El consumo regular de refrescos y bebidas azucaradas en los niños está relacionado con graves riesgos para su salud, advierte el Instituto Nacional de Salud Pública de México. Estas bebidas contienen altos niveles de azúcar, sodio y calorías, que favorecen el desarrollo de obesidad infantil, diabetes temprana y problemas cardiovasculares. Además, su ingesta prolongada está asociada con acumulación de grasa abdominal, caries dental, resistencia a la insulina y un aumento de triglicéridos y colesterol en etapas posteriores de la vida.
Uno de los mayores peligros es el impacto en los hábitos alimenticios. Los refrescos, al ser extremadamente dulces, generan una mayor inclinación hacia el consumo de azúcar, alterando las señales de saciedad y provocando un aumento en la ingesta calórica. Esto no solo contribuye a problemas de peso, sino que también aumenta el riesgo de hipertensión, problemas de la vesícula biliar y ciertos tipos de cáncer, como el de colon o mama, a medida que los niños crecen.
Además, muchas de estas bebidas contienen cafeína, lo que puede afectar el sistema nervioso de los menores. El consumo de cafeína está relacionado con dificultades para dormir, problemas de atención, alteraciones en el ritmo cardíaco y aumento de la presión arterial, haciendo su consumo inadecuado para niñas, niños y adolescentes.
Las etiquetas precautorias en las bebidas con edulcorantes o cafeína buscan alertar a los padres sobre los riesgos para la salud infantil. Estos productos pueden provocar cambios en el metabolismo, mayor ganancia de peso y una peligrosa dependencia al sabor dulce. Por esta razón, se recomienda evitar el consumo de refrescos en los menores y priorizar opciones más saludables que apoyen su desarrollo y bienestar a largo plazo.