Se avecinan tiempos convulsos. Y los primeros truenos acaban de caer. Por un lado, los relojeros suizos. Por otro, los relojes inteligentes. Estos últimos llevan como bandera la tecnología «wearable» -vestible, en español-, que está pisando fuerte entre un público que demanda este tipo de aparatos electrónicos y que, lentamente, va haciéndose un hueco en el mercado. Mientras tanto, la relojería clásica, que desde hace decenios es sinónimo de diseño y elegancia, intenta reinventarse en una sociedad hiperconectada. Y debe hacerlo si no quieren tener que compartir parte de la industria.
Aunque Apple no ha sido la primera compañía en lanzarse con los «relojes inteligentes», su consejero delegado Tim Cook se ha mostrado convencido que el Apple Watch es el «mejor dispositivo del mercado». Lo hizo tras su lanzamiento hace seis meses. Sin embargo, según los datos de la firma de análisis IDC, hasta la fecha, la firma norteamericana ha vendido unos 3,6 millones de unidades en todo el mundo y ya se sitúa en la segunda posición del ranking (tras Fitbit) de mayores vendedores de este tipo de tecnología para muñeca.
Pese a todo, es verdad que la tecnología «wearable» no convence aún. Pero recordemos: tampoco lo hizo el teléfono móvil en un principio. Tal y como se ha visto en la pasada edición de la feria IFA de Berlín, en la que Motorola, Samsung y Huawei presentaron sus nuevos relojes inteligentes, su futuro se está definiendo.
Ante este panorama, y como si se tratase de un ente aparte, se encuentra la tradicional relojería suiza, que en julio ha sufrido su mayor caída en exportaciones desde 2009, según datos de la Federación de la Industria Relojera Suiza. En total, se ha exportado un 9,3% menos respecto a julio de 2014. ¿Deben tener miedo ante la posible popularización de la tecnología en los relojes? Lo cierto, es que se trata de su mayor caída mensual en los últimos cinco años debido principalmente a la reducción de pedidos desde Asia, justo en el mismo momento en el que los «smartwatches», y en especial el Apple Watch, han irrumpido en el mercado.
¿Ataca la compañía de la manzana a este tradicional gremio? ¿Debe reaccionar la industria relojera tradicional? «La salida del nuevo dispositivo de Apple es un factor más, dentro de un conjunto más amplio, que ha afectado a la industria de los productos de lujo en su conjunto», explica Alberto Belle, analista de IDC en declaraciones a ABC. Para este experto, «el segmento de relojes de lujo no se va a ver afectado» a largo plazo por el Apple Watch «y va a tener mucha más influencia la legislación que limite o prohíba los regalos en China».
Además, el experto establece diferencias entre usuarios. «Quienes adquieren la última tecnología («early adopters») o los usuarios que hacen deporte y no quieren llevar el móvil, forman parte de un mercado que va a adquirir el reloj inteligente de Apple, o de su competencia». Y reconoce: «en este segmento, la industria del reloj en su conjunto tiene difícil competir».
Por otro lado, están «los usuarios que pueden comprar un modelo u otro, en una banda similar de precio» y este «sí es el crítico para la industria relojera suiza». Este experto asegura que es «aquí donde tienen que proteger su cuota, y tienen por delante el reto de competir en marketing con los grandes fabricantes de electrónica de consumo».
Teniendo en cuenta que la industria relojera suiza vendió el pasado año 28,6 millones de relojes, puede haber motivos suficientes como para preocuparse. Y muestra de ello son las propuestas de algunos relojeros. La firma Frédérique Constant ha lanzado ya al mercado su propio Horological Smartwatch, un dispositivo con comunicación bidireccional compatible con iPhone y Android.
El fabricante suizo Mondaine, por su parte, cuenta también ya con el Helvetica 1 Smart, su primer reloj inteligente. Y en lo mismo trabaja Festina, mientras que otra firma de prestigio, Tag Heuer, se ha unido con Google e Intel para lanzar un «smartwatch» de fabricación suiza basado en la tecnología de Intel y en Android Wear.
Capacidad de respuesta
En cualquier caso, lo que queda claro que este tradicional gremio ha comenzado a reacción y, además, está tratando de reinventarse. Hay quienes, pese a todo, consideran que se está subestimando su capacidad de respuesta. De hecho, Nick Hayek, consejero delegado de Swatch, uno de los grupos relojeros más grande del mundo, aseguró ante la salida del Apple Watch: «No es una amenaza, sino una gran oportunidad para nosotros y la industria relojera suiza».
«La industria sobrevivirá a esta revolución tecnológica, igual que sobrevivió a la aparición del reloj de cuarzo», insiste Alberto Belle, de IDC. El problema -dice- es que este tradicional gremio siempre responde de forma reactiva y no proactiva, «lo que provoca que las recuperaciones tarden años». Ahora, a los relojeros suizos les toca arriesgar, aunque lo hagan tarde. «El crecimiento de los wearables puede ayudar a la industria del reloj en un segmento: el de nuevos usuarios que nunca han usado reloj», señala Belle. «El reto está en que el fabricante de electrónica va a ser la referencia, y el reloj tradicional será el aspirante a ganar cuota». La batalla no ha hecho más que empezar | abc.es