Antes de su fallecimiento en 2016, David Bowie nos regaló “Lazarus”, una canción profundamente emotiva que marcó su despedida del mundo. Esta obra, incluida en su último álbum Blackstar, es un testimonio conmovedor de cómo enfrentó su enfermedad y su mortalidad, transformando su experiencia en arte.

Bowie fue diagnosticado con cáncer de hígado 18 meses antes de su muerte. Consciente de que sus días estaban contados, decidió crear un último proyecto que encapsulara su legado. Así nació Blackstar, su vigésimo quinto álbum de estudio, donde “Lazarus” ocupa un lugar especial por su carga emocional y simbólica.

Lanzada a finales de 2015, esta canción también formó parte del musical Lazarus, una secuela de la película The Man Who Fell to Earth, donde Bowie interpretó al icónico Thomas Jerome Newton. El musical debutó en noviembre de ese año en Nueva York, siendo una de las últimas apariciones públicas del artista.

La letra de “Lazarus” está llena de referencias directas a su estado de salud y su aceptación del final. Frases como “Mira aquí arriba, estoy en el cielo” o “De esta manera o de ninguna manera, seré libre” reflejan su preparación emocional para la despedida. Aunque el título hace alusión al personaje bíblico Lázaro, resucitado por Jesucristo, también puede interpretarse como una metáfora de la trascendencia artística y personal que buscaba Bowie.

El videoclip oficial, dirigido por Johan Renck, refuerza este mensaje. En él, Bowie aparece en una cama de hospital, con los ojos cubiertos por botones, representando su estado físico y emocional. En la escena final, entra en un ropero oscuro y cierra la puerta, simbolizando su adiós definitivo. Este impactante video fue grabado mientras el músico recibía la noticia de que su cáncer era terminal.

“Lazarus” fue lanzada el 7 de enero de 2016, dos días antes del cumpleaños número 69 de Bowie y de la publicación de Blackstar. Solo tres días después, el 10 de enero, el mundo perdió a una de las figuras más influyentes de la música, el arte y la moda.

Tony Visconti, productor y amigo cercano de Bowie, describió este álbum como un regalo de despedida. En sus palabras: “Siempre hizo lo que quiso hacer. Su muerte no fue diferente a su vida: una obra de arte. Blackstar es su último regalo para nosotros”.

Con “Lazarus”, David Bowie no solo se despidió, sino que dejó un legado eterno. Transformó su muerte en una obra maestra, recordándonos su capacidad única para convertir lo personal en algo universal.