La publicidad empezó a circular por estos días. Los actores son jóvenes: se despiertan, preparan las tostadas, se ponen traje, toman el transporte o manejan en una autopista embotellada, van al gimnasio, andan en skate o en bici, teclean, cocinan, contestan mensajes con el celular, cierran un negocio, estudian, leen, van a un bar y toman un trago, van a casa y tienen sexo.
La música de fondo da cuenta de que el tiempo no para: “Hacemos tantas cosas que el día parece durar 48 horas”, dice la publicidad.
El único requisito para que esa jornada maratónica sea un éxito, venden, es un buen antitranspirante.
En un mundo más terrenal que el del marketing los días maratónicos no son siempre tan satisfactorios para los jóvenes: cada vez más aparecen síntomas que los especialistas vinculan al estrés en edades más tempranas.
El último informe de la Sociedad de Medicina del Trabajo de Buenos Aires sostuvo que 8 de cada 10 argentinos padecía estrés laboral.
Un dato llamó la atención de los médicos: por primera vez, la edad a la que empiezan los síntomas había bajado a 25 años.
Un estudio de la Asociación Americana de Psicología de EE. UU. aseguró que los millennials -generación que hoy tiene entre 20 y 35 años- tenían mayores índices de estrés respecto de otros grupos etarios, y que duplicaban los niveles de ansiedad de sus padres.
“El aumento del estrés entre los jóvenes, en muchos casos, tiene que ver con las características de época. Los jóvenes de hoy se enfrentan con un futuro difícil porque tienen más incertidumbres que certezas: hace 40 o 50 años vos sabías que si te esforzabas, un día llegabas a la familia, a la casa, a la jubilación. Hoy esa certeza no existe, y entonces la vida moderna genera una condición estresante en términos del futuro existencial”, describe el médico Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés.
Para el psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat, “los jóvenes de hoy son, en muchos casos, adolescentes tardíos y se ven expuestos a las exigencias de un mundo con muchas responsabilidades sin la suficiente madurez emocional: eso puede estresar”.
“A principio de año trabajaba en una institución vinculada a la cultura, no tenía horario fijo, tenía que estar pendiente en distintas franjas horarias y eso a veces implicaba que estuviera atenta al mail o a las publicaciones en redes sociales a cualquier hora”, cuenta Laura, que tiene 25 años y estudia Cine.
Empezó a tener taquicardias, mareos, transpiración excesiva, sensación de ansiedad y, con menor frecuencia, ataques de pánico: “Al principio me dio mucho miedo, pero decidí ir a una admisión de psicoterapia en la obra social y estoy bajo tratamiento psiquiátrico desde mayo”, explica.
“Sentí que no había hecho nada malo, sino que el ritmo de vida acelerado me había llevado a esta sobrecarga. Con mis amigos de 24, 25 o 26 años tenemos trabajos precarizados: en negro, sin vacaciones, sin saber cuándo vas a cobrar; nos está costando tener estabilidad”, reflexiona.
En mayo, el Equipo de Trabajo Decente para el Cono Sur de América Latina informó que el 59% de los jóvenes argentinos tienen un trabajo no registrado.
Para Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología Buenos Aires, “los jóvenes se han adaptado muy bien al multitasking (varias tareas a la vez) pero están expuestos a situaciones de mucha presión, a jornadas de trabajo muy largas o a correr entre un trabajo y otro. Todo eso puede desencadenar síntomas de estrés”.
A ese escenario, Andersson agrega otro fenómeno de época: “Estar conectados durante las 24 horas hace que muchas veces los jóvenes descansen menos de lo que necesitan”.
No es la única consecuencia del uso de la tecnología: “Celulares y tabletas están cambiando la postura del cuerpo. Se suman largas jornadas sentados frente a una pantalla y mucha tensión por condiciones laborales complicadas, y eso hace que estemos observando cervicalgias a edades más tempranas”, señala el traumatólogo Carlos Vilariño.
Amalia, de 30 años, estuvo 2 semanas con un brazo paralizado y está con sesiones de kinesiología: “Trabajo 8 horas por día en un clima muy hostil, con presión y gritos. Y después hago trabajos freelance para complementar un salario que alcance. Tuve una contractura muy fuerte, me agarró un hormigueo en el brazo y quedó paralizado”, cuenta.
Los médicos le dijeron que la contractura cervical era por el estrés: cuando se recupere, empezará a buscar un nuevo trabajo. Ahora necesita tener cobertura de salud hasta que termine el tratamiento.
Nada que una publicidad televisiva pueda solucionar.
| Clarin