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La vida antes y después de Facebook

¿Alguna vez has intentado dejar por varios días tus redes sociales?

Susana Avendaño Urquijo
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En la actualidad, las redes sociales son un reflejo parcial de lo que somos; de nuestros complejos, ideales, orientaciones políticas, creencias filosóficas, éticas y morales. Facebook, específicamente, es una de las plataformas más utilizadas a nivel mundial y es el ejemplo perfecto para representar la decadencia de la humanidad.

Las personas por lo general suelen publicar acontecimientos felices e increíbles para aparentar tener una vida perfecta. Si alguien tiene pareja, va a subir fotografías en los mejores lugares, teniendo momentos sublimes, pero ¿por qué no subir o publicar algo que señale el peor pleito con alguien?

Algo que me parece realmente curioso es el hecho de que para expresar algo feliz, o para presumir cualquier tipo de cuestión, es rara la persona que lo piensa dos veces antes de mostrarlo al mundo, pero las personas que buscan llamar la atención y publicar alguna sensación negativa o deprimente, se anda por las ramas; es decir, recurren a indirectas insulsas e incluso aparentemente profundas que disfrazan el dolor, pero a la vez denotan una clara intención que busca demostrar al entorno que algo no anda bien.

En pocas palabras, la gente no suele publicar algo que los haga infelices, a menos de que sea a través de indirectas, pero irónicamente los usuarios que anuncian su felicidad, también denotan una depresión latente, la cual indica una carencia de atención.  Aunque pareciera obvio que la gente no quisiera demostrar al mundo sus momentos difíciles, yo no le encuentro lógica del todo.

No estoy diciendo que obligatoriamente todos deberían publicar lo que les sucede cotidianamente, pero si van a ser esa clase de persona que publica que tuvo un día maravilloso para que la gente de alrededor lo vea, ¿por qué no publicar también un día terrible y pesado?, ¿por qué no decir que tu esposo te engañó públicamente? Quizá porque la gente siempre criticará lo que no comprende y, nos guste o no, siempre estaremos vulnerables y expuestos ante los juicios que hagan de nosotros. Entonces en ese caso sí comprendo por qué no lo hacemos, además de que lamentablemente, los demás siempre gozarán del sufrimiento ajeno.

Viéndolo desde otra perspectiva, el ver que una persona está en un mejor lugar que tú, que mientras tú trabajas a diario, tus amigos están en la playa, o comiendo en un restaurante delicioso, hará que te sientas inferior y deprimido. No obstante, lo que llama la atención del asunto es que cuando tú consideres tener algo para presumir, lo vas a hacer. Y así sucederá en un loop infinito; una pelea constante por siempre ser el mejor y el más feliz.

Darwin diría que el ecosistema es Facebook y, en lugar de que las condiciones físicas sean los elementos vitales para la selección natural y la adaptación del más fuerte, en el mundo actual para sobrevivir, tendrás que demostrar que tienes la mejor vida, el mejor empleo, la mejor pareja, el mejor carro, o el mejor conocimiento, lo cual no está mal, incluso está bien gritarlo al mundo, siempre y cuando todo sea transparente sin apariencias.

Estar en Facebook de verdad enferma, envicia, obsesiona e inquieta. El problema es que es realmente adictivo; a veces entras simplemente por inercia, aunque no pretendas ver nada, únicamente sientes la necesidad de acceder para ser parte y porque así crees que debe ser. Seguramente gran parte de las veces que entramos, no lo hacemos consciente, y eso me parece alarmante.

He visto a personas intentar dejar Facebook porque argumentan que quita mucho tiempo, que es horrible estar sintiendo mal viajes al ver si alguien le da Like a la foto de la persona que les gusta, porque solamente transitan estupideces y memes ridículos, o simple y llanamente porque es muy banal, pero apenas pasan un par de días y ya están regresando. Y no los critico, yo he caído en el mismo juego; he dicho que voy a cerrar mi red social, pero vuelvo… siempre vuelvo y es horrible.

Lo peor es que casi todos son conscientes del daño que hace Facebook, pero la necesidad de ver lo que están haciendo los demás, siempre atrapa. Quizá hayan quienes no publiquen nada, o no andan divulgando lo que les sucede en sus vidas, pero sí están al tanto de lo que hacen los demás, y lamentablemente surge la dependencia, depresión y ansiedad.

Es horrible que la gente se subestime al estarse comparando con otras personas y que tengan que llamar la atención de cualquier forma para ser del agrado; tener que caer en la falsedad, dañando su propia integridad.

Algo que también considero realmente deplorable es la no-existencia al no tener Facebook. Hace algunos meses, me quedé sin smartphone y computadora, por diversas circunstancias desafortunadas, y comencé a utilizar un celular Nokia que carecía de servicios a los que estaba acostumbrada.

Al principio sentí algo de ansiedad por no poder saber lo que hacían los demás, más allá de querer publicar o que alguien supiera de mí. De alguna forma me sentí excluida y extraña, hasta llegué a sentir que perdía “amigos”. Conforme pasaron los días comencé a relajarme y a desintoxicarme; sentí mucha tranquilidad y pude disfrutar mejor mi tiempo. Aún seguía teniendo el interés por saber qué pasaba alrededor del mundo, pero ya con tranquilidad.

Sin embargo, algo que de verdad me preocupó, fue el hecho de que mis conocidos comenzaron a pensar que algo me había pasado o que estaba “desaparecida” y no… simple y sencillamente dejé de conectarme a Facebook unos días, pero yo seguía igual, en mi casa, yendo a la Universidad como normalmente lo hacía. Lo triste es que esas personas jamás me habrían buscado de no ser que dejara de conectarme a Facebook y lo que más me angustió es que automáticamente la gente comenzó a descartar mi existencia, dejando de tomarme en cuenta para planes o eventos, como si no existiera otro medio de comunicación.

Realmente es inquietante ser un don nadie por no estar en Facebook y formar parte de la red social, pero lo paradójico radica en la necesidad y ansiedad que sentimos por estar ahí, aunque no queramos. Es como sentirse mal por no haber visto una película de la que todo el mundo habla, ¿por qué? realmente no tiene nada de malo y sería increíble un mundo en el que no existiera Facebook, pero ahí estamos y ahí seguiremos… siendo parte de la decadencia de la humanidad.

 

Fuente: UNOCERO

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