Rafael Monroy Ortiz
Doctor en Economía.
Profesor Invitado de la Escuela de Turismo UAEM
El turismo es un sector dinámico que se renueva permanentemente en diferentes sentidos; la oferta de servicios o el mejoramiento de estos son la muestra más evidente de ello. En términos generales, se estima que el crecimiento del sector ronda el 4% desde hace casi una década, incluso entre 2008 y 2016, la cantidad de viajeros internacionales por motivos de turismo se incrementó a 300 millones. Si bien las regiones desarrolladas representan el mayor incremento a nivel mundial, aquellos destinos turísticos en países subdesarrollados también se han consolidado, siendo latinoamérica el sitio de visita para 16% del total mundial. En esta dinámica también habría que subrayar el papel cada vez más importante que juegan las particularidades territoriales como soporte del sector, lo cual implica una mayor oferta de biodiversidad y cultura, pero al mismo tiempo, la diversificación no formal que seguro es una de las estrategias más útiles por atraer mayor cantidad de visitantes o que puede leerse como una característica de la sociedad local.
¿Cómo puede hacerse un recuento de un factor circunstancial?, sobretodo en un marco convencional donde los elementos utilizados para reconocer formalmente un sitio turístico incluyen la infraestructura organizada, las ventajas competitivas regionales, la inversión en el sector, la determinación de las políticas públicas, la evaluación de las condiciones locales en marcas. Sin embargo, las determinantes de los visitantes en el hemisferio sur incluyen también una combinación de personas y lugares no descrita, poco observada en los análisis formales, pero de una vitalidad interesante.
La diversificación no formal es una subestructura no registrada en los criterios turísticos, ni tampoco en los indicadores de competitividad, más bien se trata de una estatus próximo al empleo informal o plenamente identificado en él. ¿en dónde se identifica, por lo menos para el caso morelense?. Vayamos a él; recorrer Morelos de norte a sur u oriente a poniente ocupa alrededor de dos horas y en el trayecto pueden describirse esa condición diversa, creativa y de una riqueza asociada al entorno. Por ejemplo, en dirección al sur de la entidad, se encuentra un paso intermedio en Alpuyeca, donde se venden las nieves; en Tres Marías o Coajomulco gorditas, quesadillas, sopes, atole, tamales; en Coatetelco calabazas, pescado, tamales de pescado, cacahuates; en Temixco y Xochitepec rosas; en Huazulco dulces tradicionales; en Yecapixtla cecina; en Amayuca macetas de barro; en Hueyapan gabanes; en Zacualpan incluso persiste un mercado de trueque; en Huitzilac pulque, chorizo, tamales; en San Gabriel de las Palmas Conchas extragrandes; en Jojutla barbácoa y tacos de asadura, en Tlayacapan cazuelas y comales de barro, en Zacatepec cañas; en Xoxocotla jicamas, quesadillas, tamales nejos, cohetes; en Tepoztlán tlaxcales, itacates y quesadillas; en Xochitepec pozole; en Tetela del Monte plantas de ornato; en Santa María truchas.
Políticas sociales para un turismo no formal debieran tener un margen para la inclusión de lo otro, nuestro otro tiene miles de caras que son y han sido históricamente un complemento, una forma que persiste en el marco de una estandarización menos vital, pero por la que todos los visitantes se sienten atraídos…