Hans Weiler tuvo el acierto de describir algunas etapas por las que ha pasado la educación superior en el mundo, desde los años 50 del siglo pasado, hasta la fecha. Por su parte, Carmen García Guadilla en su libro Educación superior comparada, el protagonismo de la internacionalización, recoge esta descripción y nos plantea cómo entre la década de 1950 y 1960, se puso el énfasis en la educación superior como palanca o motor de desarrollo de los países considerados subdesarrollados, entre los cuales por supuesto figuraba México y que, por cierto, desde entonces no salimos de ahí, a pesar de la ilusión que se tuvo a mediados del gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari, que “vendió” la idea de que México ya era un país del primer mundo, hasta que llegaron los zapatistas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y se desinfló esa burbuja ilusa. Precisamente, con esta forma de entender la educación como elemento fundamental para el desarrollo, se estableció la llamada “Edad de la Inocencia” al creer, con un optimismo desmedido, que la educación garantizaba, en sí misma, una mayor productividad económica y una mayor movilidad social. Se crearon universidades con el fin de que respondieran a las demandas del momento. Pero la mancuerna desarrollo educativo y desarrollo económico, no tuvieron los alcances que se esperaban porque, como siempre, no hubo armonía entre lo que se requería y lo que se ofrecía, además de que las oportunidades de acceso a la educación, desde entonces como ahora, fueron desiguales. En México, esa idea basada en las teorías desarrollistas llegaron a través de un organismo muy reconocido en aquella época como fue la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). De los resultados insatisfactorios de esa tendencia, surgen las tendencias críticas al desarrollismo y se plantean nuevas propuestas, sobre todo en los años setentas, en las cuales se pasa al otro extremo que Weiler en 1989 llamó la “Edad del Escepticismo”. Con las nuevas posturas críticas socioeducativas se señala que la expansión de la educación tiene un fondo tremendamente inequitativo y, por lo tanto, no era posible alcanzar los propósitos de crecimiento social y económico que se esperaban sobre esa base de falta de equidad en la educación. Fue entonces que se llega a los años 80’s sin definiciones precisas, pero con el inicio de algunas investigaciones en materia de educación que permiten identificar algunos elementos fundamentales para retomar la importancia de la educación en el crecimiento de los países. El concepto principal de esos estudios fue: Crisis. Entonces se identificaron la Crisis del Financiamiento; Crisis de la Calidad; Crisis del Aprendizaje y Crisis de la Identidad de la Universidad. Lo cual señalaba un proceso de autocrítica y crítica externa, en tanto se develaba como una gran institución social, pero desvinculada de las necesidades de la sociedad. Sin resolver todos estos graves asuntos, estas profundas crisis, sino que al contrario, al pasar de los años se llevan y se arrastran y algunas se agudizan, sin tener el estado ni las universidades mismas grandes soluciones, así se llega a la década de los 90’s. Ahora, como dice Carmen García, se sustituye la palabra crisis por la de desafíos. Aunque más bien, yo diría que se agregan a las crisis por las que pasan las universidades los desafíos que se empiezan a imponer en esta década, como son la globalización y el uso de las nuevas tecnologías, las famosas tecnologías de la información y la comunicación (TICS) y el imponente valor que significa ahora el conocimiento. Todo ello relativamente es externo a las propias universidades y les llega a trastocar todo su funcionamiento y en la mayoría de ellas, sin superar las fuertes crisis mencionadas anteriormente. Esta nueva situación obliga y conlleva a establecer una agenda de profunda transformación de las instituciones de educación superior en América Latina en general y en particular, en México. En Morelos, no podría ser de otra manera. La UAEM, en la época del Maestro Gerardo Ávila García, como Rector, se inicia esa transformación. Se crean nuevas facultades de gran vinculación con las necesidades del país, como fueron Farmacia y Ciencias; además se abren las Facultades de Humanidades y Artes. Se abren más Centros de Investigación como el Centro de Investigación en Ingeniería y Ciencias Aplicadas (CIICAP) y el Centro de Investigación en Química (CIQ), y llegan una gran cantidad de nuevos profesores e investigadores de todas las disciplinas de diversos países, incluidos los mexicanos, con doctorado y se acoge al programa de formación de los profesores con licenciatura de la UAEM, para obtener un grado de mayor nivel. Este es un gran parte-aguas en la historia de la universidad más importante de Morelos. Por supuesto, crecer duele y este crecimiento de la UAEM tuvo repercusiones en las crisis mencionadas anteriormente. La crisis del financiamiento: se inicia el fuerte déficit financiero, porque la llegada de nuevos investigadores y el pago de estímulos al desempeño a los mismos, así como el nuevo personal administrativo, mantenimiento y funcionamiento de los equipos e instalaciones de las nuevas facultades y centros de investigación, no vino acompañado con la misma proporción de financiamiento requerida. Por otra parte, se implementó en esta década de los 90’s, la Evaluación Académica, de hecho así fue denominada esta etapa por José Días Sobrinho, la década de la Evaluación. Esto nos lleva a la otra crisis: el aseguramiento de la calidad. Se inician las evaluaciones de los programas académicos y la UAEM alcanzó, al cierre del 2006, sólo un 23% de matrícula de calidad. Muy por debajo de las expectativas de las instituciones evaluadoras y de la media nacional. Fue hasta el 2010 cuando por primera vez en la historia de nuestra universidad es reconocida por la Secretaría de Educación Pública, como una institución que tiene arriba del 70% de su matrícula en programas de calidad. Reconocimiento que se repite en el 2011. Y seguramente en este año, 2012, se volverá a reconocer, pues ya se rebasó al 80% de matrícula de calidad y si en estas fechas, la Facultad de Ciencias Químicas e Ingenierías llega al reconocimiento de calidad de todos sus programas, estaremos arriba del 90% de estudiantes en programas reconocidos nacionalmente por su calidad. En esa década de los 90’s, hasta nuestros días, también se exigió la vinculación con el sector productivo. Situación que empezó a concretarse en la UAEM, en el rectorado de René Santoveña, sobre todo con Pemex y la Comisión Federal de Electricidad; y durante mi gestión como rector, conseguimos un importante espacio para la consolidación de este tema, en el Parque Científico y Tecnológico de Morelos, gracias al apoyo incondicional del Secretario de Desarrollo Económico del estado, Rafael Tamayo. Y finalmente, otro elemento que se ha impuesto a las universidades es la internacionalización. Para ello se ha requerido una transformación del Modelo Educativo, así lo hicimos en la UAEM. Esto requirió mayor flexibilidad y el inicio de la transdisciplinaridad de los programas educativos. Hasta la próxima. Twitter: @Bilbao_pieldura e_mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
La Piel Dura
Lectura 4 - 7 minutos
La educación superior: de la edad de la inocencia a la internacionalización
“No se trata de endurecerse, sino de hacerse duros”
F. Truffaut.
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