En este largo proceso Morelos y México han experimentado un proceso que inician las primeras culturas mesoamericanas y al que se suman aportaciones multiculturales del México novohispano y las etapas contemporáneas.
Para nuestra fortuna ejemplos de dichas aportaciones sobreviven, pero cada día en menor número, dada la suplantación que sufren y la proliferación de construcciones de “material” como un hecho pretendidamente demostrativo de “modernidad” y de escalamiento social.
Por lo que toca a la vivienda indígena es probable que los años de este inicio del siglo XXI sean los últimos que vean este tipo de construcciones que florecieron durante milenios.
El valor de la arquitectura vernácula radica en su carácter de obras del talento popular, de concepciones ancestrales de vida, del conocimiento y dominio de materiales obsequiados por la naturaleza, de significados cosmogónicos, hasta la incorporación armónica al paisaje, atributos térmicos, funcionalidad, calidad de hogar, belleza y otras cuestiones que merecen ser consideradas. cuestiones todas plenamente reconocibles como elementos culturales de primer orden.
Durante siglos cada región diseñó sus propios modelos a partir de materiales nobles como la madera, la piedra y la tierra, pero la aparición de productos comerciales no solo ha impactado los oficios que producían elementos constructivos derivados del entorno, sino que han trastocado la fisonomía de los poblados con vidrios polarizados, molduras doradas o herrerías suigeneris y lo que es peor generando problemas que resolvían los usos tradicionales, como los aspectos térmicos.
Pareciera que lo anterior es un proceso irreversible que avanzará incontroladamente, sin embargo la educación, la emulación y la generación de propuestas que satisfagan los justos anhelos de confort, a partir del bagaje de conocimientos y recursos tradicionales, podría generar propuestas para revertir los descalabros y enriquecer patrimonialmente a las comunidades.
Por ello la importancia de poner en valor y continuar estudiando, investigando y conservando el campo de la vivienda vernácula.
Si catedráticos, estudiantes e investigadores recopilan y sistematizan los ejemplos de la herencia recibida para preservar lo preservable y proyectar conforme a los tiempos y con la participación comunitaria, estaremos ante una propuesta esperanzadora.
La tendencia masificante de los proyectos mercantiles y especulativos ha borrado campos de cultivo y creado enormes superficies de cemento y tinacos que no solo contaminan visualmente nuestro territorio, sino que habría que preguntarse en que medida contribuyen al calentamiento global. El estudio del patrimonio vernáculo en base a procesos de complejidad y aprendizaje sería una fuente de nuevas propuestas arquitectónicas, más adecuadas, responsables y racionales, por lo que de sustentable tengan y enriquecedoras del patrimonio cultural resulten. Los profesionales de la arquitectura tienen una tarea de gran envergadura, dada su especialización. Parece un acierto incluir el estudio de ciencias sociales, como la antropología y metodologías que aporten al desarrollo comunitario, pues este proyecto es viable en la medida que sepa y pueda aliarse a los anhelos comunitarios.
Conocer el sentir y significado del hogar y los espacios comunitarios es punto de partida, el aprender del saber popular, reconocer sus talentos y poner a su servicio los recursos de las nuevas tecnologías es una tarea universitaria que conjunta la investigación, difusión y docencia.
Parece necesario incorporar temas de emprendimiento que pongan en valor el resultado de lo investigado y generado.
Así como se cuenta con estudios de la arquitectura prehispánica es necesario reforzar lo relacionado a la vivienda indígena, y un estudio crítico de los fenómenos del siglo XX, especialmente en el caso de Morelos, desde los cinturones de miseria, a los conjuntos habitacionales, fraccionamientos y casos como las torres “altitude”.
El gran reto es rebasar y romper la asociación vivienda vernácula-marginación por el de una arquitectura vernácula generadora de soluciones que responda a las necesidades y anhelos de la población.
Afortunadamente y aún con la catástrofe que significó el sismo del 19 de septiembre del 2017, existen aún en Morelos pueblos y comunidades que han resistido a los embates de la modernidad y la globalización, lo cual ha permitido conservar de manera digna sus viviendas y arquitectura vernácula como una de las expresiones culturales de identidad más importantes de una comunidad, poniendo en valor -tal vez sin saberlo- las cartas internacionales de la UNESCO y el ICOMOS sobre patrimonio vernáculo dictadas en 1999.
Adalberto Ríos Szalay y Gerardo Gama Hernández.
Profesores de la Escuela de Turismo UAEM.
Fotografías:
Adalberto Ríos Lanz y Ernesto Ríos Lanz.