Este hermoso sitio posee una altura de 505 metros y es un lugar ideal en donde puedes practicar ecoturismo y estar en contacto con la naturaleza, lo cual siempre ayuda para despejarte de la ciudad. El Cerro de Tlatoani es maravilloso por donde se observe, ya que pertenece a una cadena de cerros que están llenos de historia, de pinturas rupestres, de túneles, con rostros grabados en las rocas, una zona arqueológica y unas de las mejores vistas en el estado, que invita a sumergirte a la época de nuestros antepasados.
Hablemos un poco de la etimología que da nombre al cerro, la palabra Tlatoani proviene del náhuatl “tlahtoāni”, que se puede traducir como “el que manda” o “el que tiene autoridad”; y cómo no llamarlo así, si al recorrerlo hace sentir que tú no lo estás conociendo, sino que es él quién te conoce y que te pone a prueba, ya que aquí te das cuenta de la habilidad y del nivel de aventurero que posees para vivir está gran experiencia.
Una de las principales características de este sitio es que los mismos habitantes son quienes resguardan el lugar y lo han mantenido en buen estado; además, se encargan de ser los guías de los recorridos para quienes los llegan a visitar, lo cual es fundamental pues solo ellos conocen las mejores historias para contar en el trayecto.
Esta gran aventura comienza con un sendero lleno de enormes árboles que te hacen sentir miniatura, para luego encontrarte con distintas plantas medicinales que usan los mismos pobladores desde tiempos ancestrales. En el recorrido hacia arriba, y si eres buen observador, podrás apreciar la fauna característica del lugar, como iguanas, aves de distintos colores y tamaños, así como víboras de cascabel.
La primera parada es en el mirador, en donde disfrutarás una de las muchas hermosas vistas y, además, te encontrarás con una piedra llena de oquedades que los antepasados ocupaban para hacer sus mezclas de hierbas. Siguiendo el camino enfrentarás uno de los primeros retos: pasar por una cueva conocida como el “humilladero”. El humilladero es una formación rocosa muy estrecha y debes ir casi hincado para cruzarla. Esta pequeña humillación vale la pena, ya que del otro lado podrás apreciar otra maravillosa vista del paisaje.
Continuando el sendero, llegarás a una serie de rocas dispuestas a manera de escalera, las cuales te guiarán para continuar subiendo hasta enfrentarte con el segundo reto, un túnel conocido como “el Paradiso de los Vigilantes”, llamado así porque de las piedras que forman las paredes del túnel se proyectan pequeños rostros que vigilan tus pasos, o al menos esa es la impresión que te genera al cruzarlo. Los pobladores cuentan que los ancestros, antes de pasar por el túnel, realizaban un ritual que consistía en elaborar y beber un menjunje con diferentes plantas, como marihuana o tepezcohuite, o incluso hasta hongos; y una vez que sus mentes estaban en “otro mundo” pasaban por este largo Paradiso. Dicha estimulación a manera de ritual era necesaria, ya que solo aquellos que lograban resistir la presión de sentirse observado, al pasar por un espacio tan reducido, eran dignos de ver al Náhuatl principal y recibir su sabiduría.
Un poco más arriba llegarás a la tercera y última parada: la zona arqueológica. Ésta consiste en unas terrazas que los pobladores, desde que la descubrieron, comenzaron a limpiar y que, actualmente, está bajo el estudio y protección del Centro INAH Morelos. Los pobladores mencionan que tres tribus se establecieron allí: los Chalcas, Xochimilcas y los Mexicas, y se puede ver que cada uno dejó su estilo en estas increíbles terrazas. Al final, no queda más que descansar de este recorrido, disfrutar de las maravillosas vistas, sentir correr el aire y darse cuenta de que valió la pena cada paso que se dio.
Así es recorrer Morelos, y el turismo de naturaleza nos permite disfrutar aún más nuestro bello territorio. Ya sea visitando nuestras comunidades rurales, practicando alguna actividad ecoturística, o bien, llevando al límite nuestra resistencia y sentido de aventura, al final la experiencia siempre nos llenará de más vida.
TEXTO:
Blanca Estela Vargas Campos
Estudiante de la Escuela de Turismo UAEM
Omar Paniagua Sotelo
Profesor de la Escuela de Turismo UAEM
FOTOGRAFÍAS:
Blanca Estela Vargas Campos