Sin duda, la comunidad indígena de Xoxocotla, hoy municipio, se ha distinguido como un pueblo en el que la solidaridad y la identidad cultural están íntimamente ligadas a su religiosidad, y ha demostrado en muchas ocasiones el significado de unidad, ya sea en temas políticos o culturales, pero siempre defendiendo los valores y sus raíces.
En este contexto, una de las festividades que se distingue por el color, alegría y música festiva es la tradición que, de acuerdo con los vecinos del lugar, tiene décadas de celebrarse y de unir a la comunidad al inicio de la Cuaresma, es la celebración carnavalesca denominada “La Puchina”.
De acuerdo con los vecinos, “Puchina” significa pintar, entonces, el carnaval es para pintarse, pero no únicamente es eso, tiene una significación religiosa bien comprendida por quienes participan, desde los recorridos por las calles, hasta el evento que denominan como “El colgado”.
La explicación tiene que ver con la historia de la salvación católica que indica que en tiempos del rey Herodes, cuando se entera que viene un nuevo rey, que ha nacido en Belén, ordena asesinarlo. Para proteger al mesías y nuevo rey, lo pintan y también pintan a todos para confundir a los guardias del rey y así poder esconderlo y librarlo de la muerte.
Es una caminata con personas vestidas de negro que recorren las principales calles del centro de Xoxocotla y bañan de agua con pintura a los participantes y a quienes observan durante el recorrido hacia el centro, en donde se realiza una escenificación corta con escasos personajes y un breve baile.
Mientras se dirigen al centro, lanzan la pintura que portan en botellas de plástico de diversos tamaños sobre personas, animales, vehículos, casas y lo que se les atraviese.
La procesión camina al compás de un tambor que tocan con una sola baqueta. Sus personajes principales, “El Mupilo” y “El Verdugo”, van al frente, ambos muestran ramas y hojas de “higuerillo” que les cuelgan.
El “Mupilo” monta un burro y va con la cara tapada con una sábana. Otra persona porta una bandera corta con asta larga, pero también hay otra vestida de sacerdote católico, quien arroja pintura, como ironizando que vierte el agua bendita con hisopo y acetre.
En el zócalo se instala una escalera de más de diez metros de altura y alrededor de 30 de peldaños, el “Mupilo” es dejado en el último escalón y luego suben a su verdugo, que va disfrazado de un demonio con traje rojo, con cuernos y cola corta.
“El Mupilo”, quien sabe dónde está el nuevo rey, es torturado, pero no logran sacarle la verdad, y es por ello que el verdugo vestido de diablo lo golpea mientras bajan colgados en la reata.
El verdugo se le monta encima y lo patea como intentando que se caiga desde las alturas, al tiempo en que es bajado poco a poco por quienes al otro extremo sostienen la cuerda, a esto le llaman “el colgado”. Ya en el suelo, diversos objetos, sobre todo botellas de plástico, caen en la espalda, pecho, cadera y cabeza al “Mupilo” y al Verdugo.
Concluida la tortura, se desata el frenesí por la pintura y todo mundo la arroja hasta vaciar sus contenedores, todos contra todos, acompañados de música de viento y el tambor que nunca dejó de tocar en todo el evento.
De acuerdo con la Secretaría de Turismo del gobierno del estado, “La Puchina”, en Xoxocotla, es uno los eventos más representativos del municipio autóctono, celebración que refleja el arraigo de la comunidad. Este evento rememora una antigua práctica en la que los habitantes se cubrían de pintura para protegerse y mantener un sentido de unidad. Se lleva a cabo un recorrido por las calles con la participación de personajes emblemáticos, quienes protagonizan una escenificación de gran valor simbólico.
Sin duda, “La Puchina” es una tradición de gran valor cultural y religioso, la cual se puede presenciar antes del miércoles de ceniza y es una oportunidad de conocer a la comunidad indígena de Xoxocotla, que se mantiene en lucha permanente para mantener sus tradiciones, usos y costumbres que le dan una valiosa identidad.