El artista mexicano Héctor Zamora presentó Rehilete , una performance en Tepoztlán que fusiona arte, arquitectura y movimiento colectivo para celebrar la vida, la naturaleza y la llegada de la primavera.
La obra fue ejecutada en la casa de campo del arquitecto y escultor Ricardo Regazzoni, un espacio de geometría singular que sirvió como escenario y protagonista del montaje.
La intervención artística surgió de un sueño que Zamora tuvo durante una estancia en la casa el otoño pasado.
En él, imaginó una tela blanca cruzando puertas y ventanas del inmueble. Meses después, esa visión se hizo realidad gracias a la participación de 25 voluntarios vestidos de negro, quienes guiaron una tela de 200 metros a través de las aberturas del edificio, creando un flujo visual constante que evocaba el paso del tiempo.
Rehilete es la primera obra de Zamora basada en tela como elemento principal. Pintada con una gama cromática que representaba las distintas fases del día desde el azul oscuro de la noche hasta el amarillo intenso del mediodía, la manta tejía un diálogo entre la suavidad del movimiento y la solidez de la arquitectura.
La actuación culminó con Zamora tocando un gran tambor mientras los colores del atardecer envolvían el espacio, generando una atmósfera ritual y espiritual.
Además del performance central, los asistentes entre ellos amigos, artistas y periodistas pudieron recorrer otras obras de Zamora en los jardines de la propiedad.
Se encontraron piezas como NSEONENOSESO , instalación con conos de viento que reflexiona sobre la manipulación de la verdad, y banderines blancos, símbolo de la lucha de los pueblos maoríes en Nueva Zelanda. También se exhibió Mobulas (2023), estructuras de cerámica diseñadas para intervenir el espacio urbano.
Zamora, conocido por trabajos anteriores como Emergencia , donde 600 jarrones fueron destruidos en una galería madrileña, ha integrado cada vez más lo ritual y lo colaborativo en su obra.
“Esta acción es una celebración del trabajo colectivo, del contacto humano y del ritmo compartido”, explicó el artista.
Para él, la performance se convirtió en un gesto poético y vibrante que rindió homenaje al cambio de estación, a la conexión con la naturaleza y al poder transformador del arte.
La jornada concluyó con un ambiente de convivencia entre los presentes, refrescados con cócteles de tequila, cerrando así una experiencia artística intensa y profundamente humana, donde el arte contemporáneo se entrelazó con el paisaje, la arquitectura y los ciclos de la vida.