EU y China están enzarzados en una guerra comercial, pero Fortnite es en sí mismo un producto de la cooperación chino-estadounidense.
El verano pasado, Tras meses de espera, los cibernautas chinos por fin tuvieron acceso al juego en línea Fortnite. Así que la estrella de YouTube Alastair Aiken, alias “Ali-A”, hizo lo que soñaban sus 15 millones de seguidores. Traspasó firewalls y barreras lingüísticas y se conectó a un desolado rincón del universo Fortnite en China.
“Todo esto es un experimento loco”, declaró el británico en un video transmitido desde su casa. Uno de los videojugadores profesionales mejor pagados del mundo se disponía a luchar contra nuevos rivales en una tierra lejana. “Obviamente, China ha tenido juegos por años, así que no serán absolutamente terribles para jugar Fortnite”, dijo mientras se lanzaba a su primer tiroteo en territorio virtual chino.
Haciendo eso, Ali-A se involucraba en un acto de globalización muy del siglo XXI. A medida que Fortnite se transformó de un popular videojuego en un fenómeno cultural mundial el año pasado, generó un dinámico (y lucrativo) intercambio de consejos y trucos. Una estrategia frecuentemente discutida en videos en línea y salas de chat llegó incluso al arbitraje digital. Los jugadores estadounidenses y europeos se conectaban a los servidores de Fortnite en Asia o Brasil para enfrentarse a usuarios con menos experiencia y acumular victorias y reputación.
EU y China están enzarzados en una guerra comercial, pero Fortnite es en sí mismo un producto de la cooperación chino-estadounidense. Epic Games, el estudio con sede en Carolina del Norte detrás del título, es 40 por ciento propiedad de la china Tencent, una de las firmas de redes sociales más grandes del mundo. Que Fortnite sea gratuito y tenga más de 200 millones de usuarios en el mundo se debe en gran parte a la inversión de 330 millones de dólares que Tencent hizo en 2012.
Los debates sobre la globalización, y sus costos y beneficios, a menudo se centran en bienes físicos, pero la realidad es que la integración de las economías es cada vez más digital. “La economía digital está en todas partes y gran parte de ella es internacional sin que siquiera lo sepamos”, apunta Anupam Chander, profesor de derecho y experto en comercio digital de la Universidad de Georgetown.
Si no siempre entendemos plenamente la escala es porque gran parte del comercio digital no se registra en las estadísticas oficiales, dice Susan Lund del McKinsey Global Institute, el laboratorio de ideas de McKinsey.
Aunque Fortnite es un juego gratuito, su desarrollador ingresó miles de millones de dólares el año pasado gracias a las compras que permiten personalizar los avatares. Si un jugador alemán compra un equipo diseñado en Carolina del Norte, en la práctica está importando un producto digital de EU.
Hay ejemplos menos esotéricos. Lund, por ejemplo, cita la reflexión de Hal Varian, economista en jefe de Google: si el valor de los sistemas operativos Apple o Android en teléfonos producidos en Asia se contabilizara como una exportación estadounidense a esos países, el déficit comercial anual de EU de 500 mil millones de dólares disminuiría en 120 mil millones.
Los gobiernos han emprendido una lucha para actualizarse a la era digital, ya sea con reglas para salvaguardar registros médicos electrónicos en la nube o para determinar si las exportaciones de software de inteligencia artificial deben restringirse por seguridad nacional. Los resultados pueden parecer contraproducentes y contraintuitivos.
Por ejemplo, la Unión Europea se presenta como una defensora del libre comercio, pero su Reglamento General de Protección de Datos, que entró en vigor el año pasado, crea barreras para el comercio transfronterizo. Los estrictos requisitos de la ley sobre cómo las empresas manejan y almacenan los datos personales constituyen un obstáculo grande y costoso para las firmas que buscan hacer negocios en Europa, afirman los críticos.
La semana pasada hubo dos noticias ligadas entre sí, que son importantes para las finanzas personales. La primera fue que la inflación anual de enero fue la más baja desde hace dos años y la segunda, que el Banco de México mantuvo sin cambios la tasa de interés de referencia.
Aunque los porcentajes no hagan sentido desde la óptica de nuestros bolsillos, un repaso rápido del comportamiento de los precios nos indica que tuvieron su menor nivel histórico en mayo de 2016, registrando un 2.6 por ciento, para en poco tiempo, alcanzar el 6.77 por ciento en diciembre de 2017, por lo que el banco central, cumpliendo con su mandato de Ley, decidió aplicar una estrategia de control monetario. Recordemos que la meta es situar esta variable entre 3 y 4 por ciento.
