«Yo no lloro»
«No necesito expresar mi sentimientos»
«Me valgo por mí mismo para solucionar mis problemas»
«Sólo las mujeres se reúnen para llorar sus penas»
«Verme débil no va conmigo, me educaron para soportarlo todo»
«No desperdiciaré mi dinero con un “loquero” que me diga lo que tengo que hacer»
«Soy muy cabrón y puedo con todo yo solo»
Es probable que muchos hombres se sientan identificados al leer estas frases, ya que piensan que pertenecer al género masculino equivale a ser fuerte en todo momento y no doblegarse jamás ante ningún embate de la vida. Esta idea propicia, por ejemplo, que los hombres se nieguen en mayor proporción a acudir con un terapeuta en comparación con las mujeres. Jorge A. Calzado, psicólogo español, opina al respecto: «Las mujeres, por regla general, no tienen tanto miedo a la hora de abrirse emocionalmente. Es más, incluso lo demandan. Esto no quiere decir que los hombres no necesitemos de igual forma sentirnos contenidos o comprendidos emocionalmente, simplemente que nos lo permitimos menos. A las mujeres, tradicionalmente al menos, se las ha educado para ser más responsivas a nivel emocional. La posición que más ha definido al denominado a menudo “sexo débil”, es la de esposas, madres o en definitiva, cuidadoras o personas que se hacen cargo de otras personas. Esto ya presupone, de entrada, colocar a las mujeres en esa posición de empatía o sintonía emocional con respecto a los demás».
Una gran cantidad de hombres han crecido, especialmente en las culturas latinoamericanas, con la idea de nunca mostrarse débiles. Eso sí, reaccionar de manera violenta (incluso con su pareja) parece estar aprobado por quienes defienden estas ideas. Los que se creen débiles por tan sólo pensar en la posibilidad de compartir sus problemas y abrir sus pensamientos ante un desconocido, son los mismos que se exponen –todos los días– a riesgos mortales.
En la actualidad, la expectativa de vida de las mujeres -a nivel mundial- es superior a la de los hombres. En países como Estados Unidos, en promedio, ellos mueren cinco años antes que ellas. Esto no sólo se debe a que las mujeres pudieran llevar un estilo de vida más saludable que ellos (menor ingesta de alcohol o de drogas, por ejemplo) sino a la capacidad y libertad de expresar sus sentimientos de manera mucho más abierta, ya sea con un psicólogo o un grupo de amistades. Esto, a ellos, los liberaría a nivel emocional de una carga excesiva, misma que prefieren soportar hasta padecer importantes problemas de salud.
Los hombres de ideas machistas se niegan a dejarse llevar por sus sentimientos, la vergüenza de llorar frente a los demás o la posibilidad de pedir ayuda es denigrante para ellos. Aún al padecer algún malestar, ellos prefieren reprimir lo que en realidad desean expresar. El llanto es una liberación de estrés que ayuda a eliminar toda carga de energía negativa en el cuerpo. Por medio de él se libera la adrenalina (hormona que activa el sistema nervioso) acumulada en el cuerpo, así como la noradrenalina (la hormona del estrés). Raquel Molero, psicóloga de adultos de ISEP Clínic Barcelona, explica: «Estas hormonas permiten fijar la atención en los sentimientos, en aquello que se hace, en el organismo y en la persona misma. De esta forma, después de haber llorado mucho, queda una sensación de bienestar por la liberación de estas sustancias».
Cuando se reprimen las lágrimas vienen episodios de malestar, rabia contenida, agotamiento físico y trastornos de ansiedad. La preocupación por mostrar una gran fortaleza mental y física es equivalente a querer aparentar una falsa personalidad. Llorar no es denigrante, como tampoco lo es visitar al médico para tratar un malestar, por sencillo que éste sea. El deseo por mostrarse fuertes y minimizar los síntomas de una enfermedad motiva a los hombres a ausentarse de una consulta, a veces, hasta que es demasiado tarde. Muchas enfermedades y sus repercusiones se evitarían si los hombres “fuertes e invencibles” aceptaran que necesitan ayuda para conocer y proteger su estado de salud lo mejor posible.
El ideal de lo masculino dictamina que un hombre debe ser fuerte en todo momento, incluso en los acontecimientos más difíciles, como la muerte de un familiar, la pérdida de un trabajo o después de una ruptura sentimental. Mientras una mujer vería aceptable o como algo necesario la visita con un especialista que le ayude a sobrellevar su dolor, el hombre tiende a reprimirlo para evitar mostrarse “derrotado” o vulnerable.
En el peor de los casos, el machismo también lleva al género masculino a refugiarse en el alcohol y las drogas para evitar el dolor emocional. Evidentemente, las consecuencias de ello son devastadoras: daños físicos y emocionales, rupturas sentimentales, violencia intrafamiliar, ausentismo laboral y bajo rendimiento profesional, por mencionar algunas.
Este tipo de pensamientos evitan que un hombre vaya por la vida con más ligereza anímica y que, en cambio, sea incapaz de ser mucho más asertivo en la toma de sus decisiones. La vida no se gana solo, es importante pedir ayuda, quitarse la careta de superhéroe y reconocer que la aparente debilidad es sólo la oportunidad de ser más fuertes y sabios.
Por supuesto, no en todo el mundo ocurre lo mismo. Los hombres de las culturas asiáticas valoran en mayor medida que los habitantes de Occidente el cuidado de la familia, la búsqueda de sabiduría y la atención constante a su salud, lo que los lleva a evitar problemas en su cuerpo. Estos datos son correspondientes al estudio “Mortality in the United States”, 2015, Jiaquan Xu, M.D., Sherry L. Murphy, B.S., Kenneth D. Kochanek, M.A., and Elizabeth Arias, Ph.D.
La manera en que un ser humano valora su salud se traduce en la atención que pone en ella. Valor, fortaleza y esfuerzo no debe ser igual a irresponsabilidad, así como tampoco tiene nada que ver con violencia de género o abuso hacia los más débiles. Es tiempo de hacer un alto en el camino y valorar qué es más importante: lo que los demás piensen sobre un hombre que llora o lo que esas mismas personas piensen sobre un hombre que ha llegado al final de sus días por nunca haberse preocupado por su salud física y emocional.
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Entender a un hombre, así como hacer lo mismo con una mujer, es una tarea que requiere de paciencia, observación y un profundo análisis. En este proceso surgen muchas cosas que las mujeres aman de los hombres pero no dicen. ¿Sabes cuáles son las cosas que todos los hombres queremos que las mujeres sepan pero no nos atrevemos a decir?
Fuente: Cultura Colectiva