El Eje Neovolcánico de México, perteneciente al Cinturón de Fuego del Pacífico, ha modelado a través de prolongados periodos, el centro de nuestro país, abarcando desde las Islas Revillagigedo, hasta el Golfo de México, reuniendo las alturas mexicanas más importantes.
Morelos forma parte de esta gran cadena topográfica; su territorio llega al mismo cráter del Volcán Popocatépetl al norponiente y una formidable muralla de lava lo separa de la Ciudad de México, obra del Volcán Chichinautzin, cuya erupción más poderosa, la del Xitle, ocurrió hace unos 1,700 años.
Esa pétrea barrera se cubrió de bosques con mullidos suelos que, como una esponja, captan el agua de lluvia y por afortunada capilaridad permite dotar del preciado líquido, tanto a la Ciudad de México, como a Morelos.
Dadas a sus cualidades geográficas y climáticas el Chichinautzin cuenta con una notable diversidad de hábitats y especies, razón por la cual fue declarado en 1988 Área de Protección de Flora y Fauna, Corredor Biológico Chichinautzin, abarcando 8 municipios del noroeste de Morelos, uno del Estado de México y dos delegaciones de la Ciudad de México.
El Corredor en Morelos abarca al Parque Nacional Lagunas de Zempoala y al Tepozteco, que agregan a los nichos naturales, sitios y monumentos históricos, como la pirámide del Tepozteco, los conventos de Tepoztlán y Huitzilac, y la Cruz del Marqués que marcaba el lindero de marquesado de Hernán Cortés y que es el límite actual de nuestro estado.
La diversidad biológica del Chichinautzin comprende elementos bióticos tanto de la región Neártica como de la Neotropical del Continente Americano, dado que coincide con su frontera, por ello tiene bosques de pino, encino y oyamel, matorrales, pastizales subalpinos, praderas y áreas de selva baja caducifolia.
El Chichinautzin cuenta con 785 especies de plantas, 315 hongos (más de 80 comestibles), 43 reptiles, como cascabeles y lagartos enchaquirados, tan lentos como peligrosos, cuya piel pareciera diseñada por un virtuoso artesano, el simpático conejito teporingo, además 237 tipos de aves, más de mil diferentes insectos y arañas, 10 anfibios y 5 especies de peces.
Todo lo anterior lo he aprendido, junto con mis alumnos, al organizar con biólogos, como la maestra Karime Díaz, expediciones fotográficas donde combinamos la enseñanza de la fotografía, con el aprendizaje de aspectos biológicos, arqueológicos e históricos. Esas expediciones son acercamientos a futuras rutas de ecoturismo y turismo cultural, para aprovechar y disfrutar las maravillas que tiene Morelos. Nosotros hemos pedido información a las autoridades de Huitzilac, quienes desean que su municipio florezca también en lo turístico e incluso nos han acompañado para sabernos seguros.
Los paisajes del Chichinautzin abarcan además, enormes extensiones de derrames volcánicos, dado los flujos de lava, como los que podemos observar en los entornos de La Pera. Un sendero extraordinario es el que dejó el ferrocarril, que infortunadamente ya no existe, al recorrerlo además de reconocer la sabiduría de la ingeniería mexicana, es oportunidad para entrar en un verdadero paraíso donde las rocas, la humedad, la neblina y la altura crearon las condiciones aprovechadas por la naturaleza para obsequiarnos un verdadero jardín de líquenes, musgo, hongos, flores, cactáceas, agaves o lo que los biólogos llaman plantas suculentas.
Recorrer esta brecha es un ejercicio del aprecio que debemos tener por nuestro patrimonio natural, de respeto como el practicado en países donde nadie se atreve a lastimar una especie, grabar su nombre o llevarse absolutamente nada. Ojalá que la comunidad de Coajomulco, junto con la Escuela de Turismo de la Universidad de Morelos, algún día conviertan este sendero en una ruta de contemplación, gozo y aprendizaje.
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS:
ERNESTO RÍOS LANZ
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