Los dispositivos electrónicos como los móviles, los ordenadores portátiles, las tabletas o los relojes inteligentes son objetos que están intensamente integrados en nuestro día a día. Con esto presente, es fácil vislumbrar un futuro con ciertas cantidades de residuos electrónicos, desechos que, a día de hoy, son difíciles de reciclar porque contienen componentes tóxicos difíciles de descomponer.
Teniendo en cuenta lo anterior, los científicos llevan años trabajando en una electrónica biodegradable que, de desarrollarse con éxito, ayudaría a resolver el problema de los residuos electrónicos o, al menos, buena parte de él.
Entre estas personas que están trabajando en la electrónica biodegradable están Martin Kaltenbrunner, ingeniero electrónico de la Universidad Johannes Kepler de Linz (Austria) y su equipo. El grupo está desarrollando una base para la electrónica flexible usando la piel del micelio, el material rico en quitina y celulosa que forma la mayor parte del cuerpo de los hongos. El estudio se ha publicado recientemente en Science Advances.
Esta base a la que también se le llama sustrato se suele emplear para aislar y refrigerar los circuitos electrónicos. Según el nuevo estudio, la piel de las setas podría sustituir a los polímeros plásticos no reciclables en futuros sustratos.
Cada día se tiran unas 140.000 toneladas de residuos electrónicos en el mundo. Parte de esta basura contiene materiales potencialmente tóxicos, como plomo, cadmio y berilio. Y gran parte está compuesta por materiales difíciles de descomponer, como plásticos duros y gomas. El reciclaje de residuos electrónicos existe, pero, en general, su eficacia es relativamente baja porque los aparatos pueden ser complejos y estar formados por muchos componentes diferentes. Esta situación ha llevado a algunos científicos a plantearse el reto de conseguir que los aparatos electrónicos sean compostables.
Ahora, los sustratos derivados de hongos podrían ofrecer una solución escalable y ecológica.
Tal y como se apunta en el estudio, la nueva base hecha con micelio es fácil de cultivar, todo lo que se necesita es madera en descomposición y las esporas adecuadas. Luego se tiene que secar. Para cultivar el hongo, los investigadores sembraron primero madera dura muerta con esporas de Ganoderma lucidum, un popular hongo que también se conoce como reishi. A continuación, regularon cuidadosamente la cantidad de luz y de dióxido de carbono en un espacio oscuro. También regularon la temperatura mientras crecían los hongos, para evitar que se formaran cuerpos fructíferos, lo que habría hecho que su piel, que es normalmente lisa, se volviera áspera. Por último, recogieron la capa exterior de micelio de los hongos jóvenes.
Una vez secas, estas pieles pueden soportar temperaturas de hasta 482 grados Fahrenheit. El equipo recubrió el material de las setas con capas ultrafinas de metal (que en teoría pueden reciclarse) y lo combinó con componentes electrónicos tradicionales para crear placas de sensores. También utilizaron la piel para fabricar algunos componentes de baterías.
Llegados a este punto, los ingenieros tendrán que resolver algunos problemas en el proceso de cultivo de los hongos pues, aunque la parte del crecimiento sí que parece escalable, no siempre se hace de manera uniforme. Nos referimos a que algunas de las pieles de micelio que se cosecharon en el estudio tenían formas uniformes, pero otras eran muy abultadas o desiguales como para poderse usar sin antes modificarlas considerablemente. Para crear una electrónica fiable, tendrán que encontrar una forma de cultivar micelio que acabe teniendo el mismo aspecto todas las veces.
Los autores también advierten de que, aunque los sustratos de los hongos y los materiales de las baterías resultaran ser un éxito, el problema de los residuos electrónicos no se resolvería por completo ya que se seguirán necesitando algunos componentes que no procedan de las setas en el producto final, como los cátodos y los ánodos de las baterías.