El mes de noviembre enmarca las festividades de la muerte, donde los altares revisten los hogares de los mexicanos a lo largo y ancho de nuestro país. Se trata de ofrendas que se componen de varios elementos, entre ellos el copal.
El Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) destaca en sus registros que: “La ofrenda es ese ritual colorido donde el individuo y la comunidad están representados con su dádiva; es un acto sagrado, pero también puede ser profano: la tradición popular es la simbiosis de la devoción sagrada y la práctica profana”.
La INPI agrega que los altares de muertos se componen de varios elementos esenciales. Si faltara uno de ellos, se pierde aunque no del todo el encanto espiritual que rodea a este patrimonio religioso.
Por ejemplo, el copal e incienso es vital en los altares de muertos, ya que este elemento era ofrecido por los indígenas a sus dioses, pues el incienso aún no se conocía en tiempos antiguos y llegó, después con los españoles.
“El copal es el elemento que sublima la oración o alabanza. Fragancia de reverencia. Se utiliza para limpiar al lugar de los malos espíritus y así el alma pueda entrar a su casa sin ningún peligro”, destacan los registros del INPI.
Investigaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) mencionan que El Día de Muertos es una mezcla armónica entre los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos.
“Los pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, fecha que coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz y con lo que hoy es el mes de noviembre”, se destaca en los registros de la UNAM.