Las mejores razones para viajar pueden ser miles porque la realidad es que hoy, hacer un viaje, puede ser justo eso que se necesita para estar bien.
Cuando algo en la vida nos golpea con tanta fuerza que nos deja desorientados y sintiéndonos pequeños, creemos que lo mejor sería guardarnos en una cueva, en ese pequeño departamento de veinte metros cuadrados viendo Netflix con tu perrito en los pies y pidiendo comida a domicilio. La ciudad nos aturde y lo que menos deseamos es ver el cielo lleno de contaminación que nos recuerde una y otra vez que todo sigue estando mal.
No ayuda la forma en como hemos sido "programados", tenemos esa lombricita que llega de repente y se aloja en el estómago, lo revuelve, lo golpea y lo muerde, se llama: miedo. El miedo es precisamente tan intangible que es imposible darse cuenta que lo tenemos, nadie lo puede diagnosticar con sensatez, es como aceptar que debemos hacer cita con el psicólogo; el miedo está ahí pero nunca lo abrazamos como deberíamos, la misma palabra causa rechazo inmediato y sentirlo deteriora sin saber qué es exactamente lo que nos está pasando.
Poco a poco los años ganados, el vivir experiencias que nos hicieron tocar fondo y rodearnos de personas con los pies enraizados a la tierra nos aleja de esos equivocados paradigmas y cánones con los que crecimos. El hecho de ir a un restaurante a comer solo, ir al cine y pedir asiento para una persona, palomitas y chocolates, es signo de que "algo no está bien", pero ¿qué debería de importar? Si conocerse y estar consigo mismo hasta el punto de hacer las paces puede ser lo más bonito que nos pase. Debemos de reinventar la forma de pensar y sentir; estar solo es una maravilla que todos debemos probar antes de morir, y andando a través de ese trecho de soledad nos encontraremos con personas caminando en paralelo y pensando colectivamente un "quiero ser libre".
Te frustraste en el trabajo aquel viernes, compraste un boleto de autobús hacia la playa más cercana, un paraíso donde tocaste la magia con la yema de tus dedos. Ese viaje te cambió la vida, te enamoraste fugazmente de ese de cabello largo, conociste a gente de todos lados, de distintos países, jalando hacia el mismo lado que tú, viviendo la vida intensamente y ni siquiera llegaban a los veintiséis años. Fueron personas que en su escasa existencia ya tenían más experiencias que contarte que tu amigo, el abogado cuarentón. Y es que, viajar se ha vuelto algo fundamental, por eso, te comparto estas tres sencillas razones por las que deberías comenzar a planear tu próximo viaje pero ¡ya!
1) Te incita a reinventarte
El hecho de pasar tiempo contigo mismo en un lugar fuera de los entornos conocidos, desde un viaje en carretera a la ciudad vecina hasta tomar un vuelo de nueve horas, genera automáticamente esa introspección que necesitabas y que quizá no encontrabas en la terapia, con tus amigos y en esas tantas salidas.
2) Te retas a ti mismo
Te das cuenta que puedes salir de la temida zona de confort, debes actuar y moverte. Los retos ya no parecen grandes muros imposibles de derrumbar, atreverte a vivir experiencias diferentes es subir un escalón más en la vida.
3) Aprender es inevitable
Empaparte de otras costumbres, estilo de vida e ideologías diferentes a lo que conoces no tiene precio, comer algo que nunca habías probado, escuchar otro idioma, aunque sólo te aprendas pocas palabras, oler otro aíre, y palpar todo con las manos te hace crecer y ver la vida desde otro foco, es cien veces más emocionante que conocer todo por medio de un libro o detrás de una pantalla.
Ahorrar para viajar y vivir sin lujos es la nueva felicidad. Estar en paz, amar fuerte, comer delicioso, tomar vino por galones, probar y hacer cosas que nunca imaginaste son los nuevos logros de este mundo consciente. Viajar para olvidar no es un mito, es la nueva cura a todos los males. | CC