Si lo que más te pone de una persona es su mente, entonces sí, eres sapiosexual.
¿Te fascinan las conversaciones existencialistas? ¿Disfrutas hablando de política en una primera cita? ¿Te brillan los ojos cuando alguien menciona la magdalena de Proust? Si alguna vez has admirado tanto la inteligencia de alguien como para querer meterte en la cama con esa persona sin importar su aspecto físico, es muy probable que seas sapiosexual. Pero, ¿qué es eso de la sapiosexualidad?
Los sapiosexuales son aquellas personas cuya fuente de atracción primordial es la estimulación intelectual. Se sienten atraídas sexualmente por quienes asocian con una elevada inteligencia y sitúan la mente por encima de cualquier atributo físico. Suelen ser personas exigentes, llenas de curiosidad, que buscan retos intelectuales y se aburren fácilmente con lo rutinario.
Características de los sapiosexuales
En un primer momento podría parecer que los sapiosexuales son personas que huyen de la superficialidad, mentes curiosas, ingeniosas y creativas que buscan relacionarse con personas afines. Sin embargo, la sexóloga Irene Bedmar recomienda no “encasillar y limitar una dimensión tan compleja y rica del ser humano como es su sexualidad”, ya que eso fomenta la aparición de “nuevas diferencias entre las personas de nuestra sociedad, ya de por sí bastante distanciadas por razones cada vez más numerosas y absurdas”.
Otra etiqueta social más, en este caso, para referirnos a un fenómeno psicológico que probablemente haya existido desde la aparición del ser humano en nuestro planeta”.
En numerosas ocasiones el concepto sapiosexual se asocia con personalidades inseguras o con baja autoestima, que buscan establecer relaciones con personas de elevado intelecto que les aporten seguridad. Aunque no existe base científica para realizar este tipo de afirmaciones, no pocos expertos advierten del peligro de estos enamoramientos, que asocian con la idealización y con una dependencia derivada de un bajo concepto del ‘yo’.
Bedmar recuerda que la autoestima es “más que un rasgo estable de personalidad, es una valoración cognitiva de nosotros mismos basada en un conjunto de percepciones subjetivas, pensamientos y emociones”, y asegura que “no existe ninguna razón objetiva para sostener esta correlación”.
Pero, ¿qué es lo que determina que unas personas se sientan más atraídas por la inteligencia que otras? En esta cuestión, el argumento del fenotipo adquiere una importante relevancia. Tal y como dice Irene Bedmar, “nuestra predisposición genética está modulada por factores externos tan relevantes como el aprendizaje por observación directa de nuestras figuras de referencia”. Un aprendizaje inconsciente que “es muy potente y ejerce una gran influencia a la hora de escoger pareja en la vida adulta, ya se trate de una pareja sexual esporádica, de una relación de tipo romántico o de una relación más estable”.
La sapiosexualidad no es una orientación sexual
El concepto de sapiosexualidad puede interpretarse como una manera de ver más allá de los rasgos físicos o el comportamiento del otro a la hora de elegir pareja. Un análisis que podría tener ciertos puntos en común con la teoría queer. Las personas queer son aquellas que se definen como no binarias, es decir, que no se identifican con los roles de género tradicionales. Como afirman los propios miembros de este colectivo, los queer buscan “amar a las personas como son y no como deberían ser”.
La visión de la sexóloga Irene Bedmar es que ambas cuestiones son distintas. “Ser sapiosexual, sentir atracción sexual por la inteligencia, y ser queer, defender un enfoque no restrictivo de la sexualidad, realmente son dos cuestiones diferentes”. Aunque, “por supuesto compatibles y que entran dentro de la visión amplia y abierta de la sexualidad humana”. Lo que tienen en común ambos conceptos es que abogan por la diversidad y la tolerancia dentro de la sexualidad, una visión que resulta imprescindible en el contexto actual.
Bedmar nos invita a tener presente que “nacemos y morimos siendo seres sexuados y esto tiene muchas implicaciones que conviene asimilar y no confundir”. En una época dominada por los estereotipos debemos interpretar estas etiquetas como una manera de visibilizar la diversidad y apropiarnos de nuevos espacios que ayuden a fragmentar los roles tradicionales asociados a la sexualidad, con el fin de normalizar la diferencia y convertir el respeto en un pilares fundamental de la sociedad.
FUENTE: Hipertextual