En este mes de enero, en el que los niños de todo el mundo esperan con ansias la llegada de los Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar, queremos compartir una historia fascinante que pocos conocen. Se trata de la historia del cuarto Rey Mago, Artaban, cuya búsqueda del verdadero significado de la vida lo llevó por un camino lleno de sacrificios y nobleza.
Según las escrituras sagradas, los tres Reyes Magos se embarcaron en un viaje cargados de oro, incienso y mirra para ofrecer regalos al recién nacido niño Jesús en Belén. Sin embargo, lo que pocos saben es que originalmente eran cuatro reyes magos destinados a reunirse en la antigua ciudad de Borssipa, en Mesopotamia, para comenzar su viaje hacia el Mesías.
Artaban, el cuarto rey, llevaba consigo una valiosa carga de piedras preciosas para presentar a Jesús. Pero en su camino hacia el punto de encuentro, se encontró con un anciano enfermo y desamparado.
Aquí comenzó su dilema: ayudar al anciano o continuar hacia la reunión con los otros reyes. Artaban, siguiendo su corazón noble, decidió ayudar al anciano, sabiendo que esto podría significar que los otros reyes lo dejarían atrás.
A pesar de perder tiempo, Artaban siguió su camino hacia Belén, solo para descubrir que Jesús ya había nacido y que José y María habían huido a Egipto para escapar de la matanza ordenada por Herodes.
Determinado a cumplir su misión, Artaban emprendió la búsqueda de Jesús, ayudando a las personas necesitadas en su camino. Sin embargo, su carga de piedras preciosas se fue agotando mientras ayudaba a los demás.
A lo largo de los años, Artaban continuó su viaje, brindando ayuda a quienes lo necesitaban. Finalmente, treinta y tres años después, llegó al monte Gólgota para presenciar la crucifixión de un hombre que decían era el Mesías enviado por Dios para salvar al mundo.
Con un rubí en su bolsa y dispuesto a entregarlo pese a cualquier cosa, Artaban se encontró con una mujer que iba a ser vendida como esclava para pagar la deuda de su padre. Sin dudarlo, entregó la piedra preciosa a cambio de su libertad.
Triste y desconsolado, Artaban se sentó en la plaza mientras la tierra temblaba por la crucifixión de Jesucristo y una piedra le golpeó la cabeza. Moribundo y con sus últimas fuerzas, imploró perdón por no haber cumplido su misión de adorar al Mesías.
En ese momento, la voz de Jesús resonó con fuerza: "Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber... todo lo que hiciste por los demás lo has hecho por mí". Con estas palabras reconfortantes, Artaban encontró la paz en su último aliento, sabiendo que estaría con Jesús en el reino de los cielos.
Si bien no podemos afirmar con certeza la veracidad de esta historia, lo que sí sabemos es que es una hermosa narración llena de fe y solidaridad hacia los demás. ¿Qué opinas de la historia del Cuarto Rey Mago?