Gracias al desarrollo de relojes atómicos de alta precisión, hoy se conocen diferencias casi imperceptibles.
Más breve que un parpadeo, esta diferencia en la rotación de la Tierra es útil para estudios astronómicos, de sismos o tormentas solares: Juan Esteban Hernández Quintero.
La Tierra tarda 24 horas en girar sobre su eje, constituyendo lo que conocemos como un día. Pero esa cantidad no es exacta si se mide con la alta precisión de los relojes atómicos, tecnologías de la ciencia actual encargadas de medir el tiempo diario, las cuales identifican pequeñísimas variaciones, como la ocurrida el pasado 29 de junio, cuando la rotación duró 1.59 milisegundos menos (un milisegundo es la milésima fracción de un segundo) y esa fecha se convirtió en un día mínimamente más corto.
Imperceptibles a nuestra vista, que puede captar apenas un parpadeo que dura de 300 a 400 milisegundos, estas alteraciones se pueden detectar con esos instrumentos año con año, y muestran que tienen un ciclo y que ese día más corto ocurre en el verano, a finales de junio y con más frecuencia en julio, aseveró el jefe del Servicio Magnético del Instituto de Geofísica de la UNAM, Juan Esteban Hernández Quintero.
Al explicar el fenómeno con una gráfica del sitio timeanddate.com, el científico refirió que en 2019 el de menor duración ocurrió el 16 de julio, con 0.95 milisegundos menos en la rotación de 24 horas; en 2020 sucedió el 19 de julio, con 1.47 milisegundos menos; en 2021, el 9 de julio, con 1.46 milisegundos menos; y en 2022 rompió récord el 29 de junio, con 1.59 milisegundos menos. Además, en el presente año el 26 de julio se registró otro más rápido, aunque no rompió récord, el cual duró 1.5 milisegundos menos.
“El día dura 24 horas y algunos segundos más. Normalmente los relojes que miden el tiempo que dura el día, a partir de los años sesenta, son superprecisos, llamados relojes atómicos, y detectaron que ese día la Tierra tardó unos cuantos milisegundos menos en girar. Como tardó menos en girar fue más rápido el movimiento de rotación, en ese día en particular en 1.59 milisegundos, una cantidad imperceptible para nuestra vida cotidiana”, destacó.
El científico dijo que el tiempo del que se habla en ese fenómeno es realmente pequeño; sin embargo, se puede conocer con mayor frecuencia a partir de los años 70 y 80 del siglo pasado. Desde entonces se detectaron 70 días que duraron menos de lo esperado, así que pocos duran 24 horas exactas y, a veces, un poco más.
“Ya conocemos en los calendarios el año bisiesto, un ajuste que ocurre cada cuatro años y genera un día más en el año que corresponde con el 29 de febrero. Esta carencia de tiempo, hablando a otra escala de milisegundos, hará que cuando tengamos un tiempo suficiente haya que agregar un segundo bisiesto. Probablemente ese segundo bisiesto se tenga que ajustar conforme se vayan acumulando más días con esta característica”, explicó sobre una hipótesis que se discute entre el gremio científico.
Hernández Quintero destacó que algunas disciplinas requieren un estudio preciso del tiempo, como la astronomía que utiliza un control exacto en el lanzamiento de naves al espacio, o la geofísica que hace mediciones de sismos y tormentas solares.
“Por ejemplo para reportar el inicio de un fenómeno magnético necesitamos de la mayor precisión en el tiempo; también cuando se avecina una tormenta solar o un sismo que reporta de manera muy precisa la duración y el inicio de un temblor para cuestiones de investigación”, ejemplificó el experto.
Hernández Quintero consideró que probablemente estas pequeñas variaciones en diversos fenómenos naturales siempre han existido, solamente que ahora las tecnologías son capaces de medirlas aunque sean imperceptibles a nuestros ojos.
En el futuro, de forma acumulada, por ejemplo durante 50 años, darán información sobre el comportamiento terrestre y podrán relacionar diversos fenómenos entre sí, pues el planeta carece de movimiento perfecto, acotó el universitario.
“Hay fenómenos que están aparentemente desconectados, como el campo gravitacional de la Tierra, que es estudiado de una manera independiente. Pero en la actualidad hay una serie de satélites alrededor de nuestro planeta que están midiendo ese campo gravitacional. En el núcleo terrestre pude haber algún reacomodo de masa que haga que el planeta cambie sus propiedades en el campo gravitacional, y esas pequeñas variaciones podrían ser relevantes”, finalizó.