Echamos un vistazo a la edición que analiza la actividad cinematográficas del año pasado y resultaron varias cosas interesantes que vale la pena comentar. Por ejemplo, en 2014 hubo 240 millones de asistentes a las salas de cine; de éstos, sólo 24 millones asistieron a películas mexicanas, es decir, el 10 por ciento. Este número representa una reducción de asistentes contra los 30.1 millones que fueron a ver producciones nacionales en 2013. De las diez películas más taquilleras del año pasado, ninguna es mexicana.
Las películas mexicanas más taquilleras de los últimos 5 años son: No se Aceptan Devoluciones de Eugenio Derbez (2013), Nosotros los Nobles de Gary Alazraky (2013), y La Dictadura Perfecta de Luis Estrada (2014). Esto es preocupante ya que, sin el afán de ofender gustos sensibles, ninguna de estas películas está cerca de ser de las mejores obras realizadas en México, no se distinguen por su exquisito guión, su atrevida fotografía, ni por actuaciones merecedoras de un premio Óscar.
Un fenómeno positivo que vale la pena destacar es que, contrario a los años anteriores, en 2014 fue superior el número de segundas y terceras obras que el de óperas primas. Normalmente siempre había un mayor número de óperas primas, es decir, que los directores ya no continuaban su carrera haciendo una segunda película. Esto nos demuestra que hay más continuidad en la industria y los directores sí están realizando más películas después de estrenar su primera producción.
En 2014 se produjeron 130 largometrajes, lo que nos coloca dentro de los primeros 20 países del mundo con más producciones cinematográficas. Esto podría parecer como un gran triunfo, y lo es; el problema es que no se está completando el ciclo, ya que a pesar de haber producido 130 películas en 2014 —y 126 en 2013—, sólo 68 películas mexicanas fueron estrenadas en salas el año pasado, un importante descenso si lo comparamos con las 101 estrenadas en 2013.
Hagamos ahora un recuento de las 10 películas mexicanas más taquilleras de 2014. En primer lugar encontramos a La Dictadura Perfecta de Luis Estrada, una película que está lejos de ser el mejor trabajo de este director, innecesariamente larga y con importantes inconsistencias de guión. En segundo lugar tenemos a Cásese quien pueda de Marco Polo Constandse, una película poco cómica, con una trama mal construida, actuaciones bastante deficientes y que, además, tiene como uno de sus principales inversionistas a la empresa Montsanto, declarada como una de las empresas con mayor desapruebo del mundo.
El tercer lugar es la película Cantinflas de Sebastián del Amo, una película con buena realización, nada excepcional pero aceptable. En cuarto lugar tenemos a La Leyenda de las Momias de Guanajuato, una muy buena animación de Alberto Rodríguez que al menos acerca a los niños con un poco de la cultura mexicana. En el quinto sitio está ¿Qué le dijiste a Dios? de Teresa Suárez, que nos presenta malas actuaciones de caras populares de la televisión mexicana en una película con un pobre guión y sin mucho peso narrativo.
El sexto lugar es El Crimen del Cácaro Gumaro de Emilio Portes, una buena comedia del absurdo que, aunque se extiende demasiado al final, resulta una de las mejores obras de Portes hasta ahora. En el séptimo puesto encontramos a Más negro que la noche, película de “terror” dirigida por Henry Bedwell. El lugar ocho lo ocupa Guten Tag Ramón de Jorge Ramírez Suárez, la primer gran película de la lista, una historia tierna y muy bien escrita que es ejecutada por una dirección inteligente que logra excelentes actuaciones de sus personajes.
En el nueve tenemos a Amor de mis amores, otra película cómica de Manolo Caro que se queda en el no tan mala sin llegar a ser buena. Y finalmente, en el puesto diez encontramos a Obediencia Perfecta de Luis Urquiza, que aunque fue controversial al momento de su estreno, tiene varios aciertos sobre todo en cuestión de actuaciones y en que no resulta obvia ni innecesariamente grotesca.
Y, tristemente, encontramos a grandes películas que están en lugares más abajo de la lista. Un ejemplo es La Jaula de Oro, una obra maestra de Diego Quemada-Diez con un excelente trabajo actoral y una realización muy realista y peculiar, que nos ofrece una nueva mirada del proceso migratorio y se quedó con menos de 250 mil espectadores. Otra es Los insólitos peces gato, ópera prima de Claudia Sainte-Luce y que resulta ser una gran historia, realizada en Jalisco y que nos ofrece excelentes actuaciones; es una película muy fresca y de las mejores producciones estrenadas el año pasado a pesar de quedarse en 60 mil espectadores.
Otra gran película que no tuvo los asistentes que se merecía es Club Sándwich, la nueva producción de Fernando Eimbcke, una excelente producción con el inconfundible sello del realizador de Temporada de Patos que ahora aborda un tema muy relevante de la sociedad mexicana moderna: sólo tuvo 22 mil espectadores. Finalmente, tenemos a Workers de José Luis Valle que tuvo gran reconocimiento y muchos premios internacionales pero que en nuestro país se quedó con menos de 6,000 espectadores.
Estas estadísticas tienen mucho que ver con la decisión que toma cada quien a la hora de comprar un boleto, pero también es una consecuencia del número de copias con las que se estrena cada película dependiendo de la inversión de distribución. Del 100 por ciento de las películas estrenadas en 2014 sólo el 29 por ciento salió con más de 100 copias mientras que el 47 por ciento se estrenó con menos de 10 copias. Es una diferencia grave, y un problema fundamental, ya que de nada sirve hacer películas si no se van a distribuir de forma correcta y la gente no va a poder tener acceso a ellas.
Hablando de presupuestos, el costo promedio por película el año pasado fue de alrededor de 20 millones de pesos, un poco más bajo que en años anteriores. Es importante destacar que de las 130 películas producidas en 2014 el Estado apoyó la producción de 94 de ellas mediante sus convocatorias de Foprocine, Eficine y Fidecine, y sólo 36 fueron producidas con financiamiento completamente privado.
Aunque esto pudiera resultar alentador, ya que el Estado apoya la realización de cada vez más películas, es también preocupante ya que esto quiere decir que no se está generando una industria autosustentable ni que genere sus propios recursos. La mayor parte de los presupuestos se van a fondo perdido y no hay ganancias que garanticen una siguiente película. Claro, es un problema cíclico: si no hay suficiente inversión de distribución que ponga suficientes copias en el mercado entonces la gente no va a ver las películas y esto provoca que no se recupere la inversión y que mucho menos haya ganancias con lo recuperado en taquilla.
Finalmente, me gustaría tocar brevemente el tema de la producción de cortometrajes. En 2014 se produjeron 535 cortometrajes, el segundo número más alto de los últimos 5 años, sólo después de 2012 cuando se produjeron 622. Aunque este año por primera vez hubo presencia de todos los estados de la República, el DF se sigue quedando la gran mayoría de la producción con el 28 por ciento de los cortos realizados, lo siguen Jalisco con el 9 por ciento, Michoacán con 8 por ciento y Nuevo León con 7 por ciento. Hay 20 Estados que sólo cuentan con el 1 o 2 por ciento de la producción nacional de cortometrajes. Esto nos habla de la preocupante centralización de la industria y de lo difícil que es producir cine fuera del DF.
Sin duda hemos avanzado mucho y nuestra industria es más fuerte que a finales del milenio pasado, pero también es claro que aún nos queda un largo camino por recorrer. Necesitamos mejores guiones y mejores historias; necesitamos generar nuevos públicos para el cine mexicano. Es fundamental que las películas que se producen lleguen a las salas comerciales y no sólo en dos o tres estados sino que lleguen a toda la república. Hay que generar estrategias completas, que vayan con la película de principio a fin. No se trata sólo de producir más, sino de producir mejor y de que las películas sí se vean en las salas de cine y generen ganancias económicas. Eso es realmente una industria. | SinEmbargo