La cinta, dirigida por Stanley Kubrick, pronto se convirtió en un clásico del cine de ciencia ficción.
ESTADOS UNIDOS.- Para algunos es la más asombrosa epopeya metafísica de la historia del cine; para otros, quizá sólo es un ejercicio de petulante narcisismo. Para todos, "2001: Una odisea del espacio" es una obra fascinante, tan compleja y polisémica hoy como cuando se estrenó, hace ahora 50 años.
Solo un genial narcisista, un excéntrico manierista del cine, un autor, en toda la extensión de la palabra, como Stanley Kubrick (1928-1999), podía convertir en imágenes una historia tan compleja como esta, basada (con ciertas licencias) en el relato "El centinela", de Arthur C. Clark, quien, asimismo, fue coguionista junto al director.
Preestrenada el 2 de abril de 1968 en Washington y expuesta en salas en Nueva York un día después (según la web especializada IMDb) y galardonada con el Óscar a los mejores efectos visuales y 3 BAFTA (mejor fotografía, mejor sonido y mejor diseño de producción), "2001" conduce, en sus 143 minutos de duración, al espectador a una reflexión metafísica, que arranca hace cuatro millones de años.