La economía depende mucho del uso que se da a los recursos que se recaudan y también de lo atractivo que se hace un país para las inversiones extranjeras. Desgraciadamente el gran incremento de la burocracia y los sueldos de la alta burocracia en el país se han llevado una gran parte del presupuesto nacional. Que no estaría mal si esta inversión en alguna forma fuera productiva. La falta de productividad de la burocracia la hemos visto ya en un cuadro más dramático en Grecia. El gobierno griego se endeudó para mantener el Estado de Bienestar y sobre todo para subir el nivel de empleo creó una tremenda burocracia con muy poca o nula productividad, ya que la burocracia no produce nada y el 40% de la fuerza de trabajo de Grecia está precisamente en el servicio público. Ésta es probablemente una de las causas principales del problema financiero en que se encuentran sobre todo Grecia, Irlanda, Portugal, España y en cierta medida Italia.
Estas crisis que están sufriendo los países del área del euro muestran muy claramente que la llave para poder evolucionar en la economía es tener una alta productividad. La productividad es la base de todas las economías nacionales. Por eso, se le considera un termómetro: si la productividad baja, aumenta la inflación; si la productividad baja, disminuye el atractivo para los inversionistas de arriesgar sus capitales en empresas de países de baja productividad. Es por eso que se aplaude cuando se hacen obras de infraestructura que eventualmente van a aumentar la productividad, como carreteras, hidroeléctricas, en fin todo aquello que apoya la capacidad de un país.
No se ha hablado de esto en el proceso de las precampañas porque mucho del gasto nacional está en la burocracia política y ésta no quiere ser tocada. Como el proceso requiere que haya anuencia de los partidos políticos para lanzar una candidatura, pues no se trata de disminuir el gasto público no productivo e incrementar obras de infraestructura y apoyar lo que sí es productivo y genera empleos y riquezas para el país.
Hemos visto ejemplos muy claros de países que aumentaron su productividad y sobre todo hicieron más atractiva su economía para la inversión extranjera. Los casos de Brasil y de Chile son ejemplares en este sentido porque eran países con pocos recursos naturales, no tan extensos como los que tuvo México en un momento. Las políticas públicas hicieron que Brasil a través del impulso a la industria del etanol y después de las exploraciones que por fin lograron encontrar petróleo. Para lograr el desarrollo del potencial petrolero, se abrieron a la inversión extranjera, con ciertas limitaciones, para poder generar las instalaciones y las exploraciones necesarias para aumentar la capacidad petrolera del país y de hacerse por lo menos autosuficiente. Logrado este objetivo, Brasil empezó a exportar etanol y en menos escala petróleo.
La economía chilena que ha sido siempre de vanguardia en muchos sentidos trató de aumentar su productividad agrícola y le dio un fuerte impulso a esta actividad que eventualmente le ha redituado en una economía estable. Es claro que ambos países tienen problemas políticos, pero éstos no son causados por el apoyo a la economía sino más bien son otras razones que los han limitado en su servicio a sus connacionales.
La seguridad y los recursos humanos son objetos importantes en el desarrollo de un país y en eso no hemos visto todavía un plan coherente que a corto plazo pudiera sacarnos del atraso de nuestra economía. La generación de recursos humanos y la seguridad deben ser centrales en los planes de gobierno, pero no solamente frases en discursos sino acciones concretas. Las campañas políticas en nuestro país han sido como cartas a los Santos Reyes: los candidatos aceptan que hay problemas y prometen resolverlos. Los mexicanos, sobre todo los jóvenes, ya no aceptan las posturas demagógicas porque ahora millones de ellos no encuentran trabajo y su demanda real es que el gobierno invierta en recursos humanos y en aspectos productivos y deje de despilfarrar los recursos nacionales en política.