvias de estrellas más famosas y más activas, que resulta especialmente atractiva por ocurrir en una época en la que gran parte de la población se encuentra de vacaciones y, especialmente, en la que apetece quedarse por la noche observando el cielo nocturno, porque las condiciones meteorológicas acompañan.
Esta lluvia de estrellas recibe dos nombres, Perseidas, el más habitual y astronómico, y lágrimas de San Lorenzo, más tradicional. El primer nombre tiene un origen funcional: los bólidos de esta lluvia de estrellas parecen originarse cerca de la constelación de Perseo. Esta constelación se sitúa en el cielo del hemisferio norte, entre las constelaciones de Andrómeda y el Auriga, así como entre las constelaciones de Casiopea y Tauro. Esta constelación existía ya en la antigüedad, pues formaba parte de las 48 constelaciones que clasificó Ptolomeo en el siglo II d.C. Las Perseidas parecen provenir de Perseo porque esa es la dirección en la que se mueve la Tierra en su movimiento alrededor del Sol durante la época en la que ocurre esta lluvia de estrellas.
El segundo nombre tiene un origen más romántico y hace honor a San Lorenzo. Este diácono de Roma, nacido en Huesca durante el siglo III d.C fue martirizado y quemado en la hoguera durante las persecuciones a los cristianos que acabarían con el martirio del entonces papa Sixto II. San Lorenzo murió un 10 de agosto y por eso se celebra ese día su santoral. Al parecer las Perseidas serían las lágrimas que derramó durante su muerte.
Por supuesto todo esto nos habla de la cultura y sucesos históricos que rodean a esta lluvia de estrellas, pero no del auténtico origen astrofísico del suceso en cuestión. Este origen no es ni divino ni tiene nada que ver con la constelación de Perseo ni con ninguna de las estrellas que lo forman, sino que se sitúa en el cometa Swift-Tuttle. Este cometa fue descubierto en 1862 durante un acercamiento a la Tierra, por parte de los astrónomos Lewis Swift y Horace Parnell Tuttle. Durante este acercamiento el cometa llegó a ser tan brillante como la estrella Polar. Se predijo a partir de las observaciones y mediciones de 1862 que regresaría por el interior del sistema solar entre los años 1979 y 1983, pero no fue así. El cometa acabó regresando en 1992, con lo que fue identificado definitivamente como el cometa protagonista de algunas observaciones históricas, como las que se hicieron en China en el año 188. En su acercamiento de 1992 no fue visible a simple vista, pues no llegó a situarse a menos de unos 170 millones de kilómetros de la Tierra, mayor distancia que la que nos separa del Sol. Sin embargo, este acercamiento fue suficiente para provocar, al año siguiente, un aumento considerable en la actividad de la lluvia de estrellas de las Perseidas, que alcanzaron el ritmo de 300 bólidos a la hora.
Ahora sabemos, por observaciones posteriores al acercamiento de 1992, que el cometa tiene unos 26 kilómetros de diámetro y tarda unos 133 años en completar una órbita completa alrededor del Sol. Esta órbita es además altamente elíptica, lo que significa que la diferencia entre el punto más cercano de su órbita, el perihelio, y el punto más alejado, el afelio, es considerable. Durante el perihelio, Swift-Tuttle llega a situarse apenas más cerca que la Tierra del Sol, a unos 144 millones de kilómetros de la estrella. Durante el afelio sin embargo, el cometa puede alcanzar una distancia de más de 51 veces la distancia que separa Tierra y Sol, situándose entonces más allá de Neptuno e incluso de las partes más alejadas de la órbita de Plutón. Además, el cometa se encuentra en una resonancia de 1:11 con Júpiter, por lo que completa una órbita alrededor del Sol por cada 11 órbitas del gigante gaseoso.
El cometa Swift-Tuttle es, con diferencia, el más grande de aquellos cuerpos del sistema solar cuya órbita lo lleva de manera periódica a las cercanías de la Tierra. Esto lo hace potencialmente peligroso, por la posibilidad de una colisión entre ambos cuerpos. Cálculos realizados tras las observaciones de 1992 indicaban que el cometa pasaría extremadamente cerca de la Tierra en su siguiente visita, en el año 2126. Sin embargo se vio más tarde que estos cálculos arrastraban errores de un cálculo anterior realizado en 1973. Cuando se identificó que este cometa era el mismo que fue observado en China hace casi dos mil años y se introdujeron estos datos en los cálculos se vio que el riesgo de colisión disminuía considerablemente Según el cálculo actual, el cometa Swift-Tuttle pasará a más de 22 millones de kilómetros (unas 57 veces más lejos que la Luna) de la Tierra el 5 de agosto de 2126 y no tendrá ninguna posibilidad de chocar contra el planeta durante los próximos dos mil años.
De llegar a chocar, se calcula que este cometa impactaría con unas 27 veces más energía de la correspondiente al meteorito que acabó con los dinosaurios hace 66 millones de años.