Como buen vasco, acostumbrado a discutir en voz alta y con pasión, con ideología republicana, no podía menos que reprochar con un “me cago en la hostia” aquella terrible matanza del 68. Mi padre sabía lo suficiente sobre la represión que pueden ejercer los gobiernos tiranos, pues había vivido durante la Guerra Civil Española, su final en el 39 y los comienzos de la dictadura de Franco, cuando salió de Erandio (un pueblo de Bilbao) hacia el sur de Francia, donde fue capturado y llevado a un campo de concentración. Él siempre me decía que no le gustaban aquellos que tenían alguna identificación, principalmente las “cachuchas” que los presentaran como policías, soldados o gente asociada a ellos. Y eso que en aquella época eran relativamente confiables los que representaban la autoridad o la ley, ¿qué diría ahora?
Los hechos ocurrieron el dos de octubre de 1968, a las seis de la tarde en Tlatelolco, enfrente del edificio de Relaciones Exteriores del Gobierno de México. ¡Quién lo diría! Cinco años después, el 11 de septiembre de 1973 (ese día me enteré que habían asesinado al presidente chileno, Salvador Allende) yo jugaba “una cascarita” de fútbol en los jardines de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, con niños que no conocía. Pisábamos los jardines, sin darnos cuenta de que ahí habían caído muchos jóvenes, estudiantes de preparatoria, profesional y vocacional, que protestaban por la irrupción de la policía en recintos universitarios, violando flagrantemente la autonomía.
El entonces rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Javier Barros Sierra, protestó enérgicamente, con un célebre discurso sobre la autonomía universitaria e izando la bandera nacional a media asta, en contra de los acontecimientos de intervención de granaderos, en una gresca típica de las pasiones que genera el fútbol americano entre rivales deportivos, como fue en la Preparatoria Isaac Ochotorena (incorporada a la UNAM) y en la Vocacional Dos, del Instituto Politécnico Nacional. El rector Barros protestó por la entrada a recintos autónomos universitarios y por la detención de estudiantes.
El gobierno respondió con amenazas, secuestros y finalmente, con el ejército aliado, con la matanza y persecución de estudiantes. El motivo de esa acción, expresado por el presidente Gustavo Díaz Ordaz (quien asumió siempre la responsabilidad de la trágica escena de un crimen cometido a mansalva contra estudiantes indefensos), fue la supuesta amenaza del comunismo. Todo ello en vísperas de los Juegos Olímpicos del 68, a celebrarse en nuestro país.
¿Por qué el dos de octubre no se olvida? Últimamente varios autores como Andrés Oppenheimer y Jorge Castañeda señalan que la tendencia del mexicano es vivir en el pasado, en la historia y poco se preocupa del presente y del futuro. Tal vez tengan razón en ciertos aspectos, pero permítanme diferir en este “dos de octubre no se olvida”. A mí en lo personal, sí me preocupa el presente y el futuro de los jóvenes estudiantes. No sé por qué razón en nuestro país tenemos tanto tiempo, quizás desde el 68, dejando a miles de jóvenes a la deriva y esto no es historia, ni pasado. Hay formas de asesinato del alma más sutiles pero más cruentas, que el mismo crimen del 68. Ese asesinato del alma es aquel que deja a los jóvenes sin oportunidades de estudiar, sin herramientas para transitar y contribuir a la mejor existencia propia y de los otros. Hoy muchos jóvenes están en la delincuencia organizada y las autoridades nos piden que los denunciemos. Por supuesto que lo reprobamos, pero no hay que olvidar que primero los dejamos sin la oportunidad de estudiar y de enrolarse al sistema productivo del país. Y lo peor es que seguimos contando con raquíticos presupuestos para la educación superior, que nos impiden brindarles mejores oportunidades a los jóvenes. No prolonguemos la historia de exclusión. No sigamos matando a los jóvenes. Por eso, el dos de octubre no se olvida; no es pasado, es presente, y lo peor es futuro incierto.
¡Hasta la próxima! ¡Por una Humanidad Culta! Twitter: @uaemrector Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.