Quisiera entender que Sicilia manda un mensaje a la población, en el sentido de que en realidad ningún candidato merece nuestro voto, puesto que todas y todos pertenecen a una misma familia gobernante, que son los mismos que se mueven de un puesto político a otro y son quienes tienen al país en una situación desastrosa. Es un grito de desesperación. Un grito que busca un eco de la gente ante la percepción, y quizás realidad, de observar a un país capturado por la clase política, por la partidocracia, ante ciudadanos pasivos, quejosos, pero impotentes. Sin lugar a dudas, la población ya observa, siente, vive, que el país no marcha bien. Hay muchas situaciones que se viven con dolor, a flor de piel, por los mexicanos, por los morelenses. A saber: la inseguridad en gran parte del territorio nacional; miles de muertos; miles de jóvenes sin oportunidades; más y más millones de pobres; la educación pública a nivel básico está entrampada, por un lado, muy costosa y por otro, sin la calidad requerida para estar a la altura de las exigencias de competitividad internacional; los servicios de electricidad, telefonía, internet, etc., son de los más costosos, al estar por arriba de la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En fin, hay una gran cantidad de motivos para no estar contentos. Una aparente democracia en transición, que está en manos de la cúpula de los partidos políticos, cada vez más desprestigiados, a la par que los propios legisladores. El grito de Sicilia está en sintonía con estos elementos que he descrito. El voto en blanco significa, no estar de acuerdo con lo que está sucediendo, como se está gobernando. Sin embargo, dicho grito, dicho voto en blanco, no va a impedir que sigan gobernando los mismos, como se ha venido haciendo, hasta la fecha. Por eso, ese grito no tendrá, pienso, el eco que busca Sicilia. Se necesita algo más contundente. Una mayor participación ciudadana, sí, pero más activa y racional. Menos denostación. Ésta, por cierto, muy estimulada por los medios de comunicación y por las redes sociales. Se trata de una participación más inteligente, más comprometida, menos cómoda, menos catártica. Para ello se requiere tener más información y participar con conocimiento de causa. Tomar una decisión tan importante, como quiénes nos van a gobernar, con base en el chisme, en la denostación, en la mentira, en el rumor, es simplemente ejercer las peores prácticas de un país que quiere liberarse de tantas injusticias y de tan malos gobiernos. Reproducir lo que tanto criticamos de los políticos, la mentira, la irresponsabilidad, la ignorancia, la falta de cultura, de ética y de moral, es confirmar que tenemos lo que nos merecemos. Que los ciudadanos no son tan diferentes de sus gobernantes. Más que pasión partidista o por un candidato, la realidad nos exige buscar lo mejor, no para mi partido sino para mi país, mi estado, mi municipio, mi colonia, para el bien común, antes que para el bien particular. Si conocemos a los candidatos sólo de oídas, tenemos la obligación de saber más, sobre todo que la mayoría se repite o bien, son parientes de quienes ya han estado en un puesto público. Debemos estar más informados. Contar con más evidencias de su comportamiento y su quehacer. Ver su trayectoria. Saber qué apoyaron; qué no hicieron bien; qué trascendencia verdadera tuvieron sus decisiones; qué uso hicieron de sus puestos. Analizar más lo que dicen los medios: si hablan bien del político o funcionario, que sea porque hicieron bien el trabajo y no porque pagaron para que los elogiaran. Si hablan mal, detectar si se trata de una campaña porque esos medios no recibieron un pago que no correspondía. No creer todo lo que dicen los medios, porque muchas veces parten del principio que de la calumnia, algo queda. Así pues, considero que nuestra participación no sólo es en el momento de las elecciones. Después, no hay que soltarlos, hay que seguirlos y exigir que cumplan lo que prometieron. Aquí es donde se decide lo que un pueblo quiere ser, en estas decisiones tan importantes para nuestro presente y nuestro futuro. Es tiempo de una participación más activa, seria y responsable, que esté más allá de nuestro beneficio personal o familiar. Se requiere de un bienestar general, pues sin él no habrá justicia, y por lo tanto, no habrá paz social. ¡Ser o no Ser! ¡Votar o no Votar! Sí, pero no sólo eso. No sólo un acto inercial o catártico, un acto que no se agota en sí mismo, sino que involucra un compromiso de más largo alcance, en tiempo y actitud. ¡Hasta la próxima!
La Piel Dura
Lectura 3 - 5 minutos
¡Ser o no Ser! ¡Votar o no votar!
“No se trata de endurecerse, sino de hacerse duros”
F. Truffaut.
Hace unos días, el poeta Javier Sicilia hizo una declaración provocadora, llamó a “Votar en blanco”. Expresión un tanto desafiante, ante el despliegue de una gran maquinaria dispuesta para estimular el voto de los ciudadanos en las próximas elecciones.
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