Un grupo de astrónomos ha logrado proporcionar evidencia directa de la relación entre las supernovas y la formación de agujeros negros y estrellas de neutrones, gracias a observaciones realizadas con el Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral (ESO) y el New Technology Telescope (NTT) de ESO.
La confirmación de este vínculo, que no era nuevo en la teoría pero carecía de evidencia directa, ha sido detallada en un estudio publicado en la revista Nature y presentado en la 243ª reunión de la Sociedad Americana de Astronomía en Nueva Orleans.
El punto de partida de este descubrimiento se remonta a mayo de 2022, cuando el astrónomo aficionado sudafricano Berto Monard identificó la supernova SN 2022jli en la galaxia NGC 157, ubicada a 75 millones de años luz de distancia. Dos equipos diferentes se centraron en las secuelas de esta explosión, revelando un comportamiento único en comparación con otras supernovas.
Mientras la mayoría de las supernovas simplemente disminuyen su brillo con el tiempo, la SN 2022jli mostró un comportamiento peculiar, oscilando hacia arriba y hacia abajo en períodos de aproximadamente 12 días a medida que su brillo general disminuía.
Thomas Moore, estudiante de doctorado en la Universidad de Queen's de Belfast, señaló que este fenómeno de oscilaciones periódicas es el primero de este tipo registrado en una curva de luz de supernova.
Ambos equipos de investigación sugieren que la presencia de más de una estrella en el sistema SN 2022jli podría explicar este comportamiento. La estrella compañera, probablemente parte de un sistema binario común, parece haber sobrevivido a la explosión de la supernova y continuó orbitando con el remanente compacto.
Imagen ilustrativa de una supernova. Tomada de Wired.
Los datos recopilados revelaron fluctuaciones regulares en el brillo visible del sistema, así como movimientos periódicos de hidrógeno y ráfagas de rayos gamma. Los astrónomos concluyeron que la interacción entre la estrella compañera y el material emitido durante la explosión llevó a que la atmósfera rica en hidrógeno de la compañera se inflara más de lo habitual. Cuando el objeto compacto resultante cruzó la atmósfera de la compañera, le quitó hidrógeno, formando un disco caliente de materia alrededor de sí mismo.
Aunque no se pudo observar directamente el objeto compacto, los equipos sugieren que este robo de energía solo podría deberse a una estrella de neutrones invisible o posiblemente a un agujero negro que absorbe materia de la atmósfera hinchada de la estrella compañera.
Con la confirmación de la presencia de un agujero negro o una estrella de neutrones, los astrónomos reconocen que aún queda mucho por descubrir sobre este sistema binario enigmático. Los telescopios de próxima generación, como el Extremely Large Telescope de ESO, programado para comenzar a operar a finales de esta década, se espera que proporcionen nuevas pistas para desentrañar estos misterios cósmicos.