Un aprendizaje es que una política de control monetario “siempre” llevará como consecuencia la elevación de las tasas de interés y, por el contrario, cuando se encamina al objetivo, repercutiría eventualmente en una reducción de los réditos, hasta donde ambos rubros sean similares.
Es por eso que los Cetes a 28 días llegaron a su mínimo a principios de 2015, de 2.43 por ciento, mientras que ahora rondan el 8 por ciento.
Diferentes analistas sostuvieron en los pasados días que las tasas de interés alcanzaron su máximo, porque el proceso inflacionario fue moderado y que debemos ver en los siguientes meses movimientos hacia abajo en los réditos.
Quiere decir que aquellos que prefieran el ahorro bancario podrían depositar a plazos largos para aprovechar los niveles altos de este momento y así obtener un mayor rendimiento con todo y la caída posterior de las tasas.
De concretarse dicha expectativa, significaría que habrá menos presión en el costo del crédito, ayudando a deudores y también permitiendo que la inversión productiva tenga una mejor perspectiva para generar empleo.
Para quienes piensan endeudarse, por ejemplo en una vivienda, podría ser recomendable aguardar para ver si se confirma la tendencia a la baja.
En cuanto a la reducción inflacionaria, es obvio que es positivo para el manejo de los gastos cotidianos, sin embargo, esto apenas es un primer indicio.
De hecho, el Banco de México señaló que continúan presentándose “importantes riesgos de mediano y largo plazo”, los cuales pudieran afectar las condiciones macroeconómicas del país, su capacidad de crecimiento y el proceso de formación de precios en la economía. Advirtió que seguirá vigilante.
Aún no podemos cantar victoria del todo. En el ámbito de las finanzas personales habrá de hacer nuestros propios pronósticos en torno a las tasas y la inflación ¿Tú que esperas?
En cambio, la nueva versión del TLCAN, conocido como T-MEC en México, negociada el año pasado por el presidente Donald Trump, un proteccionista confeso, contiene las disposiciones digitales más favorables a los negocios de cualquier acuerdo comercial, aseguran expertos como Chander de Georgetown. El pacto, que todavía debe ser aprobado por el Congreso, consagra el derecho del libre flujo de datos a través de Norteamérica y prohíbe cualquier exigencia de los gobiernos de que incluso los datos confidenciales se almacenen en servidores nacionales.
En China, donde el gobierno ejerce innumerables controles sobre los sitios y contenidos a los que sus ciudadanos pueden acceder en línea, Tencent y Epic Games han tenido dificultades para obtener la aprobación para un lanzamiento completo de Fortnite debido a las preocupaciones, arguye el gobierno, sobre la adicción al internet.
La Gran Muralla Digital de China tiene pocos defensores fuera del país, pero en Occidente hay quienes argumentan que los gobiernos deberían estar construyendo reductores de velocidad para frenar el ritmo del cambio.
Esto daría a las industrias y trabajadores más tiempo para adaptarse y evitar la disrupción masiva que la automatización y la globalización provocaron en el sector manufacturero hace décadas. En el libro ‘The Globotics Upheaval’, el autor Richard Baldwin sostiene que EU y otras economías ricas no están preparadas para la pérdida de empleos bien remunerados causada por la globalización de los servicios que ya está teniendo lugar.
Baldwin es un defensor de la globalización, pero aboga por que los gobiernos protejan a arquitectos, contadores y otros trabajadores de clase media en países desarrollados. Pues, asegura, no están listos para hacer frente a la rápida disrupción de la inteligencia artificial o de los competidores del mundo en desarrollo que pueden usar internet y herramientas como Google Translate para pujar por un trabajo en EU sin el costo de abrir una oficina local.
Baldwin argumenta que la nueva ola de globalización está reportando incrementos de productividad y beneficios económicos aún mayores que la ola anterior de integración. Su gran preocupación, empero, es que los trabajadores de cuello blanco que pierdan su trabajo se unan a los hermanos de cuello azul que todavía están resentidos por la desindustrialización provocada por la última ola. “Eso podría ser una revolución social”, opina. El efecto duraría mucho más que la fiebre de Fortnite y dejaría cicatrices mucho más profundas en la economía mundial.
Fuente: El Financiero