Tanto si un proyecto cinematográfico es de gran envergadura, como los de grandes estudios de Hollywood, o si se trata de una pequeña producción independiente, conlleva muchísimo trabajo para los directores y su equipo creativo. Por ello, que se esfume el metraje en mitad de su elaboración provoca un fastidio enorme. Y es lo que ocurrió con Toy Story 2 (John Lasseter, Ash Brannon y Lee Unkrich, 1999).
La tercera película de Pixar, que nos ha sabido regalar otras experiencias también estupendas como Buscando a Nemo (Andrew Stanton y Unkrich, 2003), WALL·E (Stanton, 2008) o Up (Pete Docter y Bob Peterson, 2009), había sido planeada como la típica secuela directa a vídeo. Pero sus avances le resultaron muy prometedores Disney y decidió que se estrenaría en las salas de cine.
Este cambio feliz supuso un aumento presupuestario y una modificación sustancial de la trama. “Soy un gran coleccionista de juguetes y muchos de ellos son antigüedades, únicos o prototipos”, explicó John Lasseter. “Los juguetes se fabrican (...) para que un niño juegue con ellos. Esa es la esencia central de Toy Story”. Pero “¿cómo sería desde el punto de vista de un juguete ser coleccionado?”
Liándola con ‘Toy Story 2’
Este argumento estuvo a puntito de no terminar de desarrollarse por lo que Ed Catmull, cofundador de Pixar y ex presidente de la misma y de la propia Disney, cuenta en su libro Creatividad, S. A.: Cómo llevar la inspiración hasta el infinito y más allá (2014) sobre un animador anónimo, pobre hombre, que la lio pardísima durante una limpieza rutinaria de archivos en los servidores internos del estudio.
Sembró el pánico en 1998 al ingresar por accidente en la carpeta raíz de todo lo que se había realizado de Toy Story 2 los dos años anteriores, madre mía, el código de comando de eliminación “/bin/rm -r -f *”. Y aproximadamente el noventa por ciento del material, que incluía los modelos de animación de los personajes, al carajo, si me permitís el término. Y manos a la cabeza a lo Peter Parker.
Pero, por si el error no fuese suficiente, resulta que el sistema de copia de seguridad había estado fallando las pasadas semanas, y no sirvió. No obstante, la maternidad puede ser un milagro, como bien sabe Galyn Susman, la directora técnica supervisora del filme. Estaba teletrabajando desde su casa y disponía de un programa salvador que copiaba la base de datos de diariamente.
Y nos podemos imaginar la satisfacción que sentiría al envolver su computadora en mantas y conducirla hasta la sede de Pixar en la localidad californiana de Emeryville, donde pudieron recuperar los archivos al completo y seguir esmerándose para que Toy Story 2 hiciese disfrutar a tantos espectadores del mundo entero. Qué alivio experimentarían John Lasseter y sus colegas...