Ahora bien, el golpe es mutuo; Graco Ramírez Garrido Abreu fue víctima de una mala decisión de su denominado “cuarto de guerra” –a pesar de la recomendación en contrario de los expertos en comunicación social- y se hizo circular una encuesta bajo el nombre de Mitofsky que le daba la preferencia hace una par de semanas. El desmentido no tardó en llegar.
Ahora le correspondió a Amado Orihuela Trejo soportar la misma dosis; desconocemos en este caso como se hizo llegar a los medios los resultados pero resultaron igualmente apócrifos. Mitofsky en voz de su director General –su propietario es Roy Campos- Marcelo Ortega, deja en claro que el ejercicio publicado es un engaño y lamenta que el nombre de su casa encuestadora sea víctima de estos fraudes.
Fernando Martínez Cué, hoy aspirante a la sindicatura de Cuernavaca en la fórmula de Jorge Morales Barud (quienes por cierto departieron en Casa Hidalgo el pan y la sal, acompañados de la familia del candidato a la Presidencia de Cuernavaca) vivió momentos similares cuando fue propuesto a la gubernatura. En aquel entonces se hizo público un ejercicio parecido firmado por la casa Mitofsky que le daba la preferencia de intención de voto; horas después el desmentido fue definitorio. La historia la conocemos todos.
Mucho se ha debatido sobre reglamentar el uso de las encuestas en campaña política; tal vez sea un buen elemento para evitar que el manejo de información mentirosa sea utilizada para la confusión, pero también consideramos, estaríamos en un peligro latente de reglamentar todo y sobre todo. Mejor apostarle a lo que nos merecemos todos: a una cultura de la democracia y no a la de la desconfianza.
Advertir que “la única encuesta válida es la del 1 de julio” tampoco es correcto; por supuesto que los profesionales de la estadística permiten ver una realidad momentánea. Esa visión favorece a los interesados en generar estrategias y a los ciudadanos entender el camino de los candidatos.
Pero cuando se entrega información falsa a quien paga y esos datos se hacen públicos se generan dos fenómenos: desinformación y el “juego del tío Lolo”, es decir, “se hacen tontos solos”. Ninguno de estos dos esquemas beneficia a nadie.
Una encuesta falsa no cambia la tendencia del voto, es engaña-bobos que tal vez logre que alguien defina “entre los poderosos y convenencieros” el acercamiento hacia ese que dice tener sin tener.
Pero en fin… el tiempo se cumplió. Este domingo tenemos la definición en nuestras manos. Nuestro llamado es a votar; esta prerrogativa debemos de ejercerla. Es obligación y derecho al mismo tiempo; no ejercerla es perder doble.
Al aire.
Este jueves ya no padeceremos la cascada de spots con mensajes vacíos que solo llenaron los bolsillos de los productores y de quienes, avalados por la autoridad electoral, realizaron el monitoreo de lo que se ordenó transmitir….