Claudio del Conde (México D.F., 1983) comenzó a gritar algo raro en la regadera (ducha en España). “No sé, yo me asusté”, dice su mujer, Claudia de Heredia (México D.F., 1982). Ambos llevaban casi un año trabajando en un proyecto sin nombre. De repente, se puso a escribir algo en la mampara de cristal: Kichink. El nombre de su empresa sería una onomatopeya que reproduce el ruido de las viejas máquinas registradoras de los comercios.
Dos años después, Google ha reconocido esta empresa como la más rompedora de las que presentaban en su DemoDay, una jornada dedicada a mostrar proyectos frente a expertos del gigante tecnológico e inversores potenciales. En esta ocasión fue una cita más especial de lo habitual. Todas las empresas tecnológicas que se presentaron estaban dirigidas por mujeres. Google pretende así dar más visibilidad a las mujeres en tecnología. Según los datos aportados por el buscador, las mujeres solo consiguen el 3% del dinero invertido por fondos de capital riesgo.
Él se dedicada a crear páginas web y aplicaciones. Ella al márketing. Ambos decidieron dejar sus respectivos empleos para resolver un problema: “Nos dimos cuenta de que el comercio electrónico no iba a despegar en América Latina sin una herramienta inclusiva, que sirviera para cualquiera”. Su asombro comenzó cuando los clientes les pedían carrito de la compra para poder vender en Internet y a los seis meses les pedían que lo quitasen, que les da muchas complicaciones. Kichink es su solución, permite crear una plataforma de venta en dos horas. “Nuestra ambición era bajar la barrera de entrada, hacerlo sencillo y que todo sea fluido”, explica la fundadora. En su plataforma incluyen servicios de logística, pagos y gestión de fraude. Desde su nacimiento ya suman 50.000 tiendas online de México que han confiado en su idea. Entre los clientes se encuentran los cosméticos de Avon y los zapatos artesano Mitu.
El gran secreto de Kichink reside en conocer muy bien las debilidades de América Latina, donde muchos consumidores no tienen tarjeta de crédito. Esto ha impedido una rápida expansión de modelos como Uber o Amazon, que hacen del dinero de plástico la herramienta imprescindible. “Nosotros permitimos el pago en puerta, cuando se entrega la compra, o en tiendas de conveniencia, como Oxxo,Farmacias Benavides o nuestra propia tarjeta de prepago”, explican.
Su modelo de negocio consiste en cobrar una comisión por venta. “Si ellos ganan, nosotros ganamos. Si no venden, no hay gasto. Así no nos ven como un problema y nosotros nos implicamos para que les vaya bien”, aclara ella.
Nos dimos cuenta de que el comercio electrónico no iba a despegar en América Latina sin una herramienta inclusiva, que sirviera para cualquiera”
El equipo cuenta con 50 personas en su oficina de la capital mexicana. En 2016 se plantean abrir en Colombia, Chile y Estados Unidos. En 2017 quieren llegar también a España.
Tras la presentación, comenzarán un curso en Google para mejorar su producto de mano de mentores. De Heredia confía en que será un impulso para el mercado mexicano: “Valida nuestro mercado y nos va a enseñar a crecer con sentido”. También van a recibir ayudar para cerrar una ronda de inversión de cinco millones de dólares.
La vencedora no fue la única representante del mundo latino. Love Mondays, de Sao Paulo, es muy similar a la norteamericana GlassDoor, permite que los empleados den su opinión sobre salario, condiciones de trabajo y jefes para que los futuros empleados decidan si ese es su trabajo ideal o cómo negociar su sueldo al fichar. El modelo de negocio consiste en cobrar una suscripción mensual a las empresas a cambio de ayudarles a encontrar los candidatos adecuados.
Natural Machines es una firma de Barcelona dedicada a la impresión de alimentos. Su plan pasa por conseguir crear sabores y texturas más sanos, añadiendo o quitando ingredientes según los gustos y necesidades del consumidor. Uno de los aspectos que están explorando consiste en integrarse con wearables para adaptar la comida a la actividad física. Su modelo de negocio se basa en la venta de aparatos, pero también a través del Internet de las Cosas, de modo que la impresora se integre con otros aparatos. | ElPaís