Para quienes tienen un sistema nervioso muy reactivo, dormir en ambientes ruidosos o con luz es casi imposible. Esta sensibilidad sensorial, junto con factores como el estrés y la ansiedad, hace que su cerebro responda intensamente a cualquier estímulo, interrumpiendo el sueño. Las personas con ansiedad tienden a estar en alerta constante, lo que aumenta su percepción de ruidos o cambios de luz y les dificulta conciliar el sueño.
Además, quienes tienen un enfoque de atención alto encuentran complicado ignorar estímulos, manteniéndose en un estado de hiperalerta. La falta de adaptación a un entorno ruidoso o iluminado también puede ser un obstáculo; aquellos acostumbrados a dormir en tranquilidad enfrentan dificultades para ajustarse a nuevas condiciones.
La falta de un sueño adecuado tiene consecuencias importantes, desde problemas de salud mental hasta trastornos físicos. Con estrategias de relajación, adaptación al entorno y, si es necesario, apoyo profesional, es posible mejorar la calidad del sueño en estas personas, promoviendo así su bienestar y salud general.