El maltrato en el nosocomio, en donde existe una agencia del MP y la negativa a prestar el servicio por contar, don Alberto, con alta en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado. Y el colmo, una vez hallado el vehículo del cual fue despojado, se le compartió el parte del servicio de grúas (Montejo suponemos) en el cual se daba cuenta del automóvil prácticamente desvalijado; para su sorpresa –en este caso a favor- al coche sólo le hacía falta el acumulador, la llanta de refacción y el tapete trasero.
Alberto Miranda Estrada es periodista de la vieja guardia, maestro de muchos y hacedor de otros; hombre crítico y siempre cercano a la noticia. Ahora, el Partido –como a algunos otros- le ofreció la oportunidad de ser candidato a diputado por uno de los distritos en Cuernavaca; en esa batalla está y seguirá según nos advirtió. Él observa, en la oferta ciudadana que le presentan, una oportunidad de servicio a la sociedad.
Su edad de por si lo hace un hombre respetable y de respeto, su trayectoria lo reafirma y su voz no es cuestionada; pero gran impacto causó cuando –durante la conferencia de prensa a la que le acompañamos- se retiró los anteojos oscuros para dejar ver la gran contusión que su ojo izquierdo presentaba. Nada justifica una agresión de ese tipo, ni en contra de un periodista ni en contra de nadie.
Maniatado sobre su cama, semidesnudo, con el rostro cubierto por las sábanas, recibió los golpes en rostro y cuerpo; nunca perdió el conocimiento. El momento más difícil cuando escuchó la orden (de quien se supone líder) de matarlo pero para su fortuna, se le reveló quien recibió y sólo dijo: “ya lo madreamos, ya déjalo y vámonos que estamos tarde”.
Las amenazas –según el relato- se centraron en sus aspiraciones en política. Sin embargo, y lo dejó en claro el compañero Pablo Rubén Villalobos Hernández: la aspiración, se logre o no se logre el puesto de representación popular, no le retira la calidad de periodista al hoy agredido.
Durante nuestra participación –fuimos cuestionados- hicimos notar la gravedad y la vulnerabilidad de la cual somos víctimas los periodistas en México; no gratuitamente nuestro país está considerado como el más peligroso para este ejercicio. También resaltamos el que la agresión en contra del compañero Miranda era de lamentarse pero para nuestra fortuna Morelos no forma parte de las estadísticas mortales. No por ello, e insistimos en ello, debemos bajar la guardia, por el contrario, es el momento de apretar para que todo aquel que entrega su esfuerzo por informar obtenga las garantías para el seguro desempeño profesional.
A pesar de ver al hombre herido -“policontundido” le dijeron al profe Miranda, ya lo dice hoy en broma- no significó nada para el agente del MP en turno el sábado a las 3 de la mañana en el Sector Central de la PGJ. Ni apoyo médico ni el respaldo al ser humano. Tal vez ahí todavía pueda –ante la deshumanización existente- “medio entenderse” la actitud; lo que es imperdonable es que los médicos de urgencia en el José G. Parres, al conocer de la afiliación al ISSSTE, hayan limitado la aplicación de una inyección de Dolac, de pie, para después despacharlo por donde llegó.
Sabemos que esa no es la mística ni del Gobernador Adame, ni del procurador de Justicia Pedro Luis Benítez Vélez, ni del actual Secretario de Salud Carlos Eduardo Carrillo Ordaz, por ello exigimos que cada uno en su responsabilidad, investigue y someta a castigo a los responsables.
Lo del parte de las grúas en donde se daba cuenta de un automóvil desvalijado, sin computadora de viaje, sin espejos, sin llantas, sin varilla de transmisión y no sabemos cuántas cosas más habla por si solo. El automóvil sería remitido al corralón de Jiutepec, pero ya para ese momento, al ver superada la emergencia, el periodista actuó y recuperó el automóvil en las oficinas de Buenavista. Obviamente se tenía prevista una grúa para trasladar el vehículo, ante el parte del sistema concesionario de grúas, la sorpresa llegó cuando lo único que hacía falta era el acumulador, la llanta de refacción y la alfombra de la cajuela.
Estas irregularidades son pan nuestro de cada día, gobierne quien gobierne; hoy, por tratarse de un comunicador tenemos los datos para la denuncia pero qué del quehacer diario, lo de todos los días, lo de todas las noches.
Levantamos la voz y exigimos la pronta investigación; no pasó a mayores pero eso no es necesario.
De nueva cuenta recordamos a nuestros compañeros que está pendiente en el Congreso de nuestro Estado, la Ley de Seguridad Social y Protección para Periodistas en Morelos. Empujemos juntos; cualquiera podría necesitar de los beneficios que en ella se contemplan